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Rescatistas al servicio de la comunidad

por Lautaro Romero
Fotos: Nicolás Cardello
29 de febrero de 2020

Son vecinos y vecinas de las villas que apagan incendios, hacen traslados de emergencias y capacitan en primeros auxilios. Que militan por el derecho de acceder a la salud y por fortalecer los lazos sociales en los barrios de la Ciudad donde las ambulancias llegan tarde, o eligen no atender a la gente que vive en la calle.

La punta de lanza para extinguir incendios cuelga como una pieza de museo dentro del cuartel de rescatistas comunitarios y comunitarias. Descansa sobre un mapa que enseña casi quirúrgicamente la zona del Bajo Flores: barrios Rivadavia I y II, Juan XXIII, Illia y la villa 1-11-14. 

“Al pueblo lo salva el pueblo”, se lee en letras grandes en el mapa. Grande como el rostro del Che y su enseñanza: “El conocimiento nos hace responsables”. 

¿Cuántas batallas habrá librado esta punta de lanza? ¿Cuántos litros y litros de agua a altísima presión habrán sido expulsados de urgencia a través de ella para salvar una vida, para sofocar un incendio, o al menos hacer la primera intervención y controlar la situación cruzando los dedos para que el camioncito cisterna –con 1.500 litros– no se quede sin el recurso más preciado hasta que lleguen los bomberos de la Ciudad de Buenos Aires, recordando cada callecita, cada pasillo de la villa, orientados quizás por la fotografía de este mismo mapa que ahora miramos con asombro?

Les rescatistas comunitaries poseen, técnicamente, la formación de bomberes voluntaries, pero no tienen el mismo reconocimiento. “No estamos dentro del sistema de emergencias. Los bomberos, por más que sean voluntarios, son una fuerza. Acá, en cambio, tenemos un fin ideológico y político. Y si bien es cierto que estamos en construcción y para intervenir son necesarios protocolos y roles, nosotros los adaptamos a nuestra lógica. Acá no hay intereses personales ni mezquindad. Acá no hay jefe y nos matamos en asamblea. Cada uno está a cargo de tareas puntuales en base a las capacidades. Acá somos todos iguales”.  

Martín maneja el Mercedes Benz 608 que hace de autobomba de les rescatistas comunitaries: “Tiene las dimensiones justas para meterse por la villa. Hace poquito le pusimos dirección hidráulica y le sacamos las balizas azules para diferenciarnos de la Policía. Por si acaso jaja... Anda lindo, es el sueño del pibe”. Martín muestra una sonrisa de oreja a oreja. 

 

Militancia de solidaridad

Les rescatistas, en su gran mayoría vecinxs de los barrios marginados, son trabajadores de la economía popular y forman parte del Movimiento Popular La Dignidad, articulados con la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP). Y a su vez, con la Central de Emergencias Villeras (CEV), desde donde se coordina los dos grupos de rescatistas que hay en la Ciudad: en el Bajo Flores y Mataderos. Además, disponen de ambulancias, promotores de salud y salitas en Lugano, Retiro (Villa 31), Barracas (Villa 21-24), Villa Soldati y el barrio La Carbonilla (Paternal).

Martín confiesa que mucho de lo que atesoran hoy en día lo lograron gracias al laburo autogestivo y al aporte de los planes sociales: “Es mentira que los planes no generan trabajo. Nosotros pudimos construir salitas de salud, formar bomberos y promotores. Se trabaja y mucho en solucionar los problemas que no soluciona el Estado. Estaría bueno que el Estado esté presente para que no tengamos tantas intervenciones. La urbanización evitaría muchos accidentes. Cuando entrás a la villa y ves a los narcos te das cuenta que la realidad es bastante compleja y delicada. No es un trabajo fácil”.

“La construcción de este espacio siempre va a ser humanitaria. Siempre vamos a ayudar en todo lo que podamos y de la mejor manera. Atender a tus vecinos tiene un énfasis, uno milita por eso”. Dice Chelo, quien vive en la villa 1-11-14 desde hace 15 años, y es uno de los más experimentados en esto de salvar a la gente que vive en el mismo barrio. Chelo será uno de nuestros guías en el tour por la 1-11-14, arriba de la autobomba de les rescatistas comunitaries.

Les rescatistas intervienen cuando hay incendios, derrumbes, accidentes en la vía pública o domésticos. Salvan animales. Brindan atención cuando una persona sufre intoxicaciones o necesita de primeros auxilios. Están presentes en caso de inundaciones y traslados de emergencia al hospital. Cuando en los barrios hay autos prendidos fuego y heridos de arma blanca.

Concientizar y llegar a las personas son el objetivo principal. También fortalecer el tejido social en las villas y poner en práctica la autodefensa. Apuestan a que la gente no piense sólo en subsistir por el pan de cada día como si no hubiera mañana, y entienda que la salud es esencial.

Con la dificultad de que muchas personas no saben leer ni escribir, dan talleres de prevención y primeros auxilios para entender cómo curar, cómo tomar la presión y conocer los signos vitales.  Además, dan cursos en seguridad vial para que a los pibes y las pibas de la zona sur de la Capital los autos no les atropellen y maten, para contenerles y acompañarles hasta llegar sanos a sus casas. 

"Es mentira que los planes no generan trabajo. Nosotros pudimos construir salitas de salud, formar bomberos y promotores."

 

Rescatismo federal

Es hora del almuerzo y la mano viene tranquila. Les rescatistas reciben a Cítrica con un abundante plato de milanesa con puré para llenar la panza y enfrentar el resto del día. Mientras nos deleitamos, Martín nos explica que más allá de los grupos de rescate, periódicamente organizan brigadas sanitarias que viajan y se instalan en un lugar puntual con una problemática puntual, tanto en el interior del país como en el populoso conurbano bonaerense, para hacer un relevamiento y atender a las personas en situación de emergencia.

Un ejemplo de esta iniciativa es el campamento que plantaron en Salta las organizaciones sociales y de la economía popular, a mediados de febrero, para asistir a las comunidades wichís en el marco del hambre y la emergencia social y sanitaria. Una de las rescatistas mujeres de este cuartel viajó a Salta. 

Pablo, quien está metidísimo en el tema, nos cuenta de esta experiencia “nueva y compleja”: “La problemática existente de los pueblos originarios es histórica. Este viaje nos sirve para fortalecer el proceso organizativo y de construcción que se viene dando en el norte de nuestro país. Entendemos que es una situación de inflexión y que tenemos que establecer un campamento permanente para meternos ahí, cuidar de las personas y apostar al cambio de paradigma. Entendemos que los pueblos originarios tienen derechos básicos como lo es el acceso a la salud. Vamos a entrar en las zonas donde hay pibes que sufren por desnutrición y en zonas anegadas por las lluvias”.

 

Villa tour

Nos toca ingresar al laberinto de la villa 1-11-14, donde años atrás no entraban ni las ambulancias ni el SAME y la gente moría simplemente por ser pobre y vivir en una villa emergencia. Maribel, rescatista y vecina del barrio Illia: “Ahora las ambulancias entran, pero llegan tarde. Y si hay heridos que viven en la calle, muchas veces no los llevan. Los bomberos ignoran a la gente. La gente necesita que la escuchen”

El cablerío simula ser una telaraña infranqueable, y los postes de luz emergen a la altura de las casas de cuatro o cinco pisos con escaleras caracol y cinco o seis habitaciones. En cada habitación, la cocina, la cama y un baño que es compartido entre los del mismo piso. Y el combo resulta explosivo si a esto le sumamos que en la villa no hay gas natural ni ventilaciones, y que en cada torre hay un promedio de cinco o seis garrafas. “No es un barrio, es algo mucho más complejo, para entrar tenés que conocer o ubicar las calles principales”, asegura Maribel.

Intervienen cuando hay incendios, derrumbes, accidentes en la vía pública. Salvan animales. Brindan atención cuando una persona sufre intoxicaciones. Y mucho más.

“Nuestra aparición obligó a los bomberos, a la Policía y a las fuerzas de seguridad de la Ciudad a actuar de otra manera. Este proyecto tiene más de cinco años, y no se creó de la noche a la mañana. Cuando ya existía este espacio, en la TV se hablaba sólo de los robos en la calle Bonorino y en la villa 1-11-14. Uno se pregunta cómo hizo esta gente para sobrevivir todos estos años con estas problemáticas. La gente de Capital y Provincia empezó a hacer marchas y cortar las calles porque el Estado no los ayudaba. No había otra forma. Hay mucha militancia, mucho esfuerzo y vidas que han quedado en el camino”.

Maribel es la última en subirse al autobomba. Lucas, entusiasmado, también se sienta del lado de la ventanilla para ir observando lo que sucede ahí afuera, durante el recorrido de todos los días por el barrio.

Hace tres años que Lucas es rescatista: “Ingresé en el cuerpo de rescate después de terminar la Secundaria. No tenía nada para hacer y siempre me gustó la idea de ser bombero. Un amigo me contó del lugar, de hacer cursos de primeros auxilios. Desde el primer momento me sentí cómodo ayudando a la gente”.

 

Las fronteras de la estigmatización

Salimos desde donde está el cuartel, en la calle Curapaligüe 1893. Agarramos la calle Bonorino, las avenidas Fernández de la Cruz, Perito Moreno y Varela. Pasamos por los barrios Rivadavia e Illia. Pasamos por la cancha de San Lorenzo.

Llegamos después a un puesto de control de Gendarmería y del programa “Barrios Seguros”, implementado en 2016 por la entonces Ministra de Seguridad, Patricia Bulrrich, para “reducir la presencia de la criminalidad organizada, el narcotráfico, el delito y la violencia en aquellos barrios identificados como prioritarios por sus altos índices de conflictividad social”. 

De frente al puesto de control, del otro lado de la Perito Moreno y de la estigmatización, está la villa 1-11-14. Pero la realidad es que hay gendarmes por todos lados. Hasta dentro de la villa. En cada esquina hay militares.

"Siempre vamos a ayudar en todo lo que podamos y de la mejor manera. Atender a tus vecinos tiene un énfasis, uno milita por eso."

Martín conduce el Mercedes por los pasillos de la villa y reflexiona sobre una paradoja que se da en el territorio: “La Policía y la Gendarmería son parte del problema de fondo. Y para colmo verdugean a los pibes, nosotros lo vemos. Los hostigan: ¿de dónde venís? ¿compras o vendes? Los cagan a palos. Pero, al fin y al cabo, que estén, sirve para que las ambulancias entren en los barrios”.

El chofer del autobomba echa un vistazo a cada espejo, mira que no venga nadie, se abre para doblar y le pasa finito a un auto estacionado. “¡¡Dale para atrás, ahora para la derecha, dale que salís, dale, dale!!”, le colabora Chelo, con la cabeza fuera de la ventanilla. 

Al volante, Martín es feliz. Parece haber encontrado la manera de poner el cuerpo y escaparle, al menos por unas horas al día, a las jornadas de laburo frente a la computadora que le demanda ser diseñador de la revista Crisis.

En la infancia, muches de les rescatistas comunitaries soñaban con ser bomberos. Y Martín no es la excepción. Aunque el paisaje no sea el mejor. Aunque la gente a veces los putee cuando llegan tarde. 

“Entendemos que la gente nos putee y esté enojada con semejante situación de estrés y tensión. Ven un coche rojo y nos asocian con los bomberos, no saben si somos comunitarios o autogestivos”. Martín está convencido: “En las villas lo que realmente sirve es que los vecinos tengan su propio cuerpo de bomberos con los requisitos y las características que demanda el barrio”