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Un hogar conurbano donde nunca falta el pan

por Estefanía Santoro
Fotos: Rodrigo Ruiz
03 de junio de 2024

La Casa de la Amistad argentino-cubana, ubicada en Lanús, organiza ollas populares desde el comienzo de la pandemia. Hoy es una contención para jubiladxs, personas en situación de calle y familias enteras que buscan comida y humanidad para sobrevivir a la crisis. 

A las 18 hay cinco personas esperando y una hora más tarde se triplica la fila en una vereda de la localidad bonaerense de Lanús Este. “Yo vengo de Quilmes, porque donde vivo ya no hay lugar en las ollas”, dice una mujer, mientras su hijita de seis años juega en la vereda con las hojas secas que cayeron de los árboles.

“Estoy en situación de calle hace tres días, hoy me prometieron que iban a conseguirme un lugar donde quedarme, no sé si es acá o en Capital”, cuenta un hombre que está sentado en el escalón de la puerta de la Casa de la Amistad argentino-cubana, el lugar que hace que su estómago, casi siempre vacío, no duela tanto.

Durante la etapa de aislamiento que dispuso el Gobierno de Alberto Fernández como medida para reducir el contagio en pandemia, hacer changas para las personas que viven del mango diario se convirtió en misión imposible. Tuvieron que suspender esos rebusques que les aseguraban un plato de comida en sus casas. Eso preocupó a lxs integrantes de la Casa y decidieron instalar una olla popular que funcionó de lunes a lunes durante cuatro años.

“Empezamos dando la cena, después veíamos que la gente venía temprano, esperaban en la puerta en invierno y se cagaban de frío, entonces decidimos dar también mate cocido y así sumamos la merienda. Recién el año pasado tuvimos que sacar la olla tres días porque volvieron los talleres y peñas de la Casa que se hacen viernes, sábados y domingos”, cuenta Jorge Gessaga Quebracho, referente del comedor, de la Casa y un militante histórico que sobrevivió a la última dictadura militar.

Solidaridad colectiva

Jorge nació y se crió en Gerli, ciudad del conurbano bonaerense repartida entre Lanús y Avellaneda, hizo el secundario a las patadas, pero lo terminó. También estudió un tiempo en Bellas Artes y a los 17 años ya trabajaba en una fábrica de válvulas. Sus inquietudes lo fueron involucrando en la militancia política y a los 18 se sumó al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT); además, formaba parte del Ejército Revolucionario del Pueblo ERP, la herramienta militar del PRT.

Estuvo preso nueve años exactos. Fue detenido el 3 de diciembre de 1974, cuando tenía 21 años, y liberado el mismo día pero de 1983. “Nos largaron porque venía Alfonsín. En la época que me detuvieron no había desaparecidos, la desaparición como política fue durante la dictadura. Creo que eso nos salvó la vida, los compañeros de mi organización que fueron detenidos durante el golpe no sobrevivieron”.

Jorge estuvo privado de su libertad en el Penal Militar de Magdalena, Caseros, Rawson, Devoto y, finalmente, lo trasladaron de vuelta a Rawson, donde fue liberado. Ese momento lo define como imborrable: “Era de noche, nos largaban de a uno, yo fui el último. Para salir tenías que caminar por un terreno grande, oscuro, solo se veía un poco por la luz de la luna, ¡un cagazo tenía! Llegué hasta una puertita de chapa, la abrí y había un Falcon. No sabía qué hacer, empecé a caminar contra la pared como si eso fuera a resolver algo, el auto iba a la par mío y me siguió hasta la esquina. Fijate el nivel de sadismo que tenían. Seguí caminando un rato largo hasta que me encontré con mis compañeros”.

El referente de la olla es un incansable del hacer solidario y colectivo. De lunes a jueves, organiza la merienda, que suele ser un mate cocido o, cuando se puede, leche chocolatada, según lo que consigan. A veces lo acompañan con facturas que les dona una panadería de la zona. A las 18 arranca la merienda y a las 20, la cena. 

“La idea de la olla fue que los vecinos organizados podamos al menos paliar lo que no resuelve el Estado, pero no de la forma en la que lo hacen las iglesias, por ejemplo, como una cuestión meramente asistencialista e individual. En esta casa hay un objetivo que es político y el trabajo está basado en la solidaridad y en lo colectivo, no en la solidaridad individual. Hay gente que venía a comer y hoy está trabajando acá. Integrar, ésa es la idea, mostrar que somos iguales”.

Sostener la olla como sea

La popularidad de la olla en la Casa creció por su trayectoria y cada vez son más las personas que se acercan; algunas comen allí por que se encuentran en situación de calle, otras llevan una fuente para llevarse la comida y repartirla entre lxs integrantes de su grupo familiar. Jorge asegura: “En un momento logramos hacer una especie de censo y nos daba que entre el 70 y 80 por ciento de los concurrentes a la olla no tenían dónde vivir. El número de raciones diarias que damos está en un promedio de 150. Acá también vienen jubilados que cobran la mínima porque no les alcanza. Desde enero hubo un aumento de personas y más dificultad para nosotros de conseguir los alimentos necesarios”.

Durante la pandemia la Casa recibió ayuda del Estado Nacional en cinco oportunidades con mercadería no perecedera. Hoy no les llega nada, ni de Provincia, ni del Municipio, ni mucho menos de Nación, que se niega a entregar la comida desde diciembre, acopiada en galpones, un gesto de la brutalidad e insensibilidad del Gobierno de Javier Milei.

La olla subsiste por donaciones que realizan lxs vecinxs, algunos comercios de la zona y viejxs amigxs de militancia. “Hay un grupo de compañeros que son ex presos políticos radicados en Francia y al tomar conocimiento de la olla empezaron a juntar cosas, cada tanto nos mandan. Para ellos no es mucho, pero para nosotros es muy importante. El panadero y el verdulero de la zona nos dan la mercadería antes que se eche a perder, también hacemos rifas y peñas para juntar plata para la olla, hacemos de todo para sostenerla”, explica Jorge.

Silvia pica cebolla en la cocina, es la encargada de preparar la comida. “Hoy metí 40 paquetes de lentejas”, dice en voz alta para que la escuchemos desde la sala. “En Lanús hay varias ollas, algunas dependen de las iglesias, otras de organizaciones políticas y también hay, como nosotros, que no tienen ayuda de ninguna organización. La diferencia es que la mayoría no tiene tanta frecuencia como la que tenemos acá”, dice Jorge. 

Algunos ejemplos como muestra del contexto: “Un trapito que viene a la olla me contó hace unos días que la gente le da 50, 60 pesos de propina porque realmente no tiene. Muchos van en auto hasta la estación, lo dejan estacionado y toman el tren para ir a laburar. Otro trapito me contó hace poco algo que me puso muy triste. El fin de año pasado juntó plata, se alquiló una habitación en un hotelucho de Constitución y estuvo ahí dos días. Tenía baño, agua caliente y televisión y con eso fue feliz, ahora ni puede soñar con pagar eso”.

El ajuste cuesta vidas

El Relevamiento Nacional de Personas en Situación de calle (ReNaCALLE) de 2023, impulsado por el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y Nuestramérica Movimiento Popular, registró 154 personas en situación de calle en la localidad de Lanús. Según el Censo Nacional de 2022, realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), esta localidad tiene una población de 462.051 habitantes y hay un total de 33 personas en situación de calle. Debido a la falta de información confiable, son las organizaciones sociales las que salen a realizar relevamientos porque conocen los barrios y desconfían de las estadísticas oficiales que no reflejan la realidad, como lo demuestra la diferencia entre un registro y otro.

“El domingo 29 de mayo tuvimos un hecho lamentable, una persona en situación de calle murió envuelto en una frazada y al lado de él había otro hombre que está internado en el hospital”, cuenta Jorge con el puño cerrado sobre la mesa. Nada se sabe del fallecido, sólo que perdió la vida con frío, malcomido y sin un techo. Nadie se enteró. No fue noticia. Sus compañeros de plaza contaron que asistía a una de las ollas comunitarias que se organizan cerca de la estación de tren de Lanús y que tenía alrededor de 60 años. Hacía mucho tiempo que estaba sin hogar y su salud se encontraba demasiado deteriorada.

Una vida silenciosa e invisible que se termina de apagar como consecuencia de las políticas de hambre de Milei y Sandra Pettovello. El ajuste del Gobierno nacional no solo implica la suspensión de entrega de alimentos a los comedores, sino también la ausencia de asistencia a personas en situación de calle, que en algunos casos dependen de paradores o Centros de Integración Social para salvarse de una noche de frío extremo.

Eleonora es trabajadora social, participa de la olla acompañando a quienes concurren y además integra la Asamblea de Personas en Situación de Calle de Lanús. Este grupo asiste en sus necesidad a quienes viven en la intemperie desde el encuentro y la defensa de sus derechos en colaboración con la Universidad Nacional de Lanús y organizaciones sociales. “Desde diciembre la cantidad de personas que viven en la calle aumentó, sobre todo grupos familiares”, asegura Eleonora. 

Sobre las políticas públicas en Lanús: “El Municipio tiene muy pocos recursos. La gestión anterior de Néstor Grindetti del PRO, quien se mantuvo durante ocho años, hizo poco y nada. Desde la Asamblea pedimos reuniones pero nunca nos recibieron, sólo abrieron un parador durante dos meses el invierno del año pasado para las personas en situación de calle, pero por lo que nos contaron fue una experiencia muy negativa y expulsiva donde las personas recibieron mucho maltrato”.

En abril, el Gobierno provincial inauguró un Centro de Integración Social (CIS). Tal como lo indica la Ley nacional 27.654 de personas en situación de calle, funciona todo el año, las 24 horas. A diferencia de los paradores, los CIS son espacios que nacen con el objetivo de transformar la vida de esas personas, no es sólo un lugar para dormir. Este lugar puede alojar a 20 personas y ya agotó su capacidad debido a que fue destinado a quienes vienen transitando procesos terapéuticos en centros diurnos de la Red Puentes (pertenece al Movimiento de Trabajadores Excluidos - MTE), donde asisten las problemáticas de situación de calle y consumo.

Actualmente, las asambleas que acompañan a personas en situación de calle y las organizaciones sociales del sur del conurbano bonaerense están exigiendo a los municipios que realicen un trabajo mancomunado para que puedan abrirse otros centros en épocas donde los recursos escasean debido al ajuste del Gobierno nacional.

A pulmón, con solidaridad y trabajo colectivo, así se sostiene la olla popular de la La Casa de la Amistad argentino-cubana. Un espacio que es contención y refugio en una época donde gobierna la maldad, personificada en funcionarixs que son los responsables del dolor que sienten muchas personas por tener el estómago vacío. 

Pese a los discursos encendidos del presidente Milei en contra del “comunismo”, en Lanús hay un vestigio de humanidad para los estómagos con hambre a partir de ese puente solidario que la isla comunista del Caribe supo tender con los pueblos del mundo.