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Las energías renovables y cómo pensar un futuro más justo

por Lautaro Romero
Fotos: Martín Álvarez Mullally
14 de febrero de 2022

¿De qué serviría dejar las energías derivadas del uso de combustibles fósiles y apostar a las energías renovables sin atacar el consumo desmedido, la pobreza energética y la desigualdad? ¿Cuál es el camino para una transición energética justa?

Los seres humanos vivimos con una necesidad constante de materia y energía. Con el paso del tiempo nos acostumbramos a disfrutar de ciertas situaciones y pasajes de confort. A su vez nos acostumbramos a que existan grupos económicos concentrados que son dueños de la energía, que deciden el qué y el para qué. También nos acostumbramos a la desigualdad y a la pobreza, y a que haya poblaciones marginadas sin acceso a esa energía.

En gran parte, el uso de la energía no es ni racional ni consciente. Y casi todo lo que consumimos minuto a minuto, segundo a segundo, se genera por la quema de combustibles fósiles: petróleo, gas y carbón. Esto produce alrededor del 46% de los gases de efecto invernadero que hay en la atmósfera. Y como consecuencia, se ha generado la crisis climática y sus efectos colaterales ambientales y sociales: contaminación, pérdida de la biodiversidad, violación de los derechos humanos. En Argentina, donde hay por ejemplo territorios en sacrificio por perpetrar energías extremas como el fracking, el 90% de las fuentes primarias de energía provienen de hidrocarburos. El transporte, la industria y el sector residencial se encuentran entre quienes más consumen.

Antes esta crisis planetaria y civilizatoria, nos preguntamos: ¿Por qué es importante pensar de dónde viene la energía que consumimos? ¿Por qué es importante ver a la energía como un derecho y no como un negocio? ¿Por qué es importante apostar por el futuro de las energías renovables y sustentables –eólica, fotovoltaica o solar térmica, entre otras- y diversificar la matriz energética? ¿Por qué es importante consolidar una transición justa? Y la pregunta quizás más difícil de todas: ¿Cómo hacerlo?
 

Una transición popular

Existen distintas concepciones y distintos discursos acerca de la transición justa y las energías renovables. Hay quienes hablan de una transición energética corporativa, es decir empresas multinacionales, instituciones e inclusive estados y gobiernos que ven en este proceso de cambio una oportunidad de negocio con la premisa de incrementar sus ganancias y crecer ilimitadamente. Persiguen la misión de acumular riqueza, poder, recursos y tecnología. No apuntan a cambiar las lógicas de consumo ni a limitar el extractivismo. Por el contrario, la transición energética que plantean, agudiza los impactos en ambientes y poblaciones. Tampoco cuestionan la distribución, el acceso a la energía y la participación ciudadana en la toma de decisiones. 

Pablo Bertinat, ingeniero electricista, docente de la Universidad de Rosario, coordinador del Observatorio de Energía y Sustentabilidad (UTN) y miembro del Taller Ecologista –organización que promueve la defensa del ambiente y las sociedades sustentables– reflexiona: “La transición energética no consiste sólo en el abandono de los fósiles y la incorporación de las renovables; sino que es un proceso de cambio cultural, político, social y económico que va a llevar bastante tiempo”.

 

“Toda la historia de las energías renovables en Argentina está centrada en mega proyectos ejecutados por grandes empresas extranjeras”.

 Bertinat plantea una transición en que las comunidades sean parte. Para conseguir una transición justa no basta con cambiar el tipo de energía, es indispensable cambiar el sistema de producción de alimentos: “La transición justa es un proceso sobre el cual se puede trabajar todos los días, por ejemplo con la producción local de alimentos, que hace que los alimentos consuman menos energía en su producción y transporte. El sistema energético, además de ser muy fósil, está totalmente centralizado, es opaco, inequitativo, desigual y muy poco democrático. Es un modelo fuertemente mercantilizado donde la energía dejó de ser un servicio público para pasar a ser una mercancía. Hablan de transición energética las empresas, los gobiernos, pero también las comunidades, las cooperativas”.

Por otro lado, están quienes discuten por una transición energética popular. Una propuesta de cambio profundo del sistema energético, con el reemplazo de las energías más caras y contaminantes por aquellas que son renovables y reducen el daño al planeta. Hablamos de justicia socioambiental, de reconocer a la energía como una herramienta para mejorar la calidad de vida de las personas, en otra órbita asociada al derecho y a las necesidades humanas y de la naturaleza. Hablamos de una democratización de la energía, de descolonizar el pensamiento, colocar el cuidado de la vida en el centro de atención. Hablamos de un fortalecimiento del campo popular y los territorios, de proyectos autogestivos, cooperativas y comunidades energéticas que emergen como alternativa a los oligopolios.

“La energía dejó de ser un servicio público para pasar a ser una mercancía”.

Dice Bertinat: “Hay que mirar el sector energético integralmente. El principal sector de consumo de energía en Argentina y América Latina es el transporte. Y pensar en el transporte significa pensar para qué se mueven las cosas, por qué se mueven, si pueden moverse menos. La transición debe atacar todos esos elementos. Hay que lograr una mayor igualdad en el uso de la energía en un contexto muy difícil de cambio climático, con la necesidad de reducir la cantidad de combustibles fósiles pero con la imposibilidad de abastecer con las renovables la cantidad de energía que consumimos. No hay soluciones mágicas. No hay una fuente que vaya a resolver los problemas del país. Es un desafío en un marco de restricciones y desigualdad”. 

Jorge Chemes, quien también es miembro de Taller Ecologista, del Grupo de Trabajo Latinoamericano Energía y Equidad y del Observatorio de Energía y Sustentabilidad de la Universidad Tecnológica Nacional, aporta en la misma línea:
“Debemos pensar una transición energética quizás de no mega proyectos de energías renovables, sino de proyectos que generen dinámicas de cadena de valor del sector de la energía. Vayamos más lento pero con tecnología nacional. Generemos micro proyectos que a su vez generen empleos como sucede con las cooperativas. Toda la historia de las energías renovables en Argentina está centrada en mega proyectos ejecutados por grandes empresas extranjeras. Cambiar un recurso por otro no cambia la lógica de concentración de la riqueza”.

-- ¿Con qué velocidad sería conveniente crecer con las energías renovables? 

-- No me interesa ir rápido, crecer para que el ala de Shell de renovables se siga empoderando. Las renovables como nueva fuente de acumulación del capitalismo nos llevan a lo mismo. Me interesa crecer porcentualmente y permitir el desarrollo social, industrial, la democratización en los debates de energía. Vamos lentos desde esa mirada, desde la participación, el crecimiento endógeno de las energías renovables”.

-- ¿Cuál es el escenario para dentro de 50 años o menos?
-- Hay situaciones que no vamos a poder contemplar, como la gran cantidad de energía continua. Con las renovables eso no puede suceder porque están atadas a cierta estacionalidad, a cierta variabilidad que con distintas tecnologías se puede hacer más o menos estable. Pero en términos de densidad energética, inevitablemente, nos vamos a tener que acostumbrar a vivir con menos energía. Se trata de un menor consumo y una dinámica de consumo distinta. No tener las 24 horas del día una cantidad infinita de energía”.

El germen de un sistema energético distinto

En Argentina, el proceso de privatización del sector de la energía y de las empresas productivas y de servicios comenzó a principios de los noventa, durante el menemismo, como parte de una profunda reestructuración -- impulsada por reformas en el plano económico-- de las industrias energéticas, en especial el sector petrolero, gasífero y la cadena productiva eléctrica. En el sistema eléctrico argentino perdieron presencia las empresas públicas de jurisdicción federal y cooperativas que se desenvolvían en el ámbito de la distribución. De algún modo, comenzó a perderse la noción de la energía como servicio público. 

Jorge Chemes vincula directamente la etapa de privatizaciones del menemismo con la forma de distribuir la energía en el país: “Argentina tiene una ley del sistema eléctrico –Ley Nº 24.065- que deriva del neoliberalismo de los noventa. Esto hace muy dificultoso el desarrollo de otros tipos de experiencias que saquen de la lógica del mercado capitalista a la energía. En Argentina avanzamos muy lento con la generación de energía eléctrica de manera distribuida y colaborativa. Hay proyectos en Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Entre Ríos y Tandil. En los pequeños pueblos donde hay poca cantidad de usuarios no aparecen los privados porque no hacen grandes negocios como en las grandes ciudades. En esos lugares donde no hay una lógica privatista, están las cooperativas que brindan un servicio”.

Para Pablo Bertinat, uno de los ejes centrales al momento de encarar una transición energética justa y popular es “revisar y cambiar todas las normativas, la legislación y la regulación vigente en torno al sector energético”.

 Y en esos cambios las cooperativas y las comunidades debieran tener un rol central: “Tenemos urgencias como la pobreza energética. Necesitamos medidas para reducirla. Mucha gente no tiene energía en calidad y cantidad suficiente para satisfacer sus necesidades. Debemos abandonar rápidamente los combustibles fósiles y las energías extremas y avanzar rápidamente con las renovables con desarrollo nacional para generar empleos. Debemos fortalecer lo público por sobre lo privado, esto implica darle valor a las experiencias cooperativas y comunitarias que creemos son el ejemplo de un germen de algo nuevo a la hora de poner en la gente la toma de decisiones en torno a la energía. Es vital tener políticas energéticas en las grandes ciudades. Lograr autonomía, decisión propia de los pueblos. Creemos que es el mejor camino pensando en un sistema energético distinto”.