Un oasis en la profundidad del desierto sanjuanino es protegido por una comunidad indígena contra las multinacionales mineras y el Estado provincial.
Las Chacras es un viejo oasis situado en una quebrada desértica. A pocos kilómetros de allí, tanto al norte, al oeste y, en especial, al este, hay proyectos mineros. Este oasis natural, con un poblado de alrededor de 80 personas, entre los cerros Pie de Palo y La Huerta, fue modificado por la acción del ser humano, que introdujo ganado y, sobre todo, vegetación, para hacer más llevadera la vida. Alrededor del poblado se encuentran varios cementerios indígenas y herramientas que utilizaron estas poblaciones, conocidas como huarpes.
Actualmente, la población de Las Chacras recibe innumerables presiones para desalojar el lugar. Los proyectos mineros que acechan no se encuentran solos para imponer sus propósitos, sino que cuentan con la venia del Estado, que históricamente ha dejado abandonado a este pueblo.
Las Chacras es un pueblo que cumple con casi todos los requisitos que precisa el lobby minero para poder imponerse: abandono histórico del Estado, aislamiento relativo de los grandes centros urbanos, un futuro agropecuario incierto, producto de la sequía y de la falta de inversión de los sucesivos gobiernos. El “casi” no es decorativo, pues, al igual que lo que ocurrió (y ocurre) en otras poblaciones rurales, con Mendoza y Chubut a la cabeza, las comunidades indígenas se presentan como un duro escollo con el cual deben lidiar los empresarios interesados en la explotación de la tierra y el Estado que los cobija.
El principal proyecto minero en la zona se encuentra en inmediaciones del cerro La Huerta, la sierra que tiene del otro lado poblaciones como Chucuma, Astica y Valle Fértil. Conocido como “Santo Domingo”, este proyecto cuenta con la oposición generalizada de Las Chacras y el resto de las poblaciones mencionadas. “No estamos conformes con que se explote esa minería porque la estamos pasando muy mal con el tema del agua y eso nos está contaminando todo”, recalca Sara Elizondo, integrante de la comunidad huarpe. Su esposo, Jorge Andrada, agrega que “las empresas mineras no se han hecho presentes en la comunidad para charlar ese tema. Tendría que ser una obligación, pero hasta acá no se ha visto”.
Por el momento, los proyectos mineros que rodean a estas poblaciones, en especial el de Santo Domingo -de cobre y oro-, han quedado en un impase producto de la movilización popular de todas las ciudades mencionadas, quienes vienen luchando en defensa del agua, ese bien común tan escaso en la provincia e imprescindible para cualquier proyecto minero.

Tampoco los medios hegemónicos sanjuaninos se han acercado al poblado a narrar su historia y sus necesidades. Necesitamos que los medios de comunicación vengan y vean la realidad”, dice José Luis Marín, el principal referente huarpe de Las Chacras. Y, enfatiza que tanto la intendenta de Caucete, Romina Rosas (PJ), como el gobernador de la provincia, Marcelo Orrego (Juntos por el Cambio), hacen oídos sordos a sus necesidades. “El gobierno nacional en el DNU derogó una ley que es la ley 26160, que es la que nos ampara a nosotros los indios, a los huarpes, y todas las comunidades en todo el país”.
“Si no fuera por nosotros, este pueblo ya no existiría”
Aun no se tiene en claro cuándo y cómo se fundó el pueblo Las Charcas. Pero varios de sus vecinos reconocen, al menos, hasta a bisabuelos huarpes como nacidos y criados en el lugar. A lo largo de más de 150 años, pero con más énfasis desde la década del setenta, se han desarrollado conflictos en torno a la propiedad de esas tierras. Terratenientes, abogados y algún que otro policía dividieron al pueblo sobre estos asuntos, siempre con el apoyo de los gobiernos de turno, quienes han dejado aislado sistemáticamente al pueblo, que sobrevive solo por el empeño y la fuerza de sus integrantes, los que hace menos de una década comenzaron a autorreconocerse como huarpes.
José Luis Marín es uno de los que se puso a la cabeza de la campaña para autorreconocerse parte de este pueblo. En 2016 comenzaron a juntarse con Franco Gil, representante de las comunidades huarpes en el Consejo de Participación Indígena (CPI), a raíz de las disputas territoriales en la zona. “El 25 de mayo de 2022 hicimos el relevamiento territorial, que vinieron las autoridades de Buenos Aires y de San Juan”, explica Marín. En 2023 consiguieron la personería jurídica como Comunidad Huarpe de Las Chacras. Fue una tarea ardua y de mucho debate en la que participó casi todo el pueblo. La cuestión india siempre estuvo presente en la localidad, ero como una especie de secreto a voces. “En cualquier lugar donde andas encontrás registros de cacharros, tumbas y piedras escritas. En su momento nosotros, antes de autorreconocernos, mucha ´bola‘ no les dábamos. Pero hoy en día tenemos esas cosas pero también las tenemos como tapadas porque hubo un momento en que había unos terratenientes que rompían las cosas que encontrábamos para que nosotros no tengamos evidencia para poder autorreconocernos”.
La realidad contemporánea de Las Chacras no dista mucho de la de un siglo atrás. Su relativo aislamiento solo es roto por el esfuerzo de sus pobladores. La “ausencia” del Estado en realidad es la contracara de una política que tiene por objetivo el abandono poblacional de estas codiciadas tierras: a la falta de mantenimiento y/o asfalto del camino de acceso, se le suma la ausencia de una sala de primeros auxilios, por lo que no cuentan con acceso a la salud pública. El internet llegó hace muy poco por gestión de los propios vecinos que contrataron a un prestador privado, incluso para la escuela pública, ya que el Estado no brinda este derecho elemental en pleno siglo 21. “Si no fuera por nosotros, este pueblo ya no existiría, porque imagínate, no nos arreglan el camino, no tenemos sala de primeros auxilios. Gestionamos nosotros para tener internet, gestionamos para tener la luz, que nunca antes lo hubo”, señala el referente huarpe.

“No tenemos salud pública”
Con más de un siglo y medio de existencia, la histórica ausencia de acceso a derechos elementales en Las Chacras solo puede ser interpretada como una política de Estado que atraviesa a todos los gobiernos de turno. “El tema de las necesidades en el pueblo son varias”, nos comenta Pedro, vecino desde hace más de 40 años y cuyos padres y abuelos nacieron y se criaron en la localidad. Agrega que: “Por empezar, la salud pública no la tenemos. Es muy complicado cuando hay gente que se enferma. Hay veces que no hay movilidad para salir de acá”.
--¿Qué ocurre con la salud pública?
Lo que más o menos entiendo yo es que siempre ponen excusas por el camino. O sea, si tenemos que llamar a la ambulancia, lo primero que nos contestan es que tenemos que sacar nosotros al paciente para allá. En el caso mío, que no tengo una movilidad en condiciones, no lo puedo hacer.
Jorge Andrada y Sara Elizondo son pareja hace más de 40 años. Jorge es nacido y criado en Las Chacras y Sara nació en Sierras de Chávez y se mudó al pueblo desde que comenzó a convivir con su compañero. Ambos reconocen que la cuestión de la salud es uno de los grandes inconvenientes del pueblo. “Ahí fíjese que estamos mal porque sala no tenemos, por empezar”, comienza Jorge. Y amplía: “Los médicos vienen una vez cuando truena fuerte”. Denuncia que “tampoco hay remedios. Hay que buscársela como uno puede. En ese caso, seríamos enfermeros casi todos”, señala con sarcasmo, en relación con la utilización de remedios caseros. Comunica que también tienen dificultades para sacar turnos médicos en las ciudades y que al respecto no cuentan con ningún tipo de contemplación por vivir en zonas rurales y sin médicos. “La verdad que está todo muy difícil. Estamos como en un pueblito olvidado más que nada por el gobierno”, se queja.
Indios criollos, trabajadores precarizados
El antropólogo Diego Escolar ha dedicado dos libros y varios artículos a la cuestión huarpe. En Los indios montoneros. Un desierto rebelde para la nación argentina (Guanacache, siglos XVIII-XX) utiliza como herramienta conceptual la categoría de “indios criollos” para caracterizar a las poblaciones estudiadas en la obra, ya que es muy difícil, sino imposible, encontrar etnias puras a partir de la colonización española. De esta forma evita caer en miradas ingenuas y moralizantes. La categoría ayuda a entender el derrotero de estas poblaciones en la zona. Debe recordarse que, según coinciden la mayoría de los estudiosos, la cuestión huarpe comenzó a ser rescatada con fuerza recién en los años noventa. Hasta ese entonces primó la visión de las clases dominantes cuyanas, la de una supuesta extinción de estos indios y su supuesta integración y/o asimilación pacífica a la “civilización”.
Histórica y sistemáticamente las poblaciones indígenas del continente se han vistos forzadas a incorporarse a las filas más explotadas de la clase obrera, luego de pasar por una extensa etapa como mano de obra esclava. La población rural de Las Chacras no es una excepción: ya sea quienes decidieron emigrar a la ciudad o aquellos que se mantienen en el pueblo, se ven forzados a vender su fuerza de trabajo para poder subsistir. Frente a la consulta si es común que el poblador de Las Chacras vaya a trabajar a la cosecha de la uva a otros departamentos, Pedro respondió que “sí, siempre lo hemos hecho. Ese es uno de los laburos que tiene hasta ahora la juventud y mucha gente que está todavía acá. Y también mucha gente que se ha ido por no tener laburo”.
Marcelo es un joven trabajador de poco más de 20 años nacido y criado en el pueblo. “Acá desde los 10 años ya se hacen laburos”. Ir a soltar y buscar cabras al campo para su familia fue su ingreso al ingreso al mundo del trabajo. A los 12 años comenzó a ir a la cosecha de la vid en Caucete, primera ciudad importante, cercana a unos 150 kilómetros de distancia.
Desde hace 3 años Marcelo se va desde mediados de enero hasta mediados de marzo a trabajar en la temporada de manzanas y peras de Río Negro. Se encarga de poner la tela antigranizo en las plantaciones. Son varios los jóvenes de Las Chacras que se dirigen a esa provincia como trabajadores golondrinas, lo hace porque recibe un mejor salario que en la cosecha sanjuanina o mendocina: en la provincia patagónica le cubren los gastos de alimentación y le brindan un lugar para dormir y bañarse. Recién cuando se terminan los dos meses de trabajo cobra su sueldo, que este año rondará los 900 mil pesos por mes. Las jornadas laborales comienzan a las 6 de la mañana y terminan a las 7 de la noche, con una hora de descanso para el almuerzo. Lo que prima en todos los casos es la precarización laboral para estos trabajadores rurales, sea en la provincia que sea.
En soledad, las familias trabajadoras huarpes de Las Chacras resisten contra los intereses de las multinacionales mineras. Hasta el momento, los atropellos de las clases dominantes no lograron derrotarlos, pese a los innumerables intentos por dividirlos.

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