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La agroecología y el camino a la felicidad

por Lautaro Romero
05 de noviembre de 2021

Cada vez son más las personas que eligen producir alimentos sanos y libres de veneno y han transformado, junto a los modos de producir, sus propios modos de vivir. Mientras transcurre el Mes de la Agroecología, compartimos experiencias y sentires de quienes decidieron abrazar otra forma de habitar el campo.

Rubén Rey es tambero en la localidad de 30 de agosto, en Trenque Lauquen, Buenos Aires. Lleva una década en transición de la producción tradicional hacia la agroecología. Investigó. Hizo viajes, caminó por los territorios. Conectó con las personas y sus experiencias. Hoy Rubén tiene su propia marca de leche, “Cimarrona”, que se encarga de envasar y vender en los comercios locales a 100 pesos el sachet.

Mientras charla con Cítrica, Rubén –quien produce de 60 a 80 litros por día– observa el campo, unas 80 hectáreas: está lleno de golondrinas. Hacía años que no veía tantas. Por eso las observa. Como observa a las vaquitas de San Antonio posarse en las pasturas. Aprendió que estos bichos hermosos y coloridos se comen los pulgones que se alimentan de la savia de las plantas. Y que ya no era necesario usar fertilizantes, herbicidas y distintos insumos químicos para enfrentar esta plaga. También aprendió que el gramón, una especie de maleza que comen sus vacas, tiene proteínas, y que las malezas no son tan malas después de todo.

“Mi vaca lo único que come es pasto para generar la leche, y es un pasto totalmente natural, sin agroquímicos –dice Rubén–. La leche se pasteuriza dentro del sachet, es decir que no hay riesgos de contaminación ni de bacterias. La leche que estás consumiendo es totalmente natural. Con el otro sistema era muy simple: contratabas a una fumigadora para que venga, te queme toda la maleza, venías, sembrabas y nada más. Sin embargo, cuando pasa una máquina fumigando, todo eso muere porque el suelo está muerto. Nuestra visión empieza por el suelo, es nuestro fuerte, hay que recuperarlo. Después uno busca darle valor agregado al producto”. Luego sentencia: “La gente debería cambiar el paladar, hoy la leche industrial es 90 por ciento agua”. 

El otro sistema del que habla Rubén son las grandes cadenas y monopolios que depredan todo a su paso, que ponen en riesgo al planeta, que insisten con el uso de paquetes tecnológicos para producir comida que enferma y no alimenta. Que hablan de progreso pero fomentan la exclusión y no hacen nada para asegurar el bienestar de los pequeños productores, ni para recuperar los valores de la agricultura familiar.

Rodrigo: "Ir a favor de la vida es lo que hay que hacer cuando se trabaja con sistemas vivos. Al ser parte del territorio que se va transformando, también te transformás vos".

La transición hacia la agroecología suele ser gradual: un productor de 200 has., por ejemplo, comienza a probar con este modo de producción en 30 has., recupera la fertilidad del suelo, detecta que también es rentable y así se expande a más hectáreas. Y cuando los productores tradicionales se enteran que los agroecológicos redujeron los costos, no están endeudados y el campo tiene más vida, les llama la atención. En distintos puntos de la pampa húmeda hay casos de productores que antes producían soja y maíz para exportar y decidieron reconvertirse para priorizar la producción de alimentos para el mercado interno (frutas y verduras, hortalizas, carne).

Rubén: “Nosotros producimos en pesos y compramos en dólares. Si seguíamos trabajando así, haciendo las cosas mal, hoy hubiésemos desaparecido como productores tamberos, o estaríamos en grandes problemas económicos. En nuestro caso, la producción es un poquito inferior, pero es más barata. No tenemos grandes gastos. Además, la agroecología hace que tomes conciencia y te conectes más con el campo. Tengo una tranquilidad enorme y la satisfacción de saber que cuando yo te llevo la leche al domicilio, es un producto sano y no le estoy haciendo daño a nadie. Y la felicidad de ver a mis hijos corriendo dentro de un campo donde no hay más que seres vivos. Conocí un montón de gente que está en la misma situación, hay muchas ganas y somos cada vez más los que tratamos de hacer el cambio”.

Según el Censo Nacional Agropecuario más reciente (2018), hay unos 5.000 establecimientos en el país con producción orgánica, agroecológica y/o biodinámica. A su vez, la Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroeocología (RENAMA) registra más de 100 mil hectáreas en esa senda productiva.

Para fomentar, visibilizar y fortalecer la idea de que la agroecología actualmente es mucho más que un horizonte, mucho más que un sueño, sino más bien un alternativa (con hashtag propio: #ElCaminoEsLaAgroecología) que está instalada desde hace tiempo en los territorios, la RENAMA junto a la Sociedad Argentina de Agroecología (SAAE) y la Dirección Nacional de Agroecología (DNAE) impulsaron la celebración del VII Mes de la Agroecología (del 20 de octubre al 20 de noviembre) en distintas provincias.

Hay una agenda nutrida de actividades, charlas, visitas a establecimientos agroecológicos, capacitaciones; y una convocatoria abierta a organizaciones, centros de investigación y docencia, productores y productoras, ferias, locales de venta, comerciantes, consumidores, medios de comunicación, cooperativas y todo aquel que sienta necesario participar. 

Marisol: "La agroecología va mucho más más allá de producir de otra manera, porque si no hablaríamos de productivismo agroecológico bajo las normas del capitalismo y la bicicleta financiera".

 

Pasarlo por el cuerpo

Rodrigo Castro Volpe es geógrafo y productor radicado desde hace dos años en Baradero (Buenos Aires), tiene un campo de 10 has. con una granja familiar (Granja Guazú). Crían gallinas, tienen trigo, frutales y hacen pasturas. “Pasarlo por el cuerpo para aprender”, dice Rodrigo sobre el modo que encontró para abrazar la agroecología. 

“¿Qué estoy produciendo, veneno y enfermedad o salud y bienestar para los vecinos?”, se pregunta Rodrigo, quien también forma parte de la RENAMA, esta inmensa red que entre algunas cosas lucha por el buen vivir y la soberanía alimentaria. Sobre la mirada que impera en el campo argentino, más preocupado por las exportaciones y los dólares que por el bienestar nacional, dice: “No importa tanto el PBI o las exportaciones como indicador, hay otros valores importantes. Ir a favor de la vida es lo que hay que hacer cuando se trabaja con sistemas vivos. Al ser parte del territorio que se va transformando, también te transformás vos”.

Sobre el Mes de la Agroecología, Rodrigo cuenta que la iniciativa empezó hace unos siete años en Guaminí –a más de 400 km de CABA– como un encuentro de productores. En esa ocasión hicieron un viaje a La Aurora, emprendimiento modelo de Benito Juárez reconocido por la ONU, y luego se siguió la tradición de abrir las puertas de los establecimientos: “Es como una bola de nieve, lo más impactante es abrir las puertas de los campos y mostrar cómo se produce”. 

Así harán el 16 de noviembre en Trenque Lauquen, cuando presenten a la comunidad el trabajo que sostiene Suelo Vivo: una agrupación de varios productores locales –entre ellos Rubén Rey– que desde hace algunos años destinan alrededor de 1.700 has. a la producción de alimentos agroecológicos: carne, miel, pavos, pollos, huevos y –claro– leche. 

 

Ese insumo llamado felicidad

Una encuesta que hizo RENAMA para conocer la evolución de los establecimientos agroecológicos entre el año de inicio y el sexto año, muestra que más allá de las variables económicas, todos los productores dicen que son “más felices” que antes. 

Marisol Vesco Moro es veterinaria y profesora de Biología. Además, es miembro del grupo Conciencia Agroecológica, que nació en diciembre de 2016. Junto a su familia se dedican a la ganadería bovina de ciclo completo: crían y venden en El Descanso, un campo de 50 hectáreas en Arenaza, a 35 km de Lincoln. Cuando conocieron la experiencia modelo de Guaminí, Marisol y su familia entendieron que la agroecología era posible. Intercambiaron saberes, les ayudaron y finalmente hicieron la transición.

Marisol: “Antes aplicábamos herbicidas y fungicidas en las pasturas porque no sabíamos producir de otra forma. Estábamos sembrando muerte. Cuando aplicás agrotóxicos estás envenenando a tu vecino, a tu empleado, a tus hijos. Es cuestión de conciencia. Y además teníamos una dependencia de quienes venían a sembrar y fumigar. La mayoría de las veces invertías mucho dinero y quedaba en la nada”. 

Rubén: "Tengo una tranquilidad enorme y la satisfacción de saber que cuando yo te llevo la leche al domicilio, es un producto sano y no le estoy haciendo daño a nadie. Y la felicidad de ver a mis hijos corriendo dentro de un campo donde no hay más que seres vivos".

¿Qué cambió? “Cuando aprendimos las técnicas de la agroecología, vimos que había una autonomía enorme. Con una fertilizadora comenzamos a sembrar semillas al voleo, cuando queríamos y como queríamos. La producción de carne aumentó. Bajaron muchos los costos de consumo externo, la rentabilidad es buena. Volvimos a ser dueños de la tierra. Antes mandaban todos menos nosotras”.

Algunas de las técnicas y principios que implementan en el campo de Marisol: pastoreo intensivo y descansos largos para que se recuperen los animales. Acariciar a los animales para no imponerse desde la violencia y que no les tengan miedo. Cuidar que los animales no tengan hambre ni frío, reducir al máximo la cantidad de antibióticos que se utilizan, desparasitar sólo cuando sea necesario y no de manera sistemática, aprovechar los beneficios del escarabajo estercolero. Además, hacen siembra directa dando tiempo a la naturaleza para que responda, y utilizan tecnologías más “de procesos” y menos dependientes “de insumos”, lo que les permite ser más libres.

Dice Marisol: “Lo hacemos para producir alimento sano pero también para devolverle la vida a nuestro suelo. Amamos a la Madre Tierra. Ella nos brinda todo y devolverle la salud es fundamental. No se trata solo de ganar dinero. Le hemos robado tanto como humanidad, ha llegado el momento de devolver por amor a la vida”. 

¿Y la ganancia? “Se trata de una rentabilidad con cuidado del ambiente. Sanamos los productores, sanamos nuestros vínculos y que haya un intercambio justo. Acá necesitás gente, das mano de obra, empleo genuino, no trabajo esclavo. Los peones rurales han sido muy maltratados. Se trata de una filosofía de vida: que todos estemos bien. La agroecología va mucho más más allá de producir de otra manera, porque si no hablaríamos de productivismo agroecológico bajo las normas del capitalismo y la bicicleta financiera”.

Marisol confiesa que es feliz, que permanentemente proyecta cosas. Como el sueño de dejar la ciudad –actualmente vive en Lincoln– y mudarse al campo. Un “paraíso”, con un parquecito muy lindo, donde desayuna entre el verde y el canto de los pájaros. Antes de despedirse nos pregunta: “¿Qué valor le pones a tu libertad? ¿Qué valor le ponés a tu salud? Eso no tiene precio”.


La grilla completa de actividades por el Mes de la Agroecología se puede consultar en: https://linktr.ee/mesdelaagroecologia