Una vez por mes, personas de todas las edades se reúnen en un espacio cultural de Boedo a probar juegos de mesa y divertirse hasta la madrugada.
Todo empezó con un grupo de amigos que se juntaba a jugar al T.E.G. en el bar cooperativo La Casona de Humahuaca. Un día decidieron abrir la partida a otras personas, después sumaron otros juegos y esa rutina se mantuvo fija hasta que La Casona les quedó chica por la cantidad de asistentes. En un resumen muy sintético, ésa es la historia de La Cantera, una ONG que nació de aquel grupo de amigos con espíritu lúdico y que a lo largo de diez años supo tejer una gran red nacional de juegos y recreación.
En Buenos Aires, el primer sábado de cada mes la cita es en otro centro cultural autogestionado: La Minga (Maza 1165, Boedo), donde se desarrolla La Noche de Juegos. Se trata de una juntada muy concurrida de jugadores y jugadoras de distintas edades que llegan con el único propósito de divertirse. Hay familias del barrio, visitantes de lejos, grupos de adolescentes, parejas y hasta personas solas que se enganchan a jugar con otras desconocidas. Las mesas están esparcidas en los amplísimos ambientes de esta antigua casa convertida en espacio cultural y sobre ellas circulan además de comidas y bebidas a precios populares un sinfín de tableros, dados, fichas, cartas, peones y más.
Se trata de una juntada muy concurrida de jugadores y jugadoras que llegan con el único propósito de divertirse.
Elige tu propia aventura
Acá no se ven ni el T.E.G. ni el Carrera de Mente ni el Burako ni ninguno de los juegos de mesa más tradicionales. Uno de los atractivos de la Noche de Juegos es la posibilidad de probar cosas nuevas, y para eso están los coordinadores de La Cantera que van de mesa en mesa explicando cómo son los movimientos de piezas en el Led, de qué manera se suman los puntos en el Dixit, qué importancia tiene prestar atención al rival en el Abalone, cuándo conviene deshacerse de las piedras preciosas en el Kinmo, cómo desarrollar estrategias en el Quixo. La Cantera tiene una ludoteca con casi 1.000 juegos de formatos, dinámicas y procedencias diversas que se van renovando mes a mes.
Quienes llegan por primera vez a La Minga juegan doblemente: con cada uno de los juegos que eligen y también con ese ritual lúdico de probar varios durante la noche, como si a un niño le dieran libre albedrío en una juguetería durante algunas horas. Los habitués, en cambio, repiten los juegos de su gusto o bien se dejan sorprender con alguna nueva recomendación.
Desde las mesas de juego llegan risas, bromas y arengas entre participantes.
La felicidad no tiene precio
“Para nosotros el juego es un momento de encuentro”, dice Leo, uno de los fundadores de la ONG que lleva adelante una filosofía atípica en estos tiempos: actividades para juntar a los vecinos, abiertas a todo público y totalmente gratuitas. De hecho, la Noche de Juegos en La Minga es a la gorra (en un cartelito pegado en una mesa se lee: “Creemos contribuir con esta forma a igualar las oportunidades de acceso a la cultura”).
En la noche de Boedo, sorprende ver a tantas personas adultas jugando en simultáneo. “No hay muchos espacios que fomenten el juego y acá la gente se conecta con ese espíritu, se encuentra con otros en un momento donde todo es muy virtual”, opina Gastón, otro de los organizadores, mientras abandona la charla para abrirles la puerta a los visitantes que siguen llegando al lugar, muchos de ellos en bicicleta.
Pasada la una de la mañana, todavía circulan bandejas con empanadas, tartas y vasos de cerveza o gaseosa. Desde las mesas de juego llegan risas, bromas y arengas entre los participantes. El ritmo acelerado de la misteriosa Buenos Aires parece detenido en este lugar donde sólo hay espacio para divertirse y pasarla bien.
¿Cuál es el secreto? Los referentes de La Cantera apelan a su experiencia personal: “Jugar es cosa seria porque quien juega no finge, es auténtico”.
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