Entre las imágenes del desastre en Salta, donde el Río Pilcomayo arrasó, miles de familias sobreviven bajo el yugo de una pobreza que no baja del 40%. Comunidades originarias abandonadas, obras públicas que no contienen tanta agua, un Corredor Bioceánico como espejito de colores, el cambio climático y los desmontes. ¿En el medio? El hambre. Y mucha plata.
Las inundaciones de Salta pudieron prevenirse, evitando la magnitud de los daños a los ciudadanos más golpeados por el 41% de pobreza en la provincia. Las familias wichís, chorotes, chulupíes y tobas se autoevacuaron del desborde del Río Pilcomayo, sufriendo graves daños materiales y emocionales. El gobierno de Gustavo Sáenz tenía información desde Bolivia que ya estaba llegando el desborde, pero de todos modos no evacuó a cientos de familias. Además, se sabe de los grandes movimientos del río que ya han ocasionado inundaciones similares en 2010 y 2018.
Hay cinco elementos para entender las inundaciones del mes pasado: el histórico abandono nacional y provincial en contención social; obras públicas mal pensadas que no aguantan la presión del Pilcomayo; la ambición multimillonaria de Brasil, Paraguay, Argentina y Chile bautizado como el “Corredor Bioceánico”; el cambio climático con los desmontes y, por último, la poca cobertura mediática como factor de invisibilización de un norte argentino.
“El Corredor Bioceánico es un proyecto que ya empezó en Brasil y Paraguay. Acá es una obra en potencia aún. Se esperan 2000 camiones por día por la zona, es una locura”, dice Juan Pearson vive en Salta, quien vive en Salta desde 2004.

Hace dos décadas Juan trabajó en muchos espacios como técnico de desarrollo rural y también investigó integralmente la realidad de las comunidades originarias de la zona: “Viví en la comunidad La Vertiente y las inundaciones de 2010 nos hicieron buscar terrenos más altos. Hoy vivo en la comunidad wichí Larguero y en el transcurso de todos estos años me puse en pareja, tengo chicos, soy uno más por acá”.
¿Por qué se inundó el Chaco Salteño?
El Río Pilcomayo es uno de los más importantes en tanto el transporte de sedimentos: “Deja volúmenes increíbles. Después de las inundaciones, hay partes con 40 centímetros de barro con sedimentos que debemos esperar semanas enteras para que se sequen”. Las zonas más afectadas son lugares, en general, bastante secos de mayo a noviembre.
Tras las crecidas del Río Pilcomayo y el Bermejo, hubo pérdidas desde muebles, heladeras, camas, casas enteras como sus producciones y animales. “Las más dañadas que conozco son las comunidades La Estrella, San Anselmo y la 4 de Agosto, lo perdieron todo. También me enteré que hubo afectados en la zona de Santa María donde hay muchas comunidades pequeñas desparramadas”.
El Corredor Bioceánico, todavía no tan desarrollado en Argentina, generó obras de anillados y rutas que no están a la altura de contener el movimiento versátil que suele elegir el Pilcomayo. Sus corrientes no son rectas, cambian, varían en ese sector de Salta. “La Ruta 54 es como un terraplén, eso y los anillados generan mucha presión sobre el caudal del agua que debería fluir naturalmente”, señaló Juan.
No hay una propuesta de infraestructura sería para corregir obras. Lo dejan así, precario.

“Si se hubiera hecho con la cantidad de puentes necesarios hace unos nueve años capaz que La Estrella no hubiera tenido drama, el agua hubiese podido evacuar. Hay una especie de problema estructural, técnica, y año a año el río va cambiando de lugar para sus golpes más fuertes. Es la naturaleza propia de un río de llanura, con meandros”.
Ese bucle de repetidas inundaciones ya anticipa que el año que viene, es posible que golpee más a Santa Victoria Este, luego la zona del Pozo, y vaya mutando porque, en síntesis, las rutas “encorsetan” al río: “Bloquean la salida natural que es hacia el sureste como pendiente. Si quieren llegar al Corredor Bioceánico deberán hacer puentes en serio, largos, continuos… no puentecitos”.
En el norte salteño, el tiempo va distinto, a un ritmo político que se volvió un costumbrismo de la negligencia. No planean viviendas dignas, agua potable, contener a las comunidades originarias que en este evento se evacuaron solas hasta que llegó el gobierno provincial -en medio de las críticas de Gustavo Sáenz al gobierno nacional oficialista y a los opositores por no ayudar a su provincia-.
“Yo diría que el primer asfalto que vimos acá fue en 2017”, dice Juan. Es muy probable que si la idea del Corredor Bioceánico las comunidades digan que si con eso prometen hospitales, rutas bien hechas, comercios: “Hay que ver qué pasa, el 80% de esa ruta que quieren hacer pasar por territorio indígena donde habitan las comunidades”.

-¿Qué tiene que ver el cambio climático con todo esto?
-Juan: Las inundaciones, los desmontes y el cambio climático tiene una correlación. El gran volumen del agua ante eventos grandes de precipitación se potencia en lugares donde se eliminan los montes para dejar un cambio de cultivo.
-¿En qué sentido?
-Juan: La tierra no absorbe como antes las grandes lluvias. Pensá en un espiral que se va potenciando. Con la eliminación de bosques aumentan las temperaturas, con el aumento de las temperaturas incrementa la evaporación. Luego hay climas más extremos, con eventos extremos de precipitación que hacen que rebalse aún más el río.
El desastre hídrico que se repite, en conclusión, es un círculo donde se retroalimenta el cambio climático, con los desmontes, con el agronegocio, con las obras públicas poco eficaces, la pretensión del Corredor Bioceánico, el cauce naturalmente potente del Pilcomayo y el extremo abandono de las comunidades indígenas por todos los colores políticos habidos y por haber.
Un poco de territorio para comprender
Para Juan, que vive hace 20 años en el norte salteño, hay una “reconfiguración” de la economía de manera muy vertiginosa en los últimos 100 años. “El desarrollo de colonos ganaderos, criollos, representantes de la avanzada del Estado llegó por acá hacia 1902. Desde entonces hasta hoy, la socioeconomía de las comunidades mutó radicalmente”.
De la vida de caza, pesca, recolección a una de marginalidad. Pero, ¿cómo se conecta este factor socioeconómico con las inundaciones? “Afecta el modo de vida. Antes las comunidades indígenas se iban a las zonas altas con la llegada del agua y luego, al bajar el río, volvían a sus orillas para pescar. Ahora los asentamientos son fijos, no pueden irse”.
Para comprender mejor la presencia, o mejor dicho ausencia, del Estado Juan lo ejemplifica con Santa Victoria Este: “Data de 1983 la presencia del gobierno nacional, del Estado. Antes de eso no había ni municipio”. Recién con el retorno de la democracia, definen instalar las primeras instituciones como el sistema de salud. “En términos de organismos como INTA, Desarrollo Social, yo diría que recién entre 2010 y 2015. La poca presencia es incluso con el gobierno provincial porque estamos muy lejos de la capital de Salta”.

-¿Qué mirada tenés sobre cómo actuó el gobierno salteño con las inundaciones?
-Juan: En la comunidad Larguero nos quedamos aislados, rodeados de agua. Tuve que nadar porque mi moto quedaba al otro lado para que pudiera ir a comprar víveres en algún almacén. Lo que pasa es que, en líneas generales, la dirección de los operativos de prevención, evacuación, contención quedan en manos de funcionarios que no conocen el territorio.
-¿En qué sentido?
-Juan: No dimensionan las características del lugar. No saben cantidades de gente aisladas, los accesos para entrar o salir, dónde hay riesgos, dónde intervenir primero, dónde aprieta más el río y dónde no. El Comité de Emergencia fue un “Comité de Descoordinación”. ¡Eso puede mejorar! No es fácil porque hay intereses que se contradicen.
-¿Algún ejemplo de “descoordinación” el mes pasado?
-Juan: Hubo algo bastante bizarro para quienes vivimos acá. Montaron el campamento principal para evacuados a 23 kilómetros del pueblo. Lo llenaron de soldados, gendarmes, camiones, policías, carpas… Toda la infraestructura pero la gente realmente afectada (como La Estrella, Misión La Paz, San Anselmo, 4 de Agosto) se estaban yendo como podían porque perdieron todo. Estaban solos y el campamento repleto de gente disponible pero con su estructura ¡a 50 kilómetros sin ningún tipo de interacción!
En medio del desastre, la línea del gobierno provincial fue exigirle a unas 200 personas con discapacidad que fueron a la zona urbana, alejada, a renovar sus carnets de discapacidad. Otra vez los caciques, las fundaciones, las comunidades marcando lo absurdo hasta que postergaron ese trámite. Hoy la mayoría de los caminos están intransitables, no empezaron las clases, los vecinos están limpiando los caminos para transitar, el barro y las rutas destrozadas no facilitan el retorno a la vida cotidiana.
¡Ojo que se viene el Corredor Bioceánico!
La Ruta 54 del lado argentino se conecta con la Ruta 15 del Paraguay. Es una ruta que entra en el corazón de Santa Victoria Este, luego Santa María, Misión la Paz rumbo a Pozo Hondo. Se quiere conectar el Océano Atlántico, desde Brasil, con el Océano Pacífico en Chile. “El puente que conecta nuestro país con Paraguay se hizo en 1996 cuando todo era puramente monte. La idea del Corredor es más cercana en el tiempo porque el asfalto ya está llegando a 25 kilómetros del lado argentino y en Paraguay ya unos 100, con empresas licitadas, avanzando”.
Es cuestión de algunos años más para que este Corredor sea una realidad para el territorio.
-¿Hay gente a favor de esta propuesta?¿Qué debates surgen?
-Juan: Hay gente esperanzada de que harán algo bueno. Será de un gran impacto ambiental, con todo lo explicado del Río Pilcomayo, pero también se lastimará la dinámica social. Acá si pasan con suerte 20 camionetas por día, entre Misión La Paz y Santa Victoria Este, ya es un montón. Hablar de dos mil camiones al día -que es la propuesta del Corredor- es directamente una locura.
Ya la ruta, terminada entre 2013 y 2017, está siendo un gran problema para propiciar más descontrol en el caudal de agua y en las inundaciones. “Es como dije, funciona como un terraplén porque los puentes, alcantarillas, no son útiles para el enorme caudal del Pilcomayo. En su cauce máximo, que es natural, manda agua por sus salidas de siempre pero ahora se topan con la ruta… con esos terraplenes.
-Si las obras del Corredor Bioceánico siguen a este ritmo, ¿qué puede pasar?
-Juan: Hablemos del Corredor en potencia, aún, porque no está desarrollado. Para mi hoy la población no vislumbra que las comunidades del paso fronterizo entre Misión La Paz y Pozo Hondo se podría llegar a transformar en todo lo que es un paso fronterizo. Es decir, tráfico de personas, drogas, contrabandos, inseguridad… lo que todo el mundo ya sabe, lo que se te ocurra.
-¿Y quienes están más a favor, qué dicen?
-Juan: Muchos acentúan que el Corredor incentivará a la producción, al desarrollo. Esta es una zona rural de alto consumo, a cargo de los terratenientes, y de muchas comunidades que trabajan para la subsistencia: miel, artesanías, pequeñas producciones o animales. A quienes más beneficiará este Corredor Bioceánico es a los sojeros que pasarán sus camiones desde el Mato Grosso, Brasil, hasta Chile para ir más rápido por el Pacífico hacia China.

DNI: Documentos Negados a Indígenas
Mientras se anuncia el Censo 2022 para conocer las diversas realidades del país, comunidades originarias enteras no tienen documentación identitaria. En ese contexto nació la campaña “Ni un Indígena sin DNI”. El NOA sigue siendo la gran deuda estatal.

Abren la canilla y salen gusanos
Habitantes de San Antonio de los Cobres caminaron tres días hasta la capital salteña para reclamar por agua que puedan consumir. El acueducto que Urtubey prometió en 2014 iba a tardar seis meses, pero aún no existe. Mientras, aumenta la cantidad de personas enfermas.

Vienen del monte
Más de veinte mujeres wichí del Chaco salteño se organizaron para comercializar sus tejidos de chaguar, que hilan de manera artesanal y tiñen con tintas naturales. Eligieron un nombre, Thañí, una etiqueta y un modo de defender su trabajo.