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Éramos felices y llegó la policía

por Pablo Bruetman
Fotos: Hernán Vitenberg
17 de marzo de 2019

La feria de San Telmo siempre fue una fiesta donde convivieron artesanos, vecinas y turistas. Sin embargo la policía de Larreta demostró el domingo 10 de marzo que está dispuesta a todo para despejar la zona y hacer sus negocios.

Pipo tiene golpes por todos lados: en la cara, la nariz, los ojos, las rodillas. Ahora se afeito y se encontró con más moretones. Dice que la espalda le quedó negra. Ya no sabe bien si es por cómo durmió en la comisaría o por los golpes de los bastones. Le pegaron y lo detuvieron. Como pasa a diario en la ciudad que gobierna Horacio Rodríguez Larreta: para el trabajador precarizado nada de ayuda, solo palos. Pipo ya tiene 61 años y siempre vivió haciendo artesanías con el cuero. “Es mi forma de vida, no conozco otra. Antes cuando venía un gobierno liberal como este me iba a otro país pero ahora ya estoy grande y no puedo”, se lamenta. Quisiera vivir tranquilo y debería poder: sus hijos ya son grandes y a él con lo que sacaba de dinero en la feria de San Telmo le alcanzaba para una vida sin lujos pero tranquila. La vida que él quiere tener y el Gobierno de la Ciudad busca prohibirle.

Tranquilidad también es la que buscaban Ana y Emilio al pasar un domingo por la Feria de San Telmo. O al menos un poco de descanso. Pero también terminaron con golpes y en la comisaría. Todo por no mirar para el costado. “A mi en lo personal no me parece no hacer nada, si están vulnerando los derechos de las personas: había un montón de gente lastimada, por eso nos acercamos demasiado, no queríamos mirar para el costado”, explica Ana. La solidaridad no la comprendió el comisario Benítez: “¿Qué están haciendo acá? Fuera, no tienen nada que hacer”, les ordenó. “Me puse a gritar como loca porque no pensaba que me podían detener, tenía derecho de presenciar lo que estaba pasando, ni siquiera filmaba. Mi marido gritaba que me soltaran, que no teníamos nada que ver, que sólo estábamos paseando y le contestaban ‘¿para qué la traes a pasear? Como si él me trajera a mí, como si yo siguiera sus órdenes. ¿Yo no podría haber ido por mis propios medios?”, se pregunta Ana y denuncia un ambiente de violencia machista tremendo; encima después a Emilio le gritaba: “Vení cagón, vení cagón”.

Antes de los palos, había aprendizaje, autogestión y lo que siempre elogian los gobiernos de Cambiemos: emprendedurismo. Artesanos y artesanas, al no estar habilitados para vender por la decisión del Gobierno de la Ciudad hacen talleres “para mostrar que somos productores, si bien Defensa no es una feria netamente artesanal, los que nos unimos somos artesanos, y tratamos de darle una mano al que no lo es para que empiece a producir algo”, cuenta Pipo. 

“Esto no lo veo desde el comienzo de los 80. Fue una cosa tan dura que me hizo acordar a las marchas del final de la dictadura, cuando la gente se animaba a salir" 

Antes de la policía, había fiesta. “Vivo acá desde que tengo un año, la feria siempre fue una fiesta, compartir y bailar con vecinos laburantes y artesanos. Siempre fiesta”, dice Tomás, a quien el sentimiento lo llevó a bajar de su casa e ir a bancar a los artesanos.También terminó preso.

Lili es artesana plástica. Y está en la feria del pasaje San Lorenzo, la que aún es legal. Ella no terminó presa pero la agarraron del brazo, le lastimaron el antebrazo y la hicieron volar contra el piso. “Quedé tonta”, confiesa. Todo porque vio cómo entre varios policías pisaban a un chico que estaba en el suelo. Quiso ayudarlo y le dieron con palos. Antes de los palos, Lili, acompañaba a los artesanos que estaban haciendo los talleres y a los que, más tarde, la policía les robó sus instrumentos. “Usamos herramientas que son carisimas, yo que trabajo con el cuero puedo perder un cinto pero no los instrumentos para hacerlo, gubias, troqueles, trinchetas, martillos, pinzas, reglas. Y quienes hacen cerámica necesitan tornos que salen fortunas”, explica Pipo, quien al menos en eso tuvo suerte: no perdió nada.

Pipo y Lili son personas ya de pelo blanco. Vivieron gobiernos liberales y también la dictadura, tiempos en donde la artesanía y la venta callejera son malas palabras. “Esto no lo veo desde el comienzo de los 80. Fue una cosa tan dura y tan tremenda que me hizo acordar a las marchas del final de la dictadura, cuando la gente se animaba a salir. Pero si bien las consecuencias en ese entonces eran peores, ahora las tecnologías son otras. Antes iban a caballo y lastimaban menos. O te mataban o te lastimaban menos. Ahora están muy preparados, a mi me agarraron con una manopla con nudillos de metal”, denuncia Lili.

“Hicimos los talleres para que no nos confundan. Para diferenciar que no somos reventa, no vendemos lo mismo que negocios, pero Espacio Público fue a levantar todo”, agrega Pipo para demostrar que también es una persecución al productor que muchas veces si entrega su producción a un local termina obteniendo una retribución económica menor a la que su trabajo corresponde. Lo mismo pasó con productores y productoras de la UTT en Constitución un mes atrás. Quienes producen nuestros alimentos y nuestras vestimentas en forma digna, necesitan ofrecer sus productos a consumidores y consumidoras por fuera del mercado tradicional, que los denigra y les da migajas por su trabajo. El Gobierno en vez de tomar nota de la situación y buscar las soluciones, lo que decide es mandar los palos de la policía a las ferias.

Julieta Vázquez es la mujer a la que el comisario y encargado del operativo, Cristian Benítez, totalmente fuera de control, le pegó y la arrastró por la calle, como pudo verse en una fotografía tomada por Sergio Goya. Ella lleva 12 años como artesana en la feria de San Telmo y por supuesto nunca había vivido algo así: “Me agarró de los pelos, era un tipo enorme, estaba re sacado, me arrastró y me tiró contra el piso, al toque vino otra cana más. Después siguió la corrida, siguieron levantando compañeros. Fue todo muy rápido y violento y la policía me dio un golpe al piso. En ese momento apareció un vecino y filmó lo que pasaba y Benítez se le acercó, le dijo ‘Che, loco no’ y ahí lo agarraron a él también”.

Ese vecino era Tomás Hidalgo. Él como Lili, como Ana, como Emilio, como Pipo, como Julieta, como tantos artesanos, como tantas vecinas, como tantos turistas, antes de los palos estaba tranquilo descansando. “Estaba en casa tranqui, vivo a la vuelta de la feria y vi en las redes que había represión, sin pensarlo me cambié y salí para la feria a defender a mis vecinos laburantes y artesanos. Cuando llegué a la esquina de Bolívar y Chile, venían corriendo seis o siete efectivos y me puse a filmar a la par de ellos, ahí formaron un cordón y yo quede en el medio: saqué fotos y me agarraron al voleo unos de chalecos, que sospecho que son los famosos servicios, en la foto en la que el oficial Benítez aparece desquiciado pegándole a Julieta Vázquez, al lado de él está el tipo que me detiene con una cara de locura total”.

“A mi un policía me agarraba del cogote y otro me pegaba en la cara, como si fuese un pelirgo o los hubiese agredido a ellos. Me agarraron de los pies también en la filmación, hay tres o cuatro que nos están llevando, no agredimos a los policías, más allá de que nos puteemos y hagamos cánticos, no queremos agraviar”, dice Pipo y lo remarca porque al ser liberado y llegar a su casa prendió la televisión y se encontró con los medios de (des)comunicación mintiendo y tergiversando: “Me llama la atención Crónica especialmente que se dice estar del lado del pueblo. Muchos medios mienten sobre lo que pasó, había muchos policías de civil que empezaron con el lío. Se infiltraron. Después se ponen un chaleco celeste y te llevan preso, todos saben cuál es la modalidad de la policía para hacer todos estos despelotes. En algunos canales decían que nosotros empezamos los desmanes y por supuesto que no fue así: no podemos ir a la pelea, no somos boludos”.