Enfermeros y enfermeras: "Larreta nos desprecia"

por Diego Lanese
Fotos: Federico Imas
21 de noviembre de 2020

El Gobierno de la Ciudad no reconoce a la enfermería como una actividad profesional. Como consecuencia, trabajadores y trabajadoras de la primera línea de lucha contra el covid sufren una precarización laboral que nos pone en riesgo a todes.

La Argentina tiene la tasa de enfermeros/as por habitantes más baja de la región. Sin embargo, la Ciudad de Buenos Aires desde el 2018 se da el lujo de no considerarles como profesionales sanitarios, pese a tener en muchos casi igual o más cantidad de años de capacitación que médicos y médicas.

La discriminación y precarización a enfermerxs es una constante de la gestión de Horacio Rodríguez Larreta que, por ejemplo, este año decidió pagarle solo la mitad del bono que se otorgó al personal de salud para enfrentar la crisis del coronavirus. Las enfermeras y enfermeros fueron a reclamar sus derechos a la legislatura, a fines de septiembre. Allí sí el gobierno les trató igual que otros sectores que reclaman en la Ciudad: los reprimió con palos y golpes. 

“Larreta nos desprecia”, dicen desde la Asociación de Licenciados en Enfermería (ALE), que vienen motorizando junto a otras organizaciones los reclamos para el ingreso a la Carrera Profesional, entre otras mejoras. En el país la enfermería es un sector estructuralmente escaso. Se estima que actualmente hay 3,8 enfermeros cada 10 mil habitantes, muy lejos de las recomendaciones internacionales. Incluso comparado con los países vecinos la cifra es baja: La Organización Panamericana de la Salud (OPS) reporta que Chile tiene la mayor cantidad de enfermeros (22 cada 10 mil habitantes), seguido de Uruguay (18,9), Paraguay (4,6), Brasil (7,1), y Bolivia (5,1).

“Desde hace unos años la edad promedio de los enfermeros es de 50 años, se imaginan, planteles que se ponen viejos, que están cansados, con salarios que no alcanzan”, explica Andrea Ramírez, jefa de Enfermeras del Área Programática del hospital Ramos Mejía. Con 22 años de experiencia, sabe lo que es reclamar por estas falencias, y no ser escuchada. “Los gobiernos no invierten en salud pública, esto pasó con todos. En los hospitales del interior del país los equipos de salud están devastados, enfermería viene pidiendo mucho por la falta de personal”, remarcó. 

 

La pandemia Larreta

Mucho antes que el coronavirus azotara al mundo, y pusiera a prueba a los sistemas sanitarios, en la Ciudad de Buenos Aires los enfermeros y las enfermeras afrontaban otra pandemia: la gestión sanitaria del PRO. En 2018, la legislatura aprobó un proyecto del oficialismo que les dejó fuera del escalafón profesional junto a los licenciados en Bioimágenes, en Biotecnología y en Instrumentación Quirúrgica, que fueron enmarcados como “empleados administrativos”.

“El conflicto está muy fuerte, desde la ALE hace muchos años que venimos en la lucha, diría que 20 años. Las primeras licenciadas en enfermeras veían que otras carreras estaban reconocidas dentro de la salud, pero la enfermería era discriminada”, recuerda Ramírez, referente de la Asociación. En la Ciudad de Buenos Aires, la lucha se intensificó desde que el gobierno tomó esta medida. “A medida que pasó el tiempo es más marcada la discriminación, porque en el salario es determinante, sobre todo con más de un año de salarios fijos, paritarias a la baja y la falta de ingreso de personal”, agrega la enfermera del Ramos Mejía. 

Según los cálculos de la ALE, por esta medida, los enfermeros y las enfermeras cobran hasta un 50 por ciento menos que otro profesional. Como ejemplo, un nutricionista que ingresa a un cargo hospitalario puede cobrar cerca de 100 mil pesos, mientras una enfermera con 20 años de antigüedad no supera los 50 mil. “Y somos los que estamos en la primera línea, la que atiende, la que levanta, la que rota, la que cura las escaras, la que aspira las secreciones, controla los aparatos, la higiene y el confort, cuidas los alimentos, somos los y las que hacemos todo”, remarcó Ramírez. 

A los enfermeros y las enfermeras del Tornú cuando empezó la pandemia les quitaron los barbijos que antes sí les daban

En julio de este año, en pleno pico de casos de coronavirus, el personal de enfermería del Hospital Durand decidió hacer una de las primeras medidas de fuerza de la pandemia. Ante el inminente colapso del centro asistencial, los trabajadores salieron a reclamarle al gobierno porteño soluciones a viejos y nuevos problemas. “Rodríguez Larreta bastardea la enfermería no reconociendo como profesionales a quienes hemos estudiado”, sostiene Héctor Ortiz, enfermero en el Durand y referente del Frente de Salud Germán Abdala en ATE. Con 35 años de trayectoria, sufre en carne propia la discriminación, porque su especialidad en pediatría “tampoco es reconocida”.

“Todo esto genera mucha bronca, sobre todo desde el 2018”, dijo. Mucho más cuando en medio de la crisis se registraron unos 500 contagios de Covid-19 en el hospital, incluyendo tres fallecimientos.  “El Durand fue una insignia de la lucha de enfermería y de todo el personal de salud, porque no teníamos insumos, los que llegaban eran de mala calidad. Todo lo que se logró fue en base a la lucha”. 

 

Una lucha en desventaja 

Carolina Cáceres ingresó al hospital Tornú hace 15 años, como secretaria de uno de sus laboratorios. Con padre y abuela enfermerxs, había iniciado la carrera de Filosofía, pero una vez en el nosocomio, se decidió por hacer la licenciatura: “Me costó mucho porque lidiar con el dolor es bastante fuerte, es un trabajo de una carga emocional importante”. Finalmente, logró su título y comenzó su carrera. Cáceres sabe bien lo que significa la discriminación laboral de la gestión de Rodríguez Larreta: “Pasé de administrativa a enfermera y mi sueldo varió 500 pesos, que es lo que sale el ambo que usamos”.

En su nueva carrera, debió conseguir otro trabajo, y en un viaje se fracturó la muñeca. La pandemia la encontró en los consultorios externos de otorrinolaringología –donde hacía menos fuerza –pero luego fue traslada al “frente de batalla”: la unidad de febriles de urgencia. “En el primer momento no se conocía muy bien la forma de contagio, fue difícil acostumbrarse a vestirse, había problemas respecto a la llegada de los elementos de protección personal”.

En esos primeros meses, el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires cambió varias veces los protocolos, pero siempre dejó en un estado de indefensión a la enfermería. En el Tornú, esto llegó al ridículo. “Antes de la pandemia, para hacer una laringoscopia usábamos barbijos N95, pero de un día para el otro los dejaron de entregar.

Los instructivos oficiales decían que las enfermeras que entraban a salas Covid no necesitaban ese barbijo, era suficiente con uno común, una locura, dejamos de usar algo que sí nos daban antes de la pandemia”, recalca Cáceres. Esta situación, y lidiar con un virus desconocido, generó un estado de angustia que se repitió en todos los centros asistenciales. “Fue muy difícil ir a trabajar sin saber a qué te estás exponiendo, y a que expones a tu familia, los riesgos que llevás a tu casa, para nosotras fue muy pesado”, agrega la enfermera. 

“Para el Gobierno de la Ciudad, no somos esenciales, somos descartables”

En el hospital Ramos Mejía, el panorama en ese momento fue similar. “El inicio de la pandemia fue tremendo, fue brutal, en los primeros tiempos entramos en una situación de angustia, no nos daban los elementos de protección personal para empezar”, remarcó Andrea Ramírez. Allí también hubo problemas con los barbijos, que no se entregaban regularmente incluso cuando ya había circulación comunitaria del virus.

Para cambiar eso, se presentaron recursos de amparo ante la justicia, que hicieron que la gestión de Fernán Quirós, ministro de Salud porteño, tenga que garantizar los elementos. “Imaginen el estrés de tener que atender a una persona que no sabías si estaba contagiada, y los jerárquicos te negaban un barbijo. Fue tremendo en un principio. Ahora mejoró, pero con nuestros reclamos y nuestras denuncias. El gobierno tiene que cuidar al personal, nos mandaba a la guerra sin armas”, completó Ramírez. Con el tiempo, la entrega de elementos se regularizó, pero siempre están atentos a cualquier faltante. Esto no evitó los contagios entre el personal, el colectivo más afectado por la pandemia.

Héctor Ortiz, enfermero del hospital Durand, tuvo a su ex mujer internada grave en terapia intensiva, y su hijo, también enfermero, con un cuadro moderado de la enfermedad. “Llegamos a tener el hospital completo con pacientes con Covid, en ese momento el error fue internar todos los casos, incluso los leves, que hoy pasan la enfermedad en la casa. Hoy estamos más tranquilos, pero siempre atentos”, detalló. 

 

Rebelión en la sala

El faltante histórico de enfermeros, en la Ciudad de Buenos Aires y el país, quedó expuesto por la pandemia, ya que a partir de los contagios y los aislamientos, los planteles se vieron severamente afectados. “El recurso humano en enfermería es uno de los déficits históricos del sistema de salud de la Argentina. “Es un recurso escaso, mal tratado, mal pago, por eso además tenemos poca gente que se dedica a estudiar enfermería”, analiza el enfermero del Durand Héctor Ortiz. 

“Toman de ministro a alguien que viene del sector privado, que está acostumbrado a gerenciar, entonces nos ‘recontra precarizan’ más, porque así se garantizan trabajadores por dos pesos. Bajan salarios en el público que después son mano de obra barata en el privado, donde también los explotan”, agrega la referente de la ALE en el hospital Ramos Mejía, Andrea Ramírez. 

En estos meses, la enfermería salió a la calle pese a la pandemia para hacer oír sus reclamos. Los salarios bajos y la tensión por la pandemia, fueron los ejes de las protestas que buscan terminar con la precarización laboral existente. “Se incorporaron unos 1.500 enfermerxs, que eran realmente puestos necesarios, pero no se sabe si van a continuar porque sus contratos vencen el 30 de noviembre”. 

En algunos casos, los contratos se renuevan mensualmente, o los trabajadores deben facturar como monotributistas. Muchas de estas incorporaciones fueron a los centros de aislamiento y hoteles armados por la Ciudad, que a medida que se fueron desarmando fueron desvinculando al personal. “Verbalmente les decían que si iban a estos lugares podían pasar a planta, pero después no les renovaron los contratos”, afirma la enfermera del Tornu, Carolina Cáceres.

 

Sin este recambio, el personal de los hospitales no puede tomarse sus licencias, necesarias para paliar el estrés. El agotamiento se hace sentir, sobre todo cuando hay más tareas. “Hacemos muchas actividades, y en la pandemia tenemos más trabajo. Para que el camarero no entre a la salda Covid, deja la comida en la puerta y la ingresa la enfermera; para que el kinesiólogo no pase tanto tiempo en la sala, la movilización y la kinesio respiratoria la hace la enfermería”, destaca Cáceres. 

Con este panorama, la enfermería festeja su día nacional, movilizado y reclamando por sus derechos. Alzando la voz sin descuidar sus obligaciones. “No somos esenciales, somos descartables”, concluyen, a la espera de respuestas. 
 

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