El productor Sam Phillips además de redefinir la escena cultural de los Estados Unidos apostó por el Rey. Dos caminos que se cruzaron para hacer historia.
Atraído por la oleada de música popular que surgía de los clubes y restoranes de la mítica calle Beale de Memphis, el adolescente merodeaba el mundillo de los músicos callejeros y mamaba la country music de los blancos de la época, y entonaba la música gospel (evangélica) de las iglesias locales afroamericanas. Cantaba los éxitos pop del momento y consolidaba un estilo en sintonía con la histórica confluencia de dos razas singulares, la negra y la blanca. Fue en la cultura popular donde comenzaron a caer los prejuicios sociales que imperaban en una sociedad marcada por el racismo. Las figuras comerciales de aquellos días eran Bing Crosby, un emergente Frank Sinatra, Nat King Cole, Johnnie Ray, Perry Como y Dean Martin.
Sin imaginarlo, Presley se desplazaba rumbo a un encuentro que sería crucial para su carrera, con un productor discográfico que había tratado de abrirse camino como disc-jockey radial y hotelero: Sam Phillips. Nació en Alabama (1923), probó suertes (sin éxito) en la ciudad de Nashville, y recaló en Memphis (1939) atraído por las magia de la calle Beale, donde en todas las esquinas había gente tocando y cantando. Se ganaba la vida animando bailes en el hotel Peabody. En base a grabaciones de blues, jazz y música pop. Algo bullía en aquellos años y Phillips sintonizó la frecuencia y la necesidad de un estudio de grabación y un sello discográfico. Su cita con Elvis Presley era inminente.
El emprendedor alquiló un local que bautizó Memphis Recording Service y en su tarjeta imprimió: “grabamos de todo, en cualquier parte y a cualquier hora”. Así, corría de un lado a otros grabando conciertos, funerales, casamientos y cumpleaños. Hoy se le pondera como padre espiritual del rock and roll: produjo las grabaciones debut de figuras como Elvis, Jerry Lee Lewis, Carl Perkins, B. B. King, Roy Orbison, Ike Turner, Johnny Cash, Howlin Wolf y otros desconocidos. De ese modo, Sam Phillips se convirtió en uno de los pioneros musicales del siglo XX, un productor que redefinió la escena cultural de Estados Unidos, grabando talentos locales en un modesto estudio sureño en el 706 de la avenida Unión y volcando los resultados en su compañía Sun Records. Que tuvo corta vida, aunque sus hallazgos se distribuyeron bajo otras denominaciones: RPM, Modern y Chess. Uno de sus primeros éxitos nacionales se tituló Perro Feroz, por Big Mama Thornton.
A los 18 años, en junio de 1953, se consumó la mágica convergencia. Elvis soñaba con iniciar su carrera como profesional y, alegando que quería regalarle un disco a su mamá, atravesó el portal de la empresa grabadora para registrar el primer acetato de su vida. Venía de ensayar con el guitarrista Scotty Moore y el contrabajista Bill Black. Respondió con soltura el llenado de una ficha de rutina. Y cuando la recepcionista le preguntó en qué género se clasificaba, Elvis respondió: “Canto de todo”. Ella lo presionó: “¿Cómo quién suenan sus canciones?”, Elvis replicó: “Yo no sueno como nadie”. Y se metió en el estudio. Sam Phillips estaba en el local y escuchando el registro, algo le llamó la atención. Le indicó un comentario a su empleada, para adosarlo en la ficha. “Buen cantor de baladas. Retener”.
Así, Presley y Phillips comenzaron su aventura compartida. Un segundo acetato, con más ritmo y menos romanticismo, no entusiasmó a los disc-jockey radiales de la ciudad. El paso siguiente fue el debut del trío en vivo, en el salón del Bon Air Club. Elvis nunca compuso temas: pero era un eficaz intérprete de melodías ajenas y un excelente guitarrista rítmico. Y motivado por el ritmo, comenzó a agitar las piernas durante los interludios instrumentales, realzados por el baterista D. J. Fontana. Y las chicas de público comenzaron a ulular. Nacía la leyenda de “Elvis The Pelvis”. Giras intensivas, primeros resultados con buenas ventas de discos. Tras verlo y escucharlo en Texas, otra figura ascendente, Roy Orbison, profetizó: “Su energía es increíble, su instinto es sorprendente. No se lo puede comparar. En la cultura actual no hay nada que funcione como referencia para posicionar a Elvis”.
De un día para otro, a finales de 1955, mientras el mundo juvenil norteamericano lloraba la muerte en un accidente automovilístico del joven actor James Dean, Elvis fue “descubierto” por un manager famoso, el Coronel Tom Parker que compraba el contrato de Elvis por 35 mil dólares y el 10 de enero de 1956 el joven artista grababa Hotel de Corazones Destrozados para la compañía RCA. Impacto arrollador en los ránkings de ventas de discos. Seguidos por versiones de temas clásicos de Little Richard, Ray Charles y Carl Perkins, especialmente sus Zapatos de Gamuza Azul. Los especiales de TV que siguieron lo colocaron masivamente en la ruta de los triunfadores. Como era menor de edad, su papá debió firmar los contratos.
Pero sus contoneos de caderas no fueron bien vistos por la prensa conservadora: Los críticos de televisión bramaron en su contra: Jack Gould del New York Times escribió: “El señor Elvis carece de capacidad cantora discernible, sus fraseos, si así se puede llamarlos, consisten en variaciones estereotipadas análogas a las arias de un principiante en la ducha. Su única especialidad es un acentuado movimiento del cuerpo, primordialmente identificables con el repertorio de las bombas rubias de los teatros de revistas”. Y el famoso conductor televisivo Ed Sullivan lo caratuló como “impropio para la televisión familiar”.
El resto es historia. En 1958 fue reclutado para cumplir con el servicio militar (que cumplió en una base de Alemania), durante los entrenamientos quedó devastado por el fallecimiento de su mamá, se casó con Priscilla Beaulieu, y pese a no estar en escena durante la “colimba” mantuvo 40 discos en los primeros puestos de los ránkings de ventas.
Su regreso a la vida civil y el estrellato en films de Hollywood lo recolocaron en primera línea. Y después, como muchas otras luminarias, desde Marilyn Monroe hasta Michael Jackson, fue devorado por Hollywood y el star system norteamericano. Falleció a los 42 años, gordo y medicado, en agosto de 1977. El museo de su mansión Graceland recibe 600 mil visitantes anuales. Filmó 31 largometrajes de ficción y 2 documentales de conciertos. Entre 1954 y 1978, registró 102 discos simples, 30 extended plays, 70 álbumes de vinilo para discos RCA, 4 para el sello Pickwick y 5 para Sun Records de su amigo Sam Phillips, al inicio de todo. Son incontables los relanzamientos, las ediciones en CD y las reproducciones piratas. Pasan las décadas y sus fans siguen amándolo sin vocación de olvido.
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