Elsa Sánchez de Oesterheld le contó a Cítrica cómo se encontró con el amor de su vida en un club de Núñez, donde el creador de El Eternauta jugaba al tenis y soñaba con ser científico.
Hace años que pasó los ochenta y es lógico que su aspecto sea el de una mujer frágil. Sin embargo, la fortaleza de Elsa Sánchez de Oesterheld es algo que nunca deja de sorprender. La dictadura cívico-militar le “arrancó” a su familia. Literalmente a su familia: secuestró y asesinó a su esposo, sus cuatro hijas, sus yernos y le robó a sus nietos. Pero de esa “mochila” que carga desde 1977 esta vez preferimos no hablar con Elsa, quien nos recibió en su departamento de Colegiales y con el cariño de una abuela recordó los tiempos en que se topó con el amor de su vida.
¿Cuándo y dónde conoció a Héctor?
Íbamos a un club en Núñez, donde asistían muchos alemanes. Nos conocimos allí, porque él era nieto de alemanes. Hubo mucha simpatía enseguida, y mucho tenía que ver su personalidad. Él era muy particular, casi te diría que era un sabio. Yo en ese entonces tenía veinte años o menos y él tenía 24, jugaba mucho al tenis y no se fijaba en nadie. En lo que sí se fijaba era en la ciencia. No había nada que hacerle: él era científico por naturaleza. Era un individuo nacido para la ciencia. Incluso tenía un médico conocido que le dijo “largá todo y dedicate a la medicina”. Era una bestia de sabiduría. Y como a mí también me gustaba mucho leer, me llamó la atención. Me parecía un tipo rarísimo. Era una persona que no te cansabas de oírla. Yo ni me acuerdo como fue que nos pusimos de novios. Tomábamos el té juntos, nos veíamos en el club. Había, como te diré, una cosa muy mutua, en el sentido que para él yo era una chica especial. Después conocí a su familia y su suegro te diría que fue como un segundo padre para mí, porque era una persona muy afectuosa y estaba encantado de que yo estuviera de novia con su hijo. Fui muy querida por su familia, también por sus hermanas. Así fue que con el tiempo llegó el casamiento y nos fuimos a vivir juntos a Palermo. Yo tenía 22 y él tenía 26, cuatro o cinco años de diferencia.
¿Por ese entonces su marido ya escribía historietas?
No, la historieta la empezó mucho después. A mí me encantaba. Y él se sorprendió porque yo tenía un concepto muy particular de la historieta también, la empecé a entender muy bien. Y él se sorprendió y una de sus chocheras conmigo fue esa. Él siempre trató la historieta dirigida a los chicos pero de manera muy especial, con intención de generar algo en el lector. Era un escritor desesperado y dispuesto a hacer maravillas con la historieta. Y cuando empezó yo lo aplaudí y después lo renegué de lo lindo porque no lo dejaban vivir. Los chicos lo adoraban. Todo lo que él escribió era para los chicos, y era una maravilla. Y yo la vi a esa maravilla. El decía: “Lo que hay que hacer es que el chico quiera a la historieta, porque la historieta es la vida”.
¿Esas historietas dónde salían?
En la calle. Y volaban. Los chicos se lo hacían saber. Se sentaban en la puerta de casa cuando salían del colegio y mi marido tenía que salir y decirles: “Si no se van, no escribo más, y el próximo tomo no lo van a ver”. Y se iban corriendo. Esa era la primera época en la que empezó escribir. Le encantaba que estuvieran los chicos ahí. A él le gustaban los chicos y le gustaba escribir cosas para chicos, pero quería algo más. Y cuando empezó El Eternauta dijo: “Esto es lo mío”. El Eternauta es la vida del ser humano común que tenga ganas de ser algo, dijo. Y aunque sea pobre o tenga defectos es un ser humano que hay que enseñarle a vivir como tiene que vivir una persona que le guste vivir de otra manera, acompañando a todos. No a alguno y nada más. Yo creo que era un genio. Era un tipo increíble.
¿Héctor mientras lo escribía ya se daba cuenta de que era algo completamente distinto?
Fue otra cosa. El que lo ha leído, lo sabe. El Eternauta no es un libro de historietas, sino de historias del hombre común, que no tiene oportunidad de nada, pero descubre que también puede. Lleno de defectos, de problemas, de lo que fuera. Era la vida, la vida real, en un libro de historia. No de historietas, sino de historia de la vida. La repercusión fue brutal. Vos ves el público que tiene hoy El Eternauta.
¿En ese entonces les cambió la vida su publicación?
Totalmente. A veces todavía la gente me pregunta: “¿Usted es la mujer de El Eternauta?" Es una admiración. A mí me sigue sorprendiendo la cantidad de gente que lo leyó y lo sigue leyendo. En Europa una cantidad de gente impresionante. Francia, Italia, hasta en Rusia. Un día nos llamaron de Rusia para decirnos que era una obra muy conocida y querían hacerla por toda Rusia. Dicen que lo siguen publicando en diferentes países. Pero hablar de El Eternauta sería un poco atrevido de mi parte. Porque tendría que estudiar mucho, para decir realmente lo que ha sucedido con El Eternauta. Sé que lo siguen publicando. Hay gente que me dice que no lo conocen, y otros que es una barbaridad. Yo no lo sé, yo no pretendo crear una ideología que a lo mejor no lo es.
* Esta entrevista fue publicada en 2014.
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