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“Somos perseguidos como delincuentes”

por Revista Cítrica
13 de abril de 2025

Golpes, amenazas, humillaciones, insultos y el despojo de la herramienta más valiosa que tienen para subsistir: el carro en el que transportan cartón, plástico, vidrio, metales o cualquier material que pueda venderse. Ser cartonero en Buenos Aires: casi un delito.

Las y los cartoneros de la Ciudad de Buenos Aires denuncian, una vez más, la violencia que padecen cotidianamente mientras recorren las calles en busca de materiales reciclables. La escena se repite con demasiada frecuencia: golpes, amenazas, humillaciones, insultos y, sobre todo, el despojo de la herramienta más valiosa que tienen para subsistir, el carro en el que transportan cartón, plástico, vidrio, metales o cualquier material que pueda venderse. Sin ese carro, se quedan literalmente sin trabajo.

A la violencia física se suma la violencia económica. Cuando la Policía de la Ciudad o los inspectores del Gobierno porteño les quitan sus carros, no sólo los dejan sin la posibilidad de juntar materiales: también les imponen multas que superan los 60 mil pesos. Para un cartonero o cartonera, que gana lo justo para sobrevivir día a día, esa cifra es imposible de pagar. Es una condena a la indigencia, a la exclusión, a la desesperación.

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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“Nos sacan el carro y nos dejan sin trabajo. Necesito trabajar porque vivo de eso, tengo que pagar un alquiler. Ya tengo mi edad, no consigo otro trabajo”, cuenta un trabajador de la Villa 31, con la voz cargada de angustia. Como él, cientos de cartoneros porteños enfrentan el mismo dilema: salir a la calle a trabajar significa exponerse a la persecución estatal, pero no salir significa no tener qué comer.

En un contexto de crisis económica, con un desempleo que no deja de crecer y una inflación que pulveriza los ingresos de las familias, cada vez más personas recurren a la recolección informal como una forma de supervivencia. Jóvenes sin trabajo, adultos mayores que ya no encuentran lugar en el mercado laboral formal, mujeres que necesitan mantener a sus hijos, familias enteras que salen con sus carros para poder juntar algo de dinero. El cartoneo, lejos de ser una elección, se convierte en una de las últimas alternativas frente al hambre.

Sin embargo, la respuesta del gobierno de Jorge Macri es la represión. En lugar de reconocer el valor social y ambiental del trabajo cartonero --que reduce toneladas de residuos que terminarían en el relleno sanitario y genera una economía circular--, se los criminaliza. Se los persigue como si fueran delincuentes, cuando en realidad cumplen una tarea que beneficia a toda la sociedad. El mensaje es claro: para las autoridades, los pobres sobran, estorban en la ciudad.

Los testimonios se multiplican: carros incautados en pleno centro porteño, golpes en los barrios populares, amenazas a mujeres cartoneras que salen con sus hijos, detenciones arbitrarias. Cada carro confiscado es un plato vacío en la mesa de una familia. Cada multa impaga es una deuda imposible que los empuja más a la marginalidad.

Frente a este panorama, las organizaciones cartoneras vuelven a levantar la voz. El viernes 11 de abril, a las 11 de la mañana, en Parque Lezama, cartoneros y cartoneras de distintos barrios se reunirán en una nueva asamblea. El objetivo es claro: exigir soluciones reales y denunciar públicamente esta política de persecución. Reclaman el reconocimiento de su trabajo, la devolución inmediata de los carros retenidos y el cese de la violencia policial.

La asamblea no será sólo un espacio de denuncia, sino también de organización colectiva. Porque los cartoneros saben que la única manera de resistir es juntos, unidos, visibilizando una realidad que el poder político intenta ocultar. Mientras tanto, seguirán recorriendo las calles, empujando sus carros como pueden, con el temor de que en cualquier momento se los arrebaten.

Lo que está en juego no es un simple objeto, sino la posibilidad de sostener la vida. “Somos perseguidos como delincuentes”, repiten una y otra vez. La pregunta, en todo caso, debería invertirse: ¿qué sociedad persigue a quienes trabajan para sobrevivir y cuidan, además, el ambiente de todos?