En todas las latitudes de la región, pequeños productores resisten los embates de la gran industria de alimentos. La historia de Norma Bogado y su lucha en defensa de la madre tierra desde Paraguay.
En el departamento Paraguarà de Paraguay, dentro del distrito de Escobar, existe una comunidad campesina llamada Ybyraty, que alberga a unas tres mil personas, quienes comparten una visión del mundo y buscan transformar la conciencia del ser humano de la forma más terrenal: trabajando dÃa a dÃa la madre tierra y defendiendo la agricultura familiar campesina frente a los embates de la gran industria de alimentos.
Salvando las distancias −fÃsicas, históricas, sociales y culturales− las historias de las y los campesinos de Paraguay no está muy lejos de la realidad que se vive a tan solo kilómetros del centro de Mar del Plata, en el cordón frutihortÃcola donde decenas de mujeres (y también hombres) trabajan la tierra dÃa a dÃa con la convicción de que la salud integral −del ser humano pero también del ecosistema− está en manos de quienes producen.
Norma Bogado es una productora de alimentos orgánicos oriunda de la comunidad Ybyraty. Es miembro de la organización campesina Cultiva Paraguay, además de integrante del Movimiento de Salud MarÃa Rivarola. Se define como guardiana de las semillas y defensora de la madre tierra y, además, es madre de seis hijos e hijas.
Norma estuvo en Mar del Plata durante la última semana y formó parte de la quinta Asamblea Mundial por la Salud de los Pueblos dentro del panel “Modelos de maldesarrollo y salud de los ecosistemas”, donde compartió espacio con referentes de la región como Sagrario Lobato Huerta (México), Remco Van de Pas (Alemania) y Marta Maffei (Argentina).
Su intervención estuvo atravesada por su historia personal, esa que la hizo ser quien es hoy, porque, en sus propias palabras, ella es “semilla de aquella lucha” que emprendieron quienes la antecedieron. “Soy productora de productos orgánicos, trabajo la madre tierra. Empecé desde muy niña, por la intoxicación que tuvimos en la familia, mi padre tuvo cáncer y nos dejó“, compartió Norma durante el panel y asà contó cómo fue que se inició en la búsqueda de otro modelo agroecológico que le permitiera evitar repetir la historia de su padre.
Es que, la muerte de su padre producto de la exposición a agroquÃmicos, cuenta Norma, la hizo reaccionar y entender que la alimentación es la base de la salud integral. Y en ese momento, asegura, fue cuando comenzó su lucha. “Empezamos junto a mi mamá; yo soy la mayor de cinco hermanos y éramos muy pobres”, recuerda y cuenta cómo a partir de las alianzas con otras comunidades campesinas, su familia se volcó hacia la agroecologÃa, esa que permite producir sin necesidad de exponer ni a los alimentos ni a las personas a productos tóxicos y nocivos.
“Actualmente soy guardiana de las semillas nativas y criollas y tenemos un mercado de productos orgánicos; elaboramos alimentos de todas las variedades de productos secos que tenemos y logramos también cambiar nuestro sello para etiquetar nuestros productos”, destaca en relación a uno de los logros del movimiento campesino de Paraguay: la creación de Sello de la Agricultura Familiar.
El sello es una herramienta que fue creada con el objetivo de identificar y diferenciar los productos provenientes de la agricultura familiar y en esta forma facilitar su posicionamiento en los mercados. Sin embargo, pese a que la iniciativa fue aprobada en el ámbito legislativo y representa un gran avance para el movimieno campesino que lucha por la agroecologÃa, lo cierto es que nunca fue reglamentada.
“Nuestra lucha nos costó muchÃsimo, porque somos sin tierra”, admite Norma y asegura −al igual que sucede en general en el ámbito de la agricultura, tanto a nivel local como global− que acceder a un pedazo de tierra es aún más difÃcil para las mujeres. “Es difÃcil pero no imposible”, aclara rápidamente y destaca las enseñanzas de quienes recorrieron este camino mucho antes que ella: “Somos las semillas de los compañeros y compañeras que lucharon por un pedazo de tierra para que nuestros alimentos sean sanos, orgánicos y que esté atendida nuestra salud”.
Tras su participación en el panel, y durante una entrevista con Qué digital en la previa del cierre de la asamblea y de la marcha de clausura que recorrió el centro de la ciudad, la productora retomó los conceptos de su exposición y ahondó sobre la resistencia de las comunidades y su compromiso para recuperar los saberes y sabores ancestrales. AsÃ, pese a asegurar que en Paraguay el 2% de la tierra está en manos de los grandes industriales, Norma también reconoció que eso no impide que la agroecologÃa crezca, en base a la lucha.
“El nuevo modelo que estamos emprendiendo es muy difÃcil y vidrioso en un paÃs que no tiene voluntad de nada”, admitió, pero reparó en que este nuevo modelo de alimentación que retoma las prácticas y conocimientos ancestrales es en realidad “un derecho para la vida”. “Lo que buscamos es transformar la alimentación frente a las grandes industrias que promueven el uso de insecticidas y agroquÃmicos”, señaló.
Frente a gobiernos que priorizan la lógica de mercado frente a los derechos básicos −para Norma “(Javier) Milei y (Santiago) Peña son prácticamente hermanos”− para el movimiento campesino de Paraguay es momento de redoblar los esfuerzos y enfocarse en las nuevas generaciones, esas que llegaron para cambiarlo todo.
“Estamos más convencidos de que no debemos dejar la lucha y decimos las mujeres ni un paso atrás ante todo lo que viene. Somos las mujeres las que vamos a transformar el mundo. Y somos las mujeres las que le damos de comer al mundo, las que trabajamos la madre tierra y le hacemos llegar a la mesa todos los dÃas el alimento a los consumidores”, repite a modo de mantra y comparte una reflexión final: “La tarea es difÃcil, pero no imposible. Estamos logrando hacer charlas, trabajando con niñas, niños y niñes. Estamos empezando con las familias y aunque es muchÃsimo más difÃcil siendo una lideresa, el mensaje es en defensa de la madre tierra, que es la vida nuestra y la tenemos que cuidar entre todos”.
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