El café colonizador

por Agustín Colombo
14 de octubre de 2015

A Buenos Aires la están colonizando de una manera silenciosa. Sus bares –bares de poetas, bares de nostalgia– languidecen ante la multiplicación de cadenas que ofrecen tomar “el mejor café del mundo” como nunca nos hubiesen enseñado: en un vaso de plástico mientras caminamos por el cemento de la ciudad atolondrada.

“En tu mezcla milagrosa
de sabihondos y suicidas,
yo aprendí filosofía, dados, timba
y la poesía cruel de no pensar más en mí”.

Cafetín de Buenos Aires, Enrique Santos Discépolo.

 

Discepolín estaría triste, tal vez arrumbado en algún bar con varios vasos de vino malo encima, buscándole alguna explicación a esto que vemos hoy. Su ciudad ya no se parece en nada a aquella que caminaba por las noches. La de los sueños, la poesía y la bohemia. A Buenos Aires le están colonizando su esencia. Sus casitas se demuelen para construir edificios que sólo benefician al régimen inmobiliario, y muchos de sus bares --bares de poetas, bares de nostalgia-- languidecen por la aparición de cadenas con nombres en inglés: Starbucks, Coffee Store, McCafé.

Los jóvenes de este tiempo cambian el rito del bar porteño --ese que implica sentarse a una mesa y compartir charlas con los demás-- por el costumbrismo foráneo de tomar café en un vaso de plástico, etiquetado con su nombre, mientras caminan apurados en el cemento. Es, aunque a algunos les parezca excesivo, todo un postulado ideológico: reemplazar un momento compartido por el disfrute individual. No querer “perder el tiempo” (¡con lo bueno que es eso!) para optimizarlo en la ciudad atolondrada.

Starbucks anuncia de manera jactanciosa que superó las 40 sucursales en Buenos Aires y alrededores, y que a mediados de este año abrió su primera tienda en Rosario. Muy pronto, comunican en la empresa, “el mejor café del mundo” llegará a Córdoba y a Tucumán. Y después se extenderá por toda nuestra patria. Paradoja de este tiempo: mientras la cadena estadounidense se expande, varios bares emblemáticos cierran. La notable confitería Richmond no existe desde agosto. Lo mismo sucedió con el café El Parque (La Rioja y Caseros, Parque de los Patricios) o con el histórico El Coliseo (10 y 47, La Plata). También cerró Gildo (Corrientes y Medrano, Almagro), donde a mediados del siglo XX, Mario Jorge de Lellis se inspiraba para crear las letras de sus tangos. En ese lugar, ahora sólo hay escombros y carteles publicitarios. Una síntesis de lo que han hecho con nuestra identidad cultural.

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