Un vendedor senegalés fue violentamente golpeado por policías en Flores. Le fracturaron un brazo y terminó hospitalizado. No se trata de un caso aislado. Es el mecanismo de persecución del Gobierno de la Ciudad.
Ousmane Siége es senegalés. Vive en Buenos Aires. Es vendedor ambulante. Camina y camina. A veces vende. Vende para vivir, o para sobrevivir. Como millones lo hacen actualmente alrededor del mundo; y como lo vienen haciendo otros tantos miles de millones, desde hace milenios.
Esta venta nómada, errante, transhumante, en la Ciudad de Buenos Aires, bajo el régimen represivo de Horacio Rodríguez Larreta, no tiene espacio. Este milenario arte de comerciar, es delito. Los persiguen, los amedrentan, los reprimen, los insultan, los golpean, los hospitalizan, los encarcelan.
Ousmane no es un caso aislado. Es el nombre que personaliza coyunturalmente un hecho que se repite diario. Ousmane pasó buena parte del martes vendiendo poco y nada, otra buena parte golpeado y fracturado, en el piso, sin atención médica; y una tercera buena parte de la jornada en el Hospital Álvarez.
Cada uno de los días que pasan tenemos que lamentar que lastimen a un compañero nuestro
Este martes por la mañana, Ousmane se levantó entero, y sin embargo, se fue a dormir partido. Tuvo una fractura expuesta tras una razzia policial. Lo corrieron y lo agarraron; lo golpearon, lo tiraron al piso, le partieron un brazo.
Esta misma secuencia se repitió durante la jornada del lunes, y la padecieron otros dos vendedores ambulantes -Thapa Beye y Assane Dioop-, otros dos migrantes senegaleses. El caso de Ousmane ocurrió a las 11:20. Estuvo prácticamente dos horas tirado en el suelo. La policía le negaba el derecho a ser atendido, según fue corroborado por el testimonio de todos los vendedores y vendedoras presentes.
Más senegaleses, y el resto de los vendedores que estaban en la zona, intentaban traspasar el muro policiaco para ayudar a su compañero herido, y sin embargo, no podían. La policía se los impedía. Y no se trata de un caso aislado, de un error, de un aprendizaje sobre la marcha. Es un procedimiento de manual. Repetido hasta el hastío.
Apenas pudieron sortear el cerco policial, otros compañeros senegaleses, desesperados por ayudar a Ousmane, lo cargaron en sus propios brazos y lo llevaron hasta el Hospital Álvarez.
No está de más remarcarlo: Ousmane estuvo tirado en el piso durante dos horas, rodeado de uniformados, ante la mirada inhumana de docenas de policías.
Los "operativos" continuaron durante toda la tarde del martes. En verdad son razzias, cacerías. El barrio de Flores está literalmente militarizado. Si bien los miembros de Espacio Público se manejan junto con la policía, la parte operativa es directamente manejada por la misma fuerza.
Salen a vender a la calle para poder llevar un plato de comida a sus hogares y encuentran la violencia del Estado
Ejercen su amedrentamiento merodeando en patrulleros y camionetas. Van dando vueltas por todo Flores, y apenas observan un vendedor y particularmente cuando ven a un senegalés- literalmente se les lanzan encima. Y como la mayoría de los senegaleses venden réplicas, ya no importa si están vendiendo o no. Basta con que sea senegalés, basta con que lleve una bolsa o una mochila.
Entonces bajan de la camioneta o del patrullero, desaforados, a la carrera, como cazando. Lo corren, lo cansan, lo rodean, lo tiran al piso, lo esposan y lo detienen, para luego montar esas "puestas en escena repetidas", donde militarizan la zona, donde cercan todo el sector, donde no permiten filmar lo que está sucediendo; donde la policía empieza a pedir documentos -a diestra y siniestra- a la gente, a los transeúntes, a los que filman y sacan fotos, y también a los que solamente miran.
¿Por qué? Amedrentamiento. Inyectan el más peligroso de los venenos: el miedo. Utilizan estas acciones para llevar a cabo un método de disciplinamiento social, no sólo a los vendedores, sino a la ciudadanía en general.
"Los policías lo persiguieron, y lo lastimaron. Era una persona tirada en el piso, y lastimada", cuenta un senegalés a Revista Cítrica, de quien preservamos su identidad por obvias razones de protección.
En este caso, una persona fracturada pareciera no tener derechos en la Ciudad de Buenos Aires. Una persona tirada en el piso, llorando y pasándola mal, golpeado por la policía, pareciera no tener derechos en la Ciudad de Buenos Aires.
"Lo que están haciendo los policías todos los días no es correcto. Cada uno de los días que pasan tenemos que lamentar que lastimen a un compañero nuestro. Nos están persiguiendo. Nos están lastimando. Nos golpean. Lo que está pasando en el barrio de Flores es cualquier cosa", detalla.
En este sentido, los Vendedores Libres emitieron un comunicado, en el que señalaron que "la represión del gobierno porteño contra los vendedores ambulantes no cesa. Por el contrario, estamos ante una escalada de violencia que parece no tener límite".
"En un contexto de creciente desocupación, los trabajadores salen a vender a la calle para poder llevar un plato de comida a sus hogares y encuentran como respuesta la violencia del Estado que los reprime", denunciaron.
"Una vez más decimos, solidaridad entre trabajadores, estamos todos padeciendo está política de hambre y muerte. Somos todos hermanos, si tocan a uno, nos tocan a todos", concluyeron.
La violenta crónica diaria en el barrio de Flores, y una imagen repetida: policías cazando vendedores ambulantes.
Signo de los tiempos.
Un día más, sin noticias de dónde está la humanidad.
De patitas...al galpón
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¿Y si Nike es delito?
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Los Secuestradores de Tortillas
En la misma semana en que se echó y reprimió a los manteros de Once, también se produjeron otros hechos en contra de la venta y el consumo popular como el secuestro de carros de los vendedores de tortillas en el barrio de Constitución.