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Recuerdos del Flaco

por Miguel Grinberg
23 de enero de 2014

Luis Alberto Spinetta nos dejó hace dos años pero su música y su poesía quedaron para siempre. Surgió allí donde nada ni nadie presagiaba su advenimiento. En un barrio de Buenos Aires más adscripto al grito de gol que a la profecía.

Luis Alberto Spinetta brilló entre nosotros con resplandores que se presentan muy ocasionalmente en las sociedades humanas. Surgió allí donde nada ni nadie presagiaba su advenimiento. En un barrio de Buenos Aires más adscripto al grito de gol que a la profecía. Y fuera de toda farándula construyó una obra original donde versos y melodías se entrelazaron hablándole en susurros al alma de sus congéneres. Todavía en la adolescencia, inspirado y naturalmente libre, compuso un primer tema preñado de incandescencias: “Si no canto lo que siento / me voy a morir por dentro / he de gritarle a los vientos hasta reventar / aunque sólo quede tiempo en mi lugar”. Así lo hizo.

Cada época se distingue por sus bárbaros y asimismo por sus trovadores. Los primeros protagonizan luego capítulos siniestros en los libros de historia y sus tropelías llenan páginas y más páginas muy parecidas entre sí. Los poetas, en cambio, son únicos e imprevisibles. Vibran en estado de descubrimiento y cada una de sus acciones sacían el hambre de inocencia que parte de la humanidad arrastra como restos de un naufragio interminable. Así, nuestro Flaco cantaría: “Ven a mí con tu dulce luz / Alma de diamante”. Por eso, hizo del vivir bellamente su arte cotidiano, componiendo, cantando, amando, procreando, motivando a multitudes laceradas por las mentiras del siglo XX, hasta desembocar en un súbito mutis por el foro que no para de acongojarnos.

No se acurrucó en la expectativa de los honores, aunque los recibió por el propio peso elegíaco de su obra. Defendió la intimidad de su familia en medio del farandulismo caníbal de sus contemporáneos. Y así, el niño de luz se convirtió netamente en un hombre-faro que siempre mantuvo alertas sus dones espirituales y su plegaria inspiradora. Cabalgando soles.  

Nota publicada en el número 4 de Revista Cítrica