¿Qué hacer con las violencias de Maradona? ¿Hasta dónde recordarlas? ¿Podremos mostrar tus videos a futuras generaciones y contarles “fue violento y también el futbolista más épico de la historia”?
¿Por qué mierda, Diego, tuviste que negar a tus hijos y pegarle a tu pareja? Yo te hubiera perdonado todo, Diego. Que tomaras merca era cosa tuya. Es más: fue resultado de una sociedad injusta que te llevó a un nivel de exposición cruel y enfermizo, que te inoculó guita y ofertas de cocaína, que te usó para olvidarse de sus propias inmundicias.
Hasta tu etapa menemista te podría haber perdonado, Diego, porque al menos gritaste delante de las cámaras que bancabas la lucha de jubiladas y jubilados ignorados por casi todes, y porque eras amigo de Cuba. Y tu etapa de técnico en Racing, en la que faltabas a los entrenamientos y a los partidos, hoy me causa gracia. Mirá si no te voy a perdonar eso.
¿Las agresiones a los periodistas? Si te tenían los huevos inflados, Diego, te encarcelaban en tu propia casa para ver si revolviendo tu intimidad encontraban mierda para vender. ¿Qué alternativa te dejaron? Las frases grotescas, tu amistad con seres desagradables, qué sé yo cuántas cosas te hubiera perdonado, Diego.
En el 86 no te vi porque tenía 2 años, vos naciste para mí en el 90 y fue mucho mejor que verte en el 86: eras un Diego todo roto físicamente, humano, con el tobillo del tamaño de un planeta haciendo piedra libre para todos los compañeros. Vos eras el negro villero que levantó a los negros villeros italianos contra la opresión del norte rico. ¡Ay, qué placer ver a los napolitanos hinchando por Argentina gracias a vos! Y no fue por tus goles, Diego: fue porque en Italia siempre estuviste del lado que tenías que estar. Esquivando brasileños, errando un penal. Eliminando a Italia en su casa, perdiendo una final imposible de ganar. Llorando un segundo puesto. Ay, Diego, qué perfectamente imperfecto podrías haber sido.
Después, el doping positivo que festejaron los injustos, escándalos mediáticos, vuelta al fútbol, ¡otro doping y en un Mundial, Diego!, tu etapa de DT, últimos cartuchos en Boca y montones de decisiones erradas que te dañaron a vos más que a nadie. A veces me siento durante horas a ver los documentales con tu historia, Diego, y las contradicciones me lastiman.
Yo no te hubiera juzgado por nada, porque no se le puede pedir nada a un pibe que nace en Villa Fiorito, acá, cerquita de mi casa, que sufre todo lo que sufren todos los pibes que nacen en todas las villas de nuestro país. Vos solo querías que tu familia comiera todos los días y por patear bien una pelota te transformaron en un monstruo enorme que nadie hubiera podido manejar.
Si yo hubiera sido Maradona, estoy seguro, también hubiera tomado pésimas decisiones. A ningún pibe de Fiorito ni de ningún lado lo preparan para que todo el mundo lo conozca, para que todo el mundo quiera algo de él.
Digo que no te podíamos pedir nada, pero miento: sí te podíamos pedir algo, Diego. Que no dañaras a otras personas. Habrá mil culpables de tu propio dolor, Diego, de todo a lo que fuiste sometido. Pero vos sos el único responsable de no haber dicho a tiempo “sí, estos son mis hijos”, de haberle pegado a personas que decías amar, tal vez de otras violencias que desconozco. Ni siquiera la excusa de repetir lo que viste tenés, porque sospecho que don Diego no cagaba a piñas a doña Tota adelante tuyo, que no dejó hijos tirados por ahí durante años.
La obra jamás debería separarse del artista, pero vos fuiste un cacho enorme de las vidas de muchas y muchos. La contradicción no es solo mía: hay machistas hinchas de River que te odian, hay mujeres feministas que te adoran.
Yo no sé qué se hace con vos, Diego. Seguro que hacernos los boludos, no: no podemos negar tus cagadas, tus violencias, tus injusticias. Pero, ¿hasta dónde recordarlas? ¿Tendré que cambiar de canal cada vez que vea una gambeta imposible tuya? ¿Podré mostrar tus videos a futuras generaciones y contarles “fue violento y también el futbolista más épico de la historia”? Mientras acabo de enterarme de que te moriste, Diego, lo sigo pensando. Lo sigo sufriendo.
A mí me hubiera encantado, Diego, que solo fueras la historia del oprimido que luchó contra el poder. Contra varios poderes. Y también bancaría esa historia aunque estuviera mezclada con drogas, decisiones pésimas, frases insostenibles, “eeeeeeeeeeh” larguísimos en una entrevista: momentos patéticos como los que cualquiera de nosotres tuvo y tendrá. Yo tampoco soy inocente.
Pero lo que más me hubiera gustado, Diego, es que al nombrarte no se me aparezcan siempre, a la vez, el relato de Víctor Hugo de tu gol a Inglaterra y los relatos de personas que te quisieron explicando cómo las violentaste.
Seguro que en el 86 te lo hubieran perdonado todo, Diego. Era otro mundo: por ahí en 1986 yo también te habría perdonado. Y creeme que no olvido dónde naciste y lo que hicieron de vos. Pero hoy, gracias a la lucha de millones de mujeres (y que me perdonen quienes te aman ciegamente, y que me perdone la persona que yo mismo fui) sé que, si queremos un mundo más justo, tenemos que asumir que algunas cosas son imperdonables.
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