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Ensayo sobre una condenada

por Nelson Santacruz
Fotos: Rodrigo Ruiz
27 de junio de 2025

La principal líder de la oposición a la derecha, una causa, el partido judicial, el ajedrez mediático, el mundo en conflicto, nuestro país urgente, las calles, la gente, el balcón, anécdotas de un villero, una domiciliaria, una proscripción y la democracia llena de moretones. Cristina Fernández de Kirchner del 10 al 18 de junio, a mano alzada, a corazón abierto, después de un nuevo hito para la historia política de Argentina.


Milei nos hace kukas. De repente, quienes jamás compartimos la imagen de Cristina en nuestras redes, quienes llevamos décadas visibilizando los resabios de una democracia lastimada -incluyendo sus gobiernos-, que indudablemente marchamos por cada gatillo fácil y desapariciones forzadas por parte de la Policía o que acentuamos su mala gestión en políticas ambientales, nos vimos en una misma horda reclamando lo poco transparente del fallo de la Corte Suprema contra la ex presidenta. “Milei nos hace kukas”, rezaba un cartel en la esquina de Av. Belgrano y la 9 de Julio. Arriba Eva Perón vigilaba el maremoto de gente que llegaba desde la Av. San Juan en todas direcciones hacia la Plaza de Mayo. Del otro lado, el Obelisco estaba colmado de militantes de izquierda repudiando lo mismo. ¿Qué estaba pasando?¿Algo se rompió el 18 de junio de 2025 o algo se unió? Los epicentros de cada provincia temblaban con los pies de quienes, proscripción política y una domiciliaria de 6 años mediante, levantaban la bandera más importante, la de la democracia.
Pero, ¿Cristina es igual a democracia? O, en realidad, ¿el fallo era un golpe rotundamente antidemocrático por parte del partido judicial? Uno o lo otro, ambos, ninguno: esa es la discusión. ¿Todo el quilombo fue por CFK o es todo lo que hay de fondo?


Pocos días antes, en una numerosa marcha de Tribunales a la casa de Cristina Fernández de Kirchner, muchos militantes dijeron que vieron gente en los balcones del microcentro porteño abucheando y tirando agua a los manifestantes. No alcanzó, como tampoco el protocolo antipiquete de Patricia Bullrich para controlar lo que se produjo. Las calles cobraron una vida distinta lejos del trajín cotidiano. Y desde el 10 de junio, hasta el 18, la liturgia peronista encontró una luz de motivación para inundar la zona con arte, cánticos, banderas, carteles, tuits, memes, consignas y cuerpos: cuerpos por todos lados. 
El famoso fallo que sí salió dejó en vilo a millones de argentinos y argentinas, ya sea por regocijo o por la tristeza absoluta. El 2 de junio, CFK anunció su candidatura como diputada provincial en la tercera sección de Buenos Aires. Ocho días después, el 10 de junio, la sede del Partido Justicialista presidida por CFK recibió a todo el arco del peronismo y otros partidos. Incluso la izquierda convocó a una movilización federal desde el principio en repudio a este “fallo infame, un claro avance antidemocrático”, en palabras de Miryam Bregman. 
La masa de militantes, de varios sectores, se concentró desde entonces frente de su casa, sito en San José 1111, Monserrat, para acompañarla. El 17 de junio, una semana después, le prohibieron saludar a la masiva convocatoria desde el balcón. Se sabía que el #18J, miércoles, sería un día épico contra la política antiperonista y conservadora. Fue por ello que la Justicia le otorgó la domiciliaria, con tobillera puesta, para evitar que toda la masa la acompañara a Comodoro Py. Pero aún así no calmó la sed de protesta que estalló en el mundo por las enormes columnas de autoconvocados, sindicatos, organizaciones, feminismos, partidos y manifestantes de diferentes sectores en lucha (médicos, científicas, barrios populares,  jubiladas). Del  2 al 18 de junio de 2025, Cristina Fernández cobró aún más fuerza que antes.

¡NO FUE MAGIA!
La “Causa Vialidad” empezó en 2016 e investigaba sobreprecios en obras que no se terminaron. Se indagó en el vínculo del empresario Lázaro Báez con CFK, quien fue beneficiado con 51 obras viales en Santa Cruz entre 2003 y 2015. Uno de los fiscales, Diego Luciani, exigió que Cristina fuera condenada por asociación ilícita y fraude al Estado… pidió 12 años de prisión y detención inmediata. Hacia 2022 prosperó la condena por “administración fraudulenta” y en 2023 la Cámara de Casación lo confirmó para que la Corte Suprema, finalmente, le prohibiera asumir cargos públicos de por vida y seis años de prisión domiciliaria desde este mes.

El contradiscurso de esta seguidilla de decisiones, además de lo viciado mediáticamente que estaba el proceso, menciona una serie de irregularidades contra CFK. Primeramente porque en 2016 la Causa Vialidad fue impulsada por un ex funcionario macrista, Javier Iguacel (actual presidente y cofundador de la petrolera privada "Bentia Energy", creada el año pasado y que hoy se beneficia de manera millonaria explotando Vaca Muerta). Que no hay ni una sola prueba que vincule a CFK con los delitos que se le acusan. Y que los jueces que condenaron a la ex presidenta jugaban al fútbol con Mauricio Macri en su quinta.

Puntualmente, el movimiento “Argentina Humana”, resalta el rol que cada juez de la Corte tuvo en este movimiento de ajedrez político que lleva nueve años. Los firmantes de la condena a CFK, Ricardo Lorenzetti, Carlos Rosenkratz y Horacio Rossati no fueron electos de manera democrática en sus puestos, pero sí determinan el rumbo de nuestra democracia. Lorenzetti, por ejemplo, mantuvo reuniones con Sergio Moro, juez brasilero que condenó a Lula Da Silva en una causa que luego se comprobó falsa. Rosenkratz, por su lado, es conocido por ser abogado de Clarín y fue elegido por decreto de Macri. Y Rosatti, quien también fue electo para su cargo por Macri vía decreto, se autonombró como presidente del Consejo de la Magistratura al mismo tiempo que permitió el ingreso de García Mansilla a la Corte, por designación ilegal de Javier Milei (y que solo duró 40 días en su rol gracias a la presión popular que pidió su renuncia).

Mínimamente todo el proceso judicial contra Cristina Fernández goza de poca transparencia y resalta un gran desorden institucional en el sistema judicial, plagado de definiciones poco neutrales ante una causa muy sensible que involucra a la principal líder de la oposición.

EL BALCÓN DE SAN JOSÉ AL 1111

El peronismo retomó cierta mística todas estas semanas. El llanto, la bronca, los cantos, los carritos de venta de comida, las remeras, el sudor, la lluvia, el fernet, el “gorilaje” en la televisión, el champagne que descorcharon muchos en las redes sociales, la fiebre militante a todo fuego, el asco, la alegría, la calle, los gestos, los bailes y saludos, la represión para desalojar a los militantes, la toma en universidades públicas, las rutas cortadas, las amenazas, el impacto internacional, los micros repletos desde cada provincia, los banderazos, el regocijo libertario, los carteles de amor, las denuncias de las vecinas, los bocinazos, el caos, el orden, la protesta y la calma sucedían al mismo tiempo, todos los días, mientras el Presidente Javier Milei lloraba en el Muro de los Lamentos de Jerusalén. 

En el proceso de redacción de este artículo, en contexto, los bombardeos a Gaza -a la comunidad palestina- por parte de Israel llegaban a puntos de masacre que hasta la flotilla de la activista Greta Thunberg fue interceptada para evitar que lleve, vía Mar Mediterráneo, alimentos y medicamentos como ayuda humanitaria. Pronto en el conflictivo Medio Oriente sonaría el nombre de Irán que se tiró misiles también con Israel, para que luego EEUU se metiera en el escenario bélico declarándole la guerra por este gesto. 

En nuestra región, por otro lado, en Colombia denunciaban un atentado contra el senador y precandidato presidencial -de derecha- Miguel Uribe y las principales ciudades estadounidenses estaban en llamas por los reclamos de migrantes contra las políticas de expulsión de Donald Trump. ¿Por qué este paréntesis? Porque Javier Milei no paró de negociar y apoyar a Israel al punto que, por ejemplo, el ministro de relaciones exteriores israelí, Gideon Saar, celebrara un bombardeo a Irán con la frase de nuestro mandatario: “¡Viva la libertad carajo!”.

Los vínculos carnales no terminaron en Twitter, cada vez más gestiones de nuestro país benefician a Israel con bienes comunes concretos como el control del agua dulce y hasta subsidios específicos del Estado argentino a migrantes israelíes. El globo estaba, como sigue estando, en la discusión binaria -¿entre el progresismo y el antiprogresismo?-, y en Argentina se tradujo esto en torno a la figura de CFK. El relato amasado durante décadas se sintetizó en una narrativa efectiva: O bancás a Milei o sos un zurdo, comunista, kuka, “enemigo del progreso”, “parásito”, “ñoquis del Estado”. La dualidad, la de los “buenos contra los malos”, culminó en un debilitamiento peligroso del sistema democrático gracias al arduo y extenso trabajo del partido judicial y el partido mediático argentino.

A pesar del orgasmo conservador, no lograron la frutilla del postre: la foto de Cristina arrestada y siendo trasladada a una celda común. Ni siquiera tienen la imagen de su tobillera. Como tampoco evitaron que salga a saludar al balcón de San José 1111 donde cada día siguen pasando quienes la admiran con gritos, cartas, flores y cantos. El peronismo, aún con este oxígeno motivador, está en crisis y las elecciones no tienen la misma luz que ella, guste o no, iba a irradiar como candidata por la provincia de Buenos Aires. 

A TÍTULO PERSONAL

Escriba lo que escriba, claramente, para un antiperonista o para un antikirchnerista, seré un kuka más o un zurdo, que en muchos casos dicen que es lo mismo. Los tiempos que corren son así: casilleros, categorías duales, like o dislike en la década de las redes sociales. La sociedad argentina está en el mismo bucle donde se discute que seas muy trosko en los ranchos peronistas o muy peroncho en los ranchos de la izquierda. Te cagás a puteadas, te reís, debatís y seguís. No sé qué pasará en los círculos conservadores, estoy seguro que nos odian. Pero particularmente también me toca verlo desde una villa donde absolutamente nada de esas dualidades importa. Si, claro que hay una gran militancia villera que construye su sistema crítico en asambleas barriales, pero en promedio mis vecinos celebran que “la chorra está presa”, ¡qué decirles! 

Zapping, siguiente tema, porque hay que llegar a fin de mes. Porque el comedor está lleno de gente y los alimentos escasean. Porque no hay turno en el hospital. Porque el pibe dejó la secundaria. Porque el que hacía fútbol popular ahora es campana de los transas y consume y está solo y roba y nadie puede hacer nada. Porque el suicidio juvenil trepó considerablemente. Porque los graphs de la tele no van a pagar las deudas de Mercado Pago. Porque el alquiler sube, la comida sube, el pasaje sube, el salario no. Porque la mayoría somos trabajadores informales. Porque “todo está bien”, “todo mejora”, para otros. Pero igual, ¡re bien!¿Por qué? Porque “la chorra está presa”. 

Desde mi punto de vista, en la Villa 21-24, hubo tiempos mejores pero la democracia ya venía cagada a palos. Es decir, los pobres de acá siempre fuimos pobres. Ahora somos aún más pobres con un salario mínimo vital y móvil que no supera los 300 mil pesos, que no compite con una canasta básica que excede el millón.

Y casi ninguno salimos de la pobreza nunca… “¡Aguante Perón, sos re trosko vos amigo!”, me dicen cuando digo estas cosas. Me río, los entiendo.

Mi vieja tenía 35 años cuando murió Néstor Kirchner en 2010. Nosotros vivíamos en un basural, muchas veces con la comida justa, con una casilla hecha de alfombras y bolsas, sin piso ni baño, mi cama era una puerta y un colchón encima, pero ella largaba un mar de lágrimas frente a la tele. No lograba entenderla con mis 13 años. “Él nos dio todo”, repetía. “¿Todo qué?”, me preguntaba. Tardé en comprender que el hecho de ser cobijados tras llegar de nuestro Paraguay natal, de donde huímos por hambre, con políticas de inclusión, como la AUH, los almuerzos en los comedores, el DNI, el Progresar y el Programa Nacional de Seguridad Alimentaria nos estaba conteniendo directamente. Con el diario del lunes, hoy me encantaría que los niños y niñas de los barrios puedan tener ese tipo de contención de manera más contundente. De cero derechos a todo lo que nos ofrecía Argentina, para mis viejos el cambio era abismal. Lo comprendí, pero no lo sentí. 

El anecdotario, mi “costado kuka”, como diría mi entorno zurdo, llegó a su máxima expresión al año siguiente, en 2011 con 14 años, cuando me vi caminando con una caja azul en los pasillos de la Villa 21-24 estallado de alegría porque de algún modo, por primera vez, sentí que algo/alguien más pensaba en mí de manera más concreta. Algo así como un Estado presente. Sin saberlo, además de los hermosos años de maratón de Mario Bros y Counter-Strike que vinieron después, la compu de Conectar Igualdad me abriría la ventana para afrontar, con múltiples herramientas digitales, mi carrera en la universidad pública de la que me recibiría con un título de grado. Aún así, a esa edad, tampoco era realmente consciente de su valor. 

La valorización de estas políticas, y otras tantas, me la enseñó el tiempo y la decadencia en términos de derechos que noto ahora en el piberío que me rodea en el mismo barrio. La pobreza a simple vista es la misma, pero a mis casi 30 años los números de las estadísticas indican que cada año que pasa estamos peor: los pibes de 14 años están más abandonados. Cada mes que pasa, donde Milei quita derechos nace una nueva necesidad.

¿Qué era eso de que me den una netbook gratis? Eso de enviar alimentos a los comedores, eso de asignaciones por hijo, ¿para que se embaracen mis vecinas por un plan?¿Cómo que educación pública, gratuita y de calidad?¿Hospitales públicos? En todo esto pensaba cuando cubrí la marcha el #18J donde, en mi caso, se hacía todo difícil de separar… “redactar objetivamente acorde a los acontecimientos” sin mencionar que estas políticas, indefectiblemente, eran reales hace una década atrás en nuestro país. Y que, aunque no me sacó de la pobreza estructural, fue lo más cercano que muchos tuvimos al sueño de ser “clase media” alguna vez. Hoy es irreal, imposible, aún con la mayoría de estos proyectos en pie porque la pobreza estructural se hace más estructural todavía, la calidad de vida no mejoró y todo lo conquistado se desreguló. Hoy tener una perspectiva de vida, horizontes, es un privilegio. Soñar con salir de la villa es flasharla.

YA ESTÁ PRESA, ¿Y AHORA QUÉ?

Está sucediendo: propios ñoquis con sueldos groseros en todo el arco estatal, mismos cánticos pero con letras que chicanean al peronismo tradicional, idéntico sesgo fanático de muchos medios y periodistas. Eso que muchos intelectuales supieron categorizar como “populismo de derecha”, que está en debate por todo lo nuevo que introdujeron en la política argentina: la IA que genera, por ejemplo, un video donde “renuncia” un opositor en plena veda electoral, como lo vimos con Mauricio Macri; el ejército pago y no pago de trolls y haters en redes sociales; la dosis creciente de fascismo; la “gestión” con la que sostienen su gobernabilidad que consiste en destruir derechos y no construir absolutamente nada, ni una sola escuela; y la narrativa violenta que acompaña una agenda libertaria “antiwoke” y pro armas, guerras y discursos que atacan sectores: manifestantes, villeros, migrantes, feminismos, izquierdas, personas con discapacidad, periodistas independientes bajo el simple título de “me chupa la pija la opinión de los kukas”.

¡Un montón!¿No? Pero, si, está sucediendo.

“La bala que no salió, el fallo que sí saldrá”, de Clarín en septiembre de 2022 -tres años antes del fehaciente arresto domiciliario de CFK- parece bizarro, surreal. El debilitamiento institucional que atraviesa nuestro país empieza por el más importante: el núcleo de la familia. No hay familia que hoy pueda decir que Milei los sacó de la pobreza, pero sí hay muchas que todavía sostienen que hay que darle tiempo.

La salud de nuestra democracia, mientras todos los portales del país y del mundo se enfocaban en CFK, se fue deteriorando con nuevos moretones. Mientras a la ex presidenta la condenaron rápidamente hay genocidas de la última dictadura militar que gozan de libertad, no cumplen con las domiciliarias impuestas, obtienen una reducción de sus condenas perpetuas a pocos años y tienen beneficios otorgados por la gestión actual. “Solo el 16% de los genocidas de la última dictadura militar tienen tobilleras”, dijo Miryam Bregman. En julio Lula Da Silva prometió visitar a Cristina y la Justicia ya adelantó, a esta altura, que no podrá recibir visitas más que de sus abogados, familia y médicos.

Pero este fallo de la Corte es un mensaje que excede a la Justicia. En el aparato del poder, los medios, los jueces, los políticos son piezas del verdadero yugo que cae sobre las venas abiertas de Argentina… el del poder económico global que nos mira con gula. Una nueva huella sangrienta del imperialismo que, lejos de ser conceptos académicos en los libros, se hace carne en el día a día de quienes sobrevivimos para pagar deudas internas al mercado liberal y las deudas externas al FMI.

Por si fuera poco, en paralelo, la mismas semanas históricas de la proscripción política contra Cristina, se avisó a la sociedad vía Boletín Oficial (Decreto 383/2025) que la Policía Federal de ahora en más podrá revisar sin orden judicial las redes sociales personales como parte del ciberpatrullaje, en las manifestaciones podrán llevarse detenidos bajo consideración del personal policial y revisar mochilas/vehículos, como también arrestar ciudadanos por portación de ropa y rostro. Estos puntos se dan en el marco de la creación del Departamento Federal de Investigaciones (DFI), inspirados en el FBI yanqui. Y también, en la Ciudad de Buenos Aires, el Gobierno fundó las “Unidades de Pacificación Vecinal” que anticipa un refuerzo cruel en el despliegue de Fuerzas de Seguridad en barrios de “alta conflictividad”, o más concretamente barrios como los míos, la Villa 21-24. 

El hito del arresto domiciliario, con proscripción, de Cristina Fernández de Kirchner germina este tipo de políticas: vienen por nosotros. La persecución a militantes de todo el arco opositor a Javier Milei, o a los gobiernos que siguen su línea, es inevitable y será cada vez más peligrosa si no se logra un pacto unificado, urgente, que defienda ante todo, ante los egos, a la democracia de nuestro país.

Aquellos días desde el 10 de junio, cuando empecé a hilar estas oraciones en mi cabeza, fueron muy fríos. El planeta se sacudía sangriento, entre misiles, y la mayoría de los que estábamos en las calles sabíamos que la brújula de nuestras acciones, como ciudadanos, andaba bien… lo que se había roto era el mundo. Existía cierta alegría en el encuentro, pero las miradas también estaban preocupadas. El 18 de junio una neblina envolvía la Ciudad, un rocío cortante, como aquella nevada silenciosa que se describe en El Eternauta. Estábamos felices y tristes. Fuertes y asustados. Y conscientes de la premisa que se puso de moda, por suerte, en tiempos de tiranía: “Nadie se salva solo”. Así, cuando el frío se transformó en nieve, en seco, éramos millones que andábamos en remeras sin poder caminar, insoportablemente juntos, y con la celeste y blanca flameando en el aire.