Doble femicidio de Córdoba: El negacionismo mata

13 de octubre de 2025
Revista Cítrica

El doble femicidio Luna Garnier y Mariel Zamudio cometido por Pablo Laurta no es un hecho aislado, sino la manifestación letal del entramado machista que el negacionismo oficial fomenta y habilita. Mientras tanto, el Gobierno Nacional se ocupa de desmantelar las políticas públicas de prevención y asistencia y diseminar discursos de odio que legitiman la violencia.

Rabia, dolor intenso, desgarro colectivo. Nos duele cada vida que nos arrancan, y el doble femicidio de Luna Garnier y Mariel Zamudio en Córdoba no es solo una noticia policial; es la manifestación más extrema y letal del entramado machista que sigue operando con impunidad.

Un niño de tan solo cinco años quedó huérfano, despojado de su madre y su abuela, porque el patriarcado, en su faz más oscura, ha dado, una vez más, una lección de su poder destructivo. Esta tragedia resuena aún más fuerte en un contexto donde el Gobierno Nacional opta por la negación y la desmantelación activa de las políticas públicas de asistencia y prevención, dejando a las víctimas a la deriva.

Estamos exhaustas de explicar, de argumentar, de tener que justificar por qué nos matan o nos descartan como si fuéramos basura. El hastío es profundo al ver cómo se tilda de "excesiva" o "exagerada" la reacción transfeminista, mientras la violencia machista es la norma cotidiana de nuestras vidas y la excepción es no haberla sufrido. El sábado 11 de octubre, Pablo Laurta decidió ejecutar la violencia definitiva, asesinando a Luna Garnier, de 24 años, su expareja y madre de su hijo, y a Mariel Zamudio, de 54 años, su suegra. Un acto de absoluta posesividad y control que culminó con el secuestro de su propio hijo y un intento fallido de fuga.

La alarma social y judicial ya había sonado. Luna había denunciado a Laurta en 2023, una advertencia clara que, como tantas otras, no bastó para impedir el desenlace fatal. Este femicida no es un "loco suelto"; es un exponente de la reacción organizada y misógina. Laurta integraba el grupo "Varones Unidos", un espacio que milita el discurso antifeminista, niega la existencia de la violencia machista y defiende la llamada "ideología de género". Resulta escalofriante, pero no casual, que este entorno de odio se vincule a figuras como Agustín Laje y Gabriel Márquez, asesores presidenciales y conocidos propagadores de discursos de odio hacia las mujeres y la comunidad LGBTIQNB+.

Los discursos de odio que buscan deslegitimar la lucha transfeminista y negar la violencia machista tienen una resonancia directa y peligrosa en la sociedad. No son meras opiniones inofensivas; son semillas de violencia que validan, legitiman y fomentan los actos más atroces. Cuando las más altas esferas del poder político desfinancian las áreas de género y promueven la idea de que la violencia es una "invención ideológica", están desactivando el freno social y estatal que podría salvar vidas. ¿Tenemos que explicar todo de nuevo? ¿Debemos volver a empezar de cero, mientras el contador de femicidios transfemicidios y transhomicidios sigue avanzando?

Aquí radica la responsabilidad indelegable del Estado, más allá de las retóricas negacionistas. El femicidio no es un hecho aislado, sino la punta del iceberg de una falla sistémica. Cada denuncia desestimada, cada botón antipánico que llega tarde, cada falta de hogar de tránsito o de asistencia económica para que una mujer pueda abandonar a su agresor, es una forma de complicidad por omisión. La violencia de género está incrustada en la estructura social, pero es el Estado quien debe aplicar el antídoto, a través de la educación sexual integral, la justicia con perspectiva de género, y el presupuesto adecuado. La negación de la violencia es, en sí misma, un acto de violencia institucional.

La urgencia se mide en vidas perdidas. En apenas cinco días, se contaron ocho femicidios, una mujer, trans o travesti es asesinada cada 26 horas en nuestro país. A este horror estadístico se suma la desesperante incertidumbre por las desapariciones, como las de Luciana Muñoz y Azul Semeñenko en Neuquén. Las acciones, incluso las bienintencionadas, son insuficientes o llegan crónicamente tarde. La violencia de género existe, y no dejaremos de nombrarla, de luchar contra ella, hasta que la vida sea la norma y no la excepción.