Abusos en el yoga: romper el silencio
La consigna ya no nos callamos se instaló en el yoga y cada vez son más las mujeres que se animan a denunciar abusos. Karen Rain cuenta el proceso por el que tuvo que atravesar tras ser violentada por el gurú Pattabhi Jois. “Necesité veinte años para volver a sentirme plenamente dueña de mi vida y revertir la vergüenza”.
Cuando se hicieron públicas las denuncias de abuso sexual contra Brett Kavanaugh, juez de la Corte Suprema de los Estados Unidos, los medios publicaron infinidad de fotografÃas suyas. Me pregunté cómo afectarÃan esas imágenes a las mujeres que lo denunciaban. ¿Ver aquellas fotografÃas, por no hablar de la comparecencia televisada en tiempo real, les causarÃa ansiedad y les recordarÃa los tormentos que habÃan descrito? O, por el contrario, ¿se sentirÃan reconfortadas al ver su imagen acompañando artÃculos escritos por quienes sà les creen y las apoyan, y leÃdos por millones de personas?
Las fotografÃas de mi agresor sexual son ubicuas. Si bien su persona no forma parte del debate actual en el paÃs, su imagen está en infinidad de estudios de yoga y altares de yoga en todo el mundo en señal de reverencia y adoración, a pesar de lo que sé y muchas personas sabemos de él.
A mediados de la década de 1990, estudié yoga con Pattabhi Jois en Mysore, en la India, durante varias estancias que suman dos años. Pattabhi Jois creó una práctica atlética e intensa de yoga a la que nombró ashtanga. Puede decirse que es uno de los estilos más influyentes y populares de yoga en el mundo. En ese tiempo, Pattabhi Jois me violentó sexualmente en clase, al igual que a otras muchas mujeres, prácticamente a diario.
En ese entonces, la idea de que el gurú de este sistema de yoga fuera mi agresor sexual me parecÃa inconcebible. Practicar yoga ashtanga dotó a mi vida de sentido y significado al hacerme parte de un grupo elitista de maestros certificados y practicantes avanzados. Era mi pasión y mi carrera profesional,me hacÃa sentir saludable, en forma, fuerte y gratificada, me daba un sentido de pertenencia.
Pattabhi Jois me violentó sexualmente en clase, al igual que a otras muchas mujeres, prácticamente a diario
Además, no toleraba la idea de ser una vÃctima. La sola palabra conlleva un estigma que yo habÃa interiorizado como sinónimo de persona fracasada, débil o digna de lástima. Me autoengañé para no sentirme ni ser vista como fracasada, débil o digna de lástima. Me convencà de que Pattabhi Jois no me estaba violentando sexualmente. En ocasiones, incluso intenté de ensalzar las agresiones. QuerÃa creer lo que algunas personas decÃan, y aún dicen: que Pattabhi Jois me transmitÃa energÃa sanadora al tocarme de esa forma. Lejos de sentirme digna de lástima, con esas ideas conseguÃa sentirme afortunada, casi bendecida.
Puede sonar parecido a otorgar consentimiento, pero la asimetrÃa de poder y el miedo a las represalias si me quejaba, el miedo a perder mis amistades, mi carrera profesional y mi sentido de pertenencia, hacen imposible hablar de consentimiento: estaba indefensa ante el gran maestro de yoga que descargaba su corpulencia sobre mà y se frotaba contra mi cuerpo mientras yo realizaba y sostenÃa complejas posturas. Me sometÃ, aguanté, intenté minimizarlo.
Lo cierto es que nunca hubo consentimiento alguno de mi parte. Hoy elijo usar la palabra ‘vÃctima’ porque, para mÃ, hace referencia a mi inocencia en una situación de injusticia.
Las denuncias de abuso sexual contra Pattabhi Jois, tanto en Mysore como en giras internacionales, abarcan treinta años. Distintas mujeres han hablado de cómo Jois las besó, toqueteó, frotó sexualmente a través de la ropa y violó usando los dedos.
Para mÃ, la agresión sexual más frecuente y deshumanizante ocurrÃa cuando presionaba su pene contra mis genitales y movÃa la pelvis rÃtmicamente, al tiempo que yo sostenÃa diversas posturas de yoga.
En la imagen donde estoy haciendo un arco ni siquiera me toca con las manos: su pelvis, sus genitales son lo único que está en contacto con mi cuerpo, mi pelvis, mis genitales.
Pese a la obvia realidad plasmada en estas fotografÃas, infinidad de practicantes negarán que ahà se evidencia agresión sexual. Lo sé bien: yo solÃa pensar como ellos. La violencia sexual era asumida como parte del método de ajustes manuales de Pattabhi Jois. Además, en las imágenes se ve a otras personas practicando alrededor de mÃ, se aprecia a mis amistades en el mismo espacio, uno de ellos incluso tomaba fotos. No es posible infligir agresión sexual con tanta gente alrededor, ¿o sÃ?
La imagen de mi agresor está en infinidad de estudios de yoga y altares de yoga en todo el mundo
En mi juventud normalicé su comportamiento. Al igual que muchas personas que sufren abuso, me tomó bastante tiempo alejarme. Seguà estudiando con Pattabhi Jois en Mysore durante dos años y él siguió violentándome. Casi nunca advertimos la gravedad de una situación hasta que la dejamos atrás. Necesité años para ver y entender cabalmente lo que habÃa sucedido.
He decidido publicar las imágenes que me han atormentado por más de veinte años como un paso más radical hacia mi reivindicación.
Me fui de Mysore en 1998, pensando que Pattabhi Jois carecÃa de ética y no debÃa ser maestro de yoga, mucho menos ser un maestro venerado. No obstante, darme cuenta y entender completamente la gravedad de su abuso de poder no fue algo instantáneo. Al principio, minimicé su violencia. Me tomó años pronunciar las palabras “Pattabhi Jois me agredió sexualmente”.
El estoicismo es tan venerado en el yoga ashtanga como seguir practicando sin importar el dolor o la incomodidad es considerado encomiable. Además, se valora especialmente a las mujeres que aguantan el sufrimiento, de manera que yo habÃa sido condicionada a no quejarme y a minimizar mi calvario. La intuición me decÃa que la comunidad desdeñarÃa el más breve de mis testimonios y que ahà solo encontrarÃa crÃticas, estigmatización y desprecio. En lugar de alzar la voz, opté por desaparecer.
Deliberadamente, dispuse todo en mi vida para evitar ver su fotografÃa y volver a ser traumatizada por la imagen de su poder y prestigio. Me alejé de mi comunidad y amistades, cambié de carrera profesional y de sueños. Dejé de enseñar y practicar yoga. Incluso cambié mi apellido.
Ver fotografÃas de Pattabhi Jois alegre o rodeado de gloria detona en mà la reacción humana a la experiencia traumática. Mi cuerpo se congelamientras me esfuerzo por interpretar las señales que me envÃa. No distingo lo que me da seguridad de lo que me la arrebata. Mi mente se apaga… algo que, por cierto, el yoga ashtanga nos exhorta a hacer: hay que rendirse, someter el cuerpo y la mente a la práctica. Por cierto, someterse a Pattabhi Jois, también llamado guruji, apelativo honorÃfico reservado a los maestros adorados, era sumamente valorado. En el yoga ashtanga, el grado de devoción del practicante es directamente proporcional a su mérito dentro de la comunidad de ashtanguis.
Necesité veinte años para tener el valor de escribir sobre esto. Si pude hacerlo, fue gracias a las muchas y muy valientes vÃctimas de violencia sexual que levantaron la voz antes que yo. La constante humillación y señalamiento de las vÃctimas como culpables, tanto de manera abierta como soterrada, hacen casi imposible evitar mayor dolor cuando nos atrevernos a hablar. Si narro mi experiencia es porque quiero ser parte de la construcción de un mundo más seguro y amable para que las vÃctimas adviertan y reporten los abusos, un mundo donde reciban credibilidad y protección.
Necesité veinte años para tener el valor de escribir sobre esto
En parte, estuve de acuerdo con la publicación de estas imágenes porque son la prueba de que Pattabhi Jois abusó sexualmente de mÃ, pero también porque debe ser recordado como agresor sexual: no se trata únicamente del gurú sonriente en un altar de yoga, sino también de un hombre que violentó a mujeres delante de otras personas. Quisiera que estas fotografÃas fueran una invitación a reflexionar si estamos haciendo la vista gorda o subestimando cualquier forma de abuso sexual.
Chicas que denuncian la verdad
Recordamos la entrevista que realizamos a dos mujeres que un dÃa rompieron el silencio y se animaron a denunciar a Cristian Aldana. El martes próximo el ex cantante de El Otro Yo tendrá la posibilidad de declarar por última vez, antes de que la justicia de inicio a la etapa de alegatos que será la última del juicio oral.
"Cuando los abusadores tienen dinero pueden perseguir a las personas que dañaron"
Empezaron con 10 testimonios en un blog pero cada una que habló le dio fuerza y confianza a la siguiente para contar su historia. Ya habÃa 45 denuncias a integrantes de Onda Vaga por abuso cuando las intimaron a cerrar el sitio web.
De la meditación al abuso
El colectivo Yoguinis Organizadas denuncia abusos sexuales y amenazas a alumnas de parte de instructores de yoga de distintas escuelas. Cada vez son más las chicas que se animan a hablar.