Relojes de arena y otros poemas

Por Emanuel Goldschmidt

 

 

EL VAGO Y LA ARMÓNICA

 

La armónica suena,

y viento le peina el flequillo al vago.

Él va sentado en el furgón con la puerta abierta, 

soplando su armónica en do.

La luna le ilumina una mitad de la cara,

sus ojos brillosos, por el reflejo de esa perla,

buscan la musa que alguna ves tuvo,

y que se fugó, con sus valiosos recuerdos.

Su único equipaje, aparte de su música, es una mochila vieja y su antigua armónica,

su instrumento con el que llama a las melodías y rellena de versos su soledad. 

No tiene destino, 

ya buscará una buena estación 

donde colocar su piluso

y poder hacer lo que más le gusta, contagiar de melodías a la gente.

 

RELOJES DE ARENA

Después de muchos relojes de arena,

su cabeza quedó tildada,

con una armonía blanca.

A su visión le costaba ir más allá de lo tangible.

Dejó de circular la arena,

no hay quién vuelvan a girar esos relojes.

¿será que todo es ordinario?

¿su vista estará cansada?

Le cuesta capitalizar los movimientos de la reina,

el rey se siente desprotegido.

El tablero posee círculos de colores primarios,

sus relojes comienzan a girar,

y una avalancha de arena,

le devuelve la metáfora.

 

LÁGRIMAS 

Las lágrimas salaron sus mejillas.

Ese recuerdo cotidiano

las seduce a salir,

pequeñas lupas húmedas surfeando la piel,

hasta desbarrancar en forma de lluvia.

La rutina dio la estocada al músculo vital.

En el andén contrario a su certidumbre,

una dama de sobretodo negro,

le hace un guiño.

Las lágrimas humedecen su piel,

apagan las cenizas que Afrodita consumió.

Las lágrimas empaparon de reminiscencias su rostro,

acondicionaron su corazón a nuevas visitas.

 

GENIO AMO 

Un genio, amo de su propia lámpara.

Se fuga en humo

y se recluye en arenilla.

Subyuga al híbrido.

Su genio amo lo somete,

desde la lámpara observa,

a través de los quebrados y rojos acrílicos,

aquel turbio paraíso;

lo pervirtió de alucinación.

Ese genio amo de sus quimeras,

seca la leche del coco,

lo deja vacío, paranoico.

Cuando el genio amo lo requiera,

su sonrisa de foto y sus ojos de asombro,

morderán la nada

y mirarán a nadie.

Su genio amo ya no es huésped.

Su genio, es amo y dueño de la lámpara.

 

EL DIBUJANTE

Trazó un par de líneas.

Dibujó con su lápiz una silueta,

no se definía con exactitud su género,

¿él o ella?,

y si iba un poco más al fondo del boceto,

no se dilucidaba tampoco si era humano o animal.

El dibujante no pudo aseverar la silueta.

Las dudas le impedían manejar la herramienta de corazón negro.

La hoja blanca parecía un precipicio,

para aquella silueta solitaria.

Su creador le hizo dos puntos y una raya en la cara,

con los que ella pudo comenzar a gesticular.

Le pidió que no la dejara caer en ese abismo.

Inició a pintar de celeste la parte de arriba de la hoja

y muy por debajo,

un marrón con pequeños puntos verdes.

La silueta se aventuró en una caída mortal.

Llorando le exclamó al dibujante.

Del cuerpo esbelto,

de la ahora moldeada silueta,

surgieron dos alas,

que poseían tupidas plumas.

Eran largas y negras.

Humano con una faceta animal,era.

Parte salvaje y parte racional.

Una expandió las alas,

y la otra la hizo colisionar contra el fondo marrón con puntos verdes.

 

MOMENTOS 

En un momento podés ser héroe o morgue.

En un momento dueño o requisado.

En un momento te pueden hacer feliz o que el payaso desaparezca.

Hay que beber de ese momento y no dejar caer una gota.

La calavera se ríe de envidia,

porque el momento ya no le va a volver.

No espantes al momento, que el disco no tiene lado B.

Si te dormiste y se te pasó la parada,

vas a caminar en vano.

Segundos e instantes de placer.

Lugares y gente imborrables.

Situaciones y hechos de pura locura.

Momentos y más momentos de risa, carcajadas y llantos, que viviste,

y aunque no volverán los enterraste en tu mente.

Momentos y más momentos.

Aprovechalos o caminá en vano.