A fines de noviembre pasado, en el Centro Cultural Julián Centeya porteño, con una prominente concurrencia, se presentó el libro doble de Vicente Luy, a nueve meses de su salto final desde un séptimo piso.
Signado por una desesperante lucidez, vivió hasta los 50 años con manías suicidas, como un huérfano extraviado en un desierto sin fin, huésped de neuropsiquiátricos, carne de electroshocks, medicado al extremo, rotulado como bipolar, o simplemente como portador de un trastorno obsesivo compulsivo. Sobre ello comentaría: “Los últimos psiquiatras a los que fui a ver, todos dijeron que yo debía estar internado. Un bajón. Y a mí me cambiaría la vida un golpe de suerte, una sonrisa? ¿Está todo mal acá? Está todo mal. Y me van las cosas mal. En lo económico, me va pésimo. En mi trabajo, me va mal. No tengo reconocimiento. Yo quiero que, a cada lugar que vaya, que me inviten un trago, loco. ¿Entendés? Aspiro a poco. A un poco de amor humano, un poco de relajarnos, tener una mujercita que me quiera y a la cual yo poder amar. Tengo el corazón bastante cerrado.”
En vida, publicó ocho libros. Y póstumamente la editorial CrackUp ha presentado en un solo volumen dos títulos inéditos: Plan de Operaciones (libro en el que trabajó entre febrero y mayo de 2010) y La única manera de vivir a gusto es estando poseído (que recoge poemas escritos en el lapso que va desde su última publicación en 2009 hasta sus últimos días en Salta). Caratulados así: poesía express (haikus políticos), casi prosas, documentos familiares, recortes, fútbol por tv, mucho rock, pinturas, fotos y poemas de amigos, Vicente Luy usó todos los medios a su alcance para dejar “la imagen de un ser real” en su obra. Testimonio de un hombre en estado de depresión crónica. Pero de conducta gentil, ocurrente como todos los cordobeses, festivo, políticamente incorrecto, anfitrión impecable, seductor, irreverente a mansalva:
¿Venderle el alma al diablo? Sí, pero cara.
Y si se puede, venderle también otras cosas.
Y venderle a Dios lo que el diablo no compre.
Perversos como todo buen pop, los libros de Vicente, Caricatura de un enfermo de amor, La vida en Córdoba, Aviones, No le pidan peras a Cuper, La sexualidad de Gabriela Sabatini, Vicente habla al pueblo, ¡Qué campo ni campo! y Poesía Popular Argentina Óha comentado otro poeta, su amigo HernánÓ muestran su proceso psíquico, con todos sus altos y bajos. Dentro de este contenido rock en formato pop se puede verlo nítidamente.
Y así se fotografió en otro verso:
Soy bipolar: tengo un 80% de discapacidad
aceptado por la provincia.
Pero me declaro imputable.
A todos los efectos.
No soy testigo de mi ser. Participo.
Este poeta cordobés nació en 3 de mayo de 1961 y falleció Ópor decisión propiaÓ el 23 de febrero de 2012 en Salta. Su biografía estándar narra que dos finales abruptos, los de sus padres, signaron su trayectoria entre los habitantes de este mundo (era todavía un bebé cuando ellos murieron en un accidente de aviación). Fue criado por su abuelo, Juan Larrea, escritor español inscripto en corrientes de vanguardia, fugitivo de la agónica cultura europea. Hoy ambos son vecinos en un cementerio de Córdoba.
Declaró un día: “Siento que hay en mi obra un contacto con el universo. Tengo una relación muy extraña con Dios. Y si las cosas mejoran, probablemente no sea por Dios, sino por un golpe de suerte. Porque no creo que Dios se ande ocupando de las personitas, una por una? No hay nada más espiritual que el dinero. Te garpa tu tiempo y tu vida para crear lo que vos elijas.”
Los pocos datos existentes sobre su infancia, indican que antes de aterrizar en la órbita de Juan Larrea peregrinó por variadas familias adoptivas y no siempre bien tratado. Larrea, nacido en Bilbao, otro fugitivo cultural, era su abuelo materno, exiliado en la Argentina tras la Guerra Civil Española. Wikipedia ofrece varios elementos sobre la única persona que Vicente pudo evocar con extremo afecto:
A través de Gerardo Diego y Vicente Huidobro, el joven Juan Larrea quedó fascinado por la poesía, en la que buscó una salida a la realidad mediocre que le rodeaba. Aunque tuvo una vida relativamente desahogada como archivero y bibliotecario, su descontento con el entorno y consigo mismo le llevó a emprender una doble huida: primero a París, donde abandonó el español como lengua de creación y adoptó el francés. Creó allí, junto a su amigo César Vallejo (otro personaje trágico), la revista Favorables Paris Poema. La segunda fase de su huida le llevó al Nuevo Mundo, cuyas culturas precolombinas estudió con fervor. En 1932 abandonó la creación poética. Tras la Guerra Civil Española, se exilió definitivamente en América y emprendió una obra ensayística de gran calado, en la que destacan sus estudios sobre Vallejo, Huidobro, el surrealismo, el Guernica de Picasso y Machu Picchu. Bajo la protección de ese hombre culto y rebelde, que nutrió líricamente los días de su infancia y adolescencia, Vicente Luy absorbió una irreductible vocación inconformista, y manifestó:
Abuelo, abuelo Juan,
me complicaste,
pero a nadie amé en la vida como a vos.
Llevo 30 años sin poder hacer el duelo.
Larrea falleció en 1980, cuando Vicente tenía 19 años: nunca se repuso de esa pérdida. La herencia fue suculenta, bastante dinero y una casa. Se afincó en Salsipuedes, y como una especie de dandy, iba y venía a la capital cordobesa? en taxi. Vivía rodeado de amistades, novias y admiradores, fiestas delirantes. Empapeló la capital cordobesa en base a un provocador afiche con desnudos. Y desde su residencia seguía obsesivamente tres pasiones nacionales: el fútbol (era hincha de Talleres), el tenis (que jugaba a las maravillas) y el rock nacional. En Buenos Aires se insertó en el mundo rockero y poético. El bolsillo le permitió asumirse como mecenas del trío Flopa-Manza-Minimal (cuyo primer disco produjo), y trabó amistad con figuras talentosas como Palo Pandolfo, Hilda Lizarazu, María Gabriela Epumer y Gabo Ferro. Y se insertó en un comando poético llamado Los Verbonautas, compuesto por Palo Pandolfo, Karina Cohen, Horacio Nocera, Hernán, Osvaldo Vigna y, ocasionalmente, Pipo Lernoud. Hasta que su vértigo dispendioso puso en cero su cuenta corriente.
¿Por qué los secuestradores prosperan?
¿Por qué sonríen los diputados?
Tienen plan.
Vos no tenés plan.
Dos veces fue internado en establecimientos psiquiátricos, y de ambos se fugó. Evocaba: “Me aplicaban series de shocks eléctricos pues eso estaba de moda para anestesiar el impulso suicida. Me los hicieron tristemente, en un geriátrico? Eso me jodió en los dientes, me los dejó negros. Y se me sale la rodilla izquierda? Por unos cuantos meses, me sacaron la pasión suicida? Y en la terapia salió que había sido salvajemente golpeado cuando era niño? Antes que el manicomio, prefiero morirme. No he tenido una vida mala, sino jodida de chico? Lo mío brota desde la soledad extrema. Llega fin de año y estás solo y todo el mundo anda hablando de fiestas. Es una locura, pero los que estamos solos, sabemos de qué se trata”.
A fines de noviembre pasado, en el Centro Cultural Julián Centeya porteño, con una prominente concurrencia, se presentó el libro doble de Vicente Luy, a nueve meses de su salto final desde un séptimo piso. No hubo solemnidades. La reunión comenzó con la proyección de imágenes del homenajeado, leyendo sus versos. Luego hubo una alternancia de lecturas de sus poemas y de temas musicales, a cargo de Florencia Ruiz por un lado y por el dúo Flopa-Ariel Minimal por el otro. Los lectores fueron sus amigos: Osvaldo Vigna, Pipo Lernoud, Hernán y Mariela Laudecina.
No voto.
Pero, sí necesitamos tiempo para pensar, estos.
Ahora, pensemos.
Pandolfo dice que en 5 años tenemos que ser opción de poder.
No le falta razón.
Pero él no puede ni bajarse del caballo.
Ya aparecerán líderes humildes.
No se vislumbra, pero que están/están.
La mayoría en clase.
Una madrugada de 2011, él y Osvaldo Vigna cayeron a mi programa de Radio Nacional, donde los poetas suelen leer sus obras. Percibí que Vicente Luy estaba en neto estado de sufrimiento. Vigna me dijo: “está muy subidón en su bipolaridad, muy eufórico”. Venían de leer poemas en dos lugares de Buenos Aires. Vicente había estado bajando línea, muy lúcido, con buena acogida. Había tratado de levantarse tres o cuatro chicas que le habían dado bola. Estaba muy eufórico. Cuando le ofrecí que leyera un poema, recitó uno sobre el futbolista Javier Pastore, otro al que hacía referencia a unos músicos de rock? y cuando llegaron los mensajes telefónicos reprobatorios de la audiencia, gente que no había hecho “contacto” con la poesía de él, sintió que estaba en territorio hostil. Entonces, ahí hubo un cortocircuito. A eso de las cinco de la mañana fueron a dormir a la casa de Vigna. Al otro día se despertó, compraron el diario, y al igual que Artaud Óque escribía en los márgenes de sus propios cuadernosÓ Vicente escribió varios poemas en los márgenes de un suplemento.
Me gustó una chica fea.
Mucho me gustó.
Y luego me encantó cómo besaba a su chico.
Es actriz, y él dibuja.
Amigos nuevos que no sé si volveré a ver.
Estoy saliendo a la calle
y a donde voy pido el micrófono, y leo.
Todavía temblando.
Pero ya se pasará.
Y si no, subo a 2 PROZAC por día.
Voy a devolver la poesía a su sitio.
Por lo menos en esta ciudad.
Por: Miguel Grinberg
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