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No es no: el pueblo de Ancasti tampoco acepta la megaminería

por Mariana Rolleri
04 de enero de 2021

No es no: el pueblo de Ancasti tampoco acepta la megamineria

La Sierra de Ancasti se expande por el sudeste de la provincia de Catamarca, a 70 kilómetros de San Fernando del Valle, y la comparten dos departamentos: Ancasti y El Alto. La población de la zona se distribuye entre los pueblos, los caseríos dispersos al costado de la ruta y en los antiguos puestos monte adentro. A los pies de los cerros, en Anquincila, vive Luciana Fernández hace 20 años.  

“El paisaje se parece al de las sierras cordobesas hace 40 años atrás porque es muy silvestre, con arroyitos, árboles, y sin toda la explotación turística que transformó después a Córdoba”, describe un hábitat diferente al de las imágenes áridas que se difunden, por lo general, de la puna y la cordillera catamarqueña.

En 2017, corrió “un chisme” que alarmó a les vecines: había mineros en su cerro. La empresa australiana llamada cínicamente Recursos Latinos estaba realizando la exploración del subsuelo para saber qué cantidad de litio había. Les pobladores se enteraron por el movimiento inusual de maquinarias, vehículos y personas desconocidas. “La megaminería se desarrolla, a grandes rasgos, en tres etapas: la prospección, la exploración y la explotación. Se ve que ya habían hecho la primera parte y no nos habíamos enterado”, cuenta la docente y no sorprende: cuando de saqueo se trata el silencio oficial manda. 

Ella estuvo en una de las tantas bocas de mina que son parte del proyecto para el que el Gobierno provincial concesionó 77 mil hectáreas porque el litio está diseminado por toda la serranía. Ahí pudo ver las maquinarias, el bosque desmontado y la perforación. 

Supuestamente se realizó una consulta comunitaria a través de una Audiencia Pública pero solo convocaron a personas invitadas por la empresa

A 500 metros de esa plataforma, se encuentra Santa Gertrudis, un caserío donde vive un grupo de tejedoras de seda de coyoyo, un material natural que se obtiene de capullos que se reproducen de manera silvestre en el monte. La técnica para la producción es artesanal y ancestral, capital cultural invaluable propio de la zona. 

En territorio lindero a las hectáreas concesionadas, se emplaza además el Parque Arqueológico La Tunita, donde se preservan pinturas rupestres de hace 1500 años, significativas en Sudamérica por la cantidad y la variedad de diseños. Otros de los patrimonios arqueológicos son las terrazas de cultivo y los morteros, todas huellas de las poblaciones originarias precolombinas. 

A partir de la corroboración del “chusmerío”, se conformó en 2017 la Asamblea de Ancasti por la Vida - en la que participa Luciana-. El grupo comenzó a empaparse del tema para ver cómo podía evitar el avance de la minería en su terruño, tan rico natural y culturalmente. 

En ese momento averiguaron que el proyecto contaba con el Informe de Impacto Ambiental aprobado por la Dirección Provincial de Gestión Ambiental y que se había realizado una instancia de (in)consulta comunitaria. “Nos enteramos que habían hecho una Audiencia Pública trucha ya que no había cumplido los requisitos que están en el Código de Procedimiento Minero: no habían hecho difusión, por lo tanto fueron solo las personas que la empresa invitó, como a las autoridades de Ancasti que les avisaron el día anterior”. 

Como Asamblea lograron una ordenanza que declara al municipio área protegida y prohíbe las prácticas extractivas que ponen en riesgo la salud de la población. Si bien esto fue un avance que les permitió poner en discusión y hacer visible el conflicto en la zona, la firma Recursos Latinos volvió a la carga en el último tiempo después de tres años de silencio. Según una nota publicada por el diario el Cronista a finales de octubre pasado, la empresa australiana firmó un acuerdo con Integra Capital, que dirige el ex funcionario menemista José Luis Manzano, para explorar y explotar litio en la Sierra de Ancasti. 

A partir de esta noticia las abogadas de la organización presentaron un pedido de informe al organismo gubernamental pertinente para saber en qué estado está el proyecto y organizaron un “Abrazo al Ancasti” en las redes sociales porque nuevamente sienten que su oasis está en la mira. 

“La sierra es una red de cuencas hídricas que alimenta de agua a toda la región. Entonces estamos convocando a todas las poblaciones. La extracción de litio en pegmatita (o roca dura) se implementa para extraer otros metales a cielo abierto como por ejemplo en La Alumbrera. Se realiza con explosivos, trituran la tierra y después tienen que separar lo que les interesa, de lo que no. Y eso lo hacen con muchísima cantidad de agua y sustancias tóxicas como ácido sulfúrico a altas temperaturas. Entonces se arma una sopa química que termina en los llamados diques de cola, acumulando todas esas sustancias. Cada etapa de extracción es terriblemente nociva para todo el ambiente circundante y como el litio está diseminado en toda la sierra se harían varios pozos gigantes, no uno sólo como en La Alumbrera”, alerta Luciana, después de años de estudiar el proceso y los efectos de la megaminería en el medio ambiente. 

A principio de diciembre, el Gobierno provincial, presidido por el peronista Raúl Jalil, logró la aprobación en la Legislatura de un nuevo Código de Procedimiento Minero, del que las autoridades se jactan que ayudará a atraer mayores inversiones. “Básicamente lo que busca es acortar los trámites que tienen que hacer las empresas para avanzar con sus proyectos en territorio”, explica la asambleísta y casi antropóloga. 

Entonces, ¿cómo ir contra los colmillos de capitales extranjeros, de funcionarios entreguistas que imponen el discurso de la minería cómo única alternativa económica? La Asamblea de Ancasti por la Vida sabe que la respuesta está en el saber popular. 

“Presentamos un proyecto para que Ancasti se declare municipio agroecológico y potenciar la economía campesina diversificada que existe en la zona. Hay ganadería tradicional, siembra en pequeña escala de maíz, trigo, y hasta producción de harina integral, de arropes, dulces y artesanías, que cubren las necesidades de las familias. Esta es nuestra economía. Tenemos que apoyar lo que tenemos. La mina implica la destrucción de todo esto. Al parecer nuestro pueblos son sacrificables para el progreso de otros. No somos sacrificables y vamos a defender nuestro derecho a la vida”.