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El lado B del caso Catrillanca: violencia estatal contra niñas y niños mapuche

por Maxi Goldschmidt
14 de diciembre de 2018

Junto al comunero asesinado, en el tractor, viajaba un niño de 15 años, al que le dispararon, lo golpearon, torturaron y detuvieron. Además, otros cuatro menores de edad fueron presos y reprimidos ese día en Ercilla. Una práctica repetida por Carabineros, que cuenta con aval de la Justicia y el Gobierno chilenos.

 

--Agáchate.

Antes de que una bala calibre 5.56 entrara por su nuca, y terminara con su vida, Camilo Catrillanca salvó la de un niño de 15 años. M.P.C. viajaba a su lado en el tractor azul. Estaban yendo a buscar cilantro para el ñachi, una comida que se prepara con limón, cebolla, merquén, sangre de cordero y cilantro.

--Agáchate --gritó Camilo. Y acto seguido le reventaron el cráneo. M.P.C. vio cómo Camilo sangraba por la nariz. Controló el tractor y se bajó con las manos en alto gritando “le dieron, le dieron”.

Su relato de los hechos no sólo permitió determinar que Camilo Catrillanca fue asesinado por la espalda, y quiénes fueron los responsables. Además, desbarató la estrategia oficial de las primeras horas, al revelar que no hubo “enfrentamiento” y que sí se estaba filmando el operativo del "Comando Jungla", el grupo de élite de Carabineros que asesinó por la espalda, hoy hace un mes, a un joven mapuche de 24 años.

“Dieron dos vueltas a toda velocidad, frenaron en el Cesfan y lo bajaron. No sabíamos quién era. Vimos que sangraba. Y que lo tiraron en la camilla”, relata J. H., de 14 años.

M.P.C., que bien podría haber recibido uno de los más de 20 balazos (en la reconstrucción, la bala Nº 5 impactó donde él estaba antes de agacharse), también relató haber sido golpeado. “Estaba esposado cuando por detrás viene un carabinero y me pega con la UZI. Viene otro, que le decían coronel, y me pegó nuevamente”, contó. Pero M.P.C. no es el único niño violentado y testigo en esta historia que se intentó ocultar, sin éxito, y que hace semanas tiene convulsionado a Chile.

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A M.P.C. lo subieron a una tanqueta. A Camilo, desangrándose, a una Dodge Ram de Carabineros.

Esa camioneta es la que vieron pasar “a toda velocidad” por las calles de Ercilla varios niños que acababan de salir del liceo Alonso de Ercilla y Zuñiga, y que minutos después, también, serían golpeados y detenidos por Carabineros.

¿Por qué, si dentro viajaba Camilo Catrillanca, con el cráneo destrozado y una hemorragia imparable, la camioneta dio varias vueltas antes de estacionar frente al Centro de Salud Familiar (Cesfan) de Ercilla?

“Dieron dos vueltas a toda velocidad en esas Dogde. Frenaron en el Cesfan y lo bajaron al peñi. No sabíamos quién era. Vimos que sangraba. Y que lo tiraron en la camilla”, relata J. H., de 14 años. A su lado, su primo, E.H, de 13 años, continúa: “Iba cayendo sangre. Entramos al baño del Cesfan, y cuando salimos quisimos filmar y sacar fotos con el teléfono. Ahí nos pegaron. Me dieron varios golpes en la cabeza contra la patrulla, me agarraron el brazo y me pegaron con el 'churro' (cachiporra) en la espalda”.

A la salida del colegio de Ercilla, tres efectivos de Carabineros llevaron a un descampado a cuatro niños y una niña, de entre 11 y 14 años. Los revisaron y les hicieron bajarse los pantalones. 

“A mí me pegaron patadas en las costillas y golpes en las piernas. Y me metieron en la camioneta que tiene la cúpula atrás”, dice otro de los niños detenidos. En total, fueron cuatro, trasladados a la comisaría de Ercilla. Allí, los metieron en una celda junto a M.P.C, quien acompañaba a Camilo en el tractor. “Nos pusieron esas esposas de fierro”, cuenta E.H. Luego, todos fueron llevados al control médico en el Hospital de Collipulli, y posteriormente a la comisaría 2da de esa comuna.

“A mí me dolía mucho la cabeza, tenía hinchado. Y también me dolía la espalda, la rodilla, el pie y el brazo. Le dije al médico, pero no dijo nada”, dice E.H., y muestra algunos de los moretones.

En los informes médicos a los que pudo acceder Cítrica, se puede leer que los pacientes “acuden a constatar lesiones con Carabineros, esposados”, “que refieren” dolores, contusiones y haber recibido golpes en diferentes partes del cuerpo.

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“Son permanentemente golpeados los menores en Ercilla. Por eso los jóvenes que toman el Liceo tienen tanto odio, tanta rabia. Carabineros de Ercilla tiene un prontuario de ilegalidades. Es una política de Estado incentivada por los fiscales, normalizar el trato ilegal de Carabineros con los mapuche y, principalmente, con los menores. Violentos, agresivos, racistas, los fiscales no son diligentes para investigar cuando se presentan acusaciones de abusos, torturas, apremios ilegítimos que realiza Carabineros”, dice Daniela Sierra. Ella es abogada, y fue una de las primeras en llegar a la comisaría de Collipulli, donde también se acercaron familiares de los menores, e integrantes del INDH (Instituto Nacional de Derechos Humanos), que le tomaron el primer testimonio a M.P.C., fundamental para evitar el montaje del “enfrentamiento” y de la ausencia de cámaras.

 

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Cuando constataron que E.H tenía 13 años, lo dejaron en libertad. A su primo, J.H, lo dejaron cinco horas esposado en la comisaría de Collipulli. Ambos, habían vivido hacía unos meses otra situación de violencia por parte de Carabineros. Fue el 22 de marzo, a la salida del mismo colegio de Ercilla. Tres efectivos de Carabineros llevaron a un descampado a cuatro niños y una niña, de entre 11 y 14 años. La niña logró escapar y fotografiar a los efectivos, que fueron reconocidos y se les inició un proceso judicial que tampoco prosperó en primera instancia y llegó a la Corte Suprema. ¿Qué hicieron con los niños?

El liceo técnico profesional Pahilahueque era el único en la región que permitía a los jóvenes mapuche obtener un título con una especialización. Hoy, es un cuartel de Carabineros.

“Los trasladaron a un sitio cercano, con arbustos, que impedía la visibilidad, y los menores no podían pedir ayuda. Nunca se les pide identificación. Se les revisan sus pertenencias, se revisan con palpaciones las vestimentas y posteriormente se les pide que se quiten los pantalones, que se quiten los zapatos y los calcetines (medias). Uno de ellos, por miedo, se bajó los pantalones”, relata la abogada Pamela Nahuelcheo, del Centro de Investigación y Defensa Sur (CIDSUR).

“No era la primera vez. Esos mismos Carabineros, la primera vez me revisaron la mochila y me preguntaron cómo me estaba portando”, cuenta uno de los menores, de 14 años.

El recurso de amparo rechazado en la Corte de Temuco fue denunciado ante la Corte Suprema, que si bien admitió que se trató de un procesamiento ilegal por parte de Carabineros, y que se habían vulnerado derechos, no se pronunció respecto al desnudamiento.

Al igual que tras el crimen de Catrillanca, desde Carabineros dijeron no tener ningún registro fílmico del procedimiento.

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El liceo técnico profesional Pahilahueque era el único en la región que permitía a los jóvenes mapuche obtener un título con una especialización: la de Técnico Agropecuario y Forestal, Mecánica Automotriz y Atención de Párvulos. Era la primera puerta para abrir más posibilidades de trabajo. Allí estudiaron, entre otros, Camilo Catrillanca y Alex Lemún, también asesinado por la espalda de un disparo en la cabeza por Carabineros.

Hoy, ese liceo es un cuartel de las Fuerzas Especiales.

“Queremos justicia por mi hermano, que se vaya el Comando Jungla y que renuncie el ministro Chadwick”, dice Newen Catrillanca, de 16 años, en la puerta del liceo de Ercilla, tomado por los estudiantes días después del asesinato de Camilo.

La toma, mal vista por los sectores de la sociedad “anti-mapuche” de Ercilla, fue apoyada por autoridades y mayores de las comunidades de la zona. Se acercaron lonkos y machis, y se realizaron ceremonias y actividades culturales.

También se acercaron carabineros, que tiraron gases lacrimógenos dentro de un colegio repleto de niñas y niños. Niñas y niños que cada tanto responden a tanto atropello contra sus comunidades, sus familias y sus cuerpos. La respuesta es con piedras, mientras del otro lado hay carros blindados y efectivos preparados para una “guerra”.

Así es la vida en Ercilla, “la zona roja, la más peligrosa de Chile”, tal como repiten medios y personas de todo el país. Se habla de la peligrosidad de los “terroristas mapuche”. Y prácticamente no se habla de la que es generada a diario por las fuerzas especiales del Estado.

En la comunidad Huenquillen, una abuela de casi 100 años y un niño de 5 fueron obligados a permanecer varios minutos contra el piso. Silvestre, de 14, lleva aún en su pierna izquierda el recuerdo de esa tarde: cinco perdigones.

“En la región desde hace muchos años vivimos situaciones de vulneración de derechos a niños, niñas y adolescente mapuche. Hay una política estatal que no tiene en cuenta la presencia de niños en manifestaciones pacíficas o en sus mismos domicilios cuando se hacen allanamientos. Más de una vez se tiraron gases en las escuelas, hay videos en los que se ve a niños afectados por los gases. Niños que van creciendo en medio de la violencia y el Estado no ha hecho nada para parar eso. El mismo caso de Camilo, es un niño que creció en una comunidad que ha sido hostigada por Carabineros”, denuncia la abogada Nahuelcheo.

 

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El caso de Brandon Hernández Huentecol es otro de los paradigmáticos de la zona. Ocurrió hace casi dos años y sin embargo aún no empezó el juicio.

“Acá, en la puerta de mi casa, en la ruta, hubo un control policial. Redujeron a cinco lamienes (hermanos) mapuche. Mi hijo Isaías, de 13 años, salió en bicicleta y un carabinero lo tira. Brandon, su hermano, de 17, lo ve y sale corriendo. El carabinero Cristian Rivera Silva, muy alterado, lo tira al suelo, le pone la culata en la espalda y lo pisa. Saca el seguro y le dispara. Le molió la pelvis derecha. Los médicos me dijeron: 'Tu hijo tiene un 40 por ciento de posibilidades de vivir’”, relata su madre, Ada Huentecol, que desde el 18 de diciembre de 2016 mueve cielo y tierra para conseguir justicia por su hijo, al que lo sometieron a 17 operaciones para sacarle 180 perdigones. Aún, tiene 30 dentro de su cuerpo, y alto nivel de plomo en sangre.

El juicio comienza el 2 de enero, y la formalización es por “cuasi delito”, porque el carabinero dice que se le escapó el disparo y no tuvo intención de matarlo. Como pasó con Camilo, dijeron que no llevaban cámaras durante el operativo.

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El 20 de abril de 2016, fuerzas especiales de Carabineros ingresaron disparando contra una familia de la comunidad Huenquillen. Una abuela de 100 años y un niño de 5 fueron obligados a permanecer varios minutos contra el piso. Los estaban apuntando. Silvestre, de 14 años, lleva aún en su pierna izquierda el mal recuerdo de esa tarde: cinco perdigones, uno incrustado en la rótula y otro muy cerca de la arteria femoral. Los disparos se realizaron a menos de 7 metros de distancia. No recibió la atención médica adecuada y a su familia la maltrataron en el hospital. Tampoco hubo justicia: incluso, Carabineros acusó al niño de “porte ilegal de armas, tráfico de drogas e intento de homicidio”.

Lejos de ser algo extraordinario, éste es un caso más en Ercilla. Así lo grafica la abogada Daniela Sierra: “La fiscalía no investiga y cierra las causas. Acá en la zona no se observa el principio de objetividad. Los fiscales son muy negligentes al investigar los delitos en contra de Carabineros o las empresas forestales. Por eso decimos que es una institución feudal, terrateniente, que rápidamente actúa cuando los acusados de los delitos son mapuche. Ahí sí, utilizan todo el arsenal que tengan a su disposición”.