Osvaldo Bayer remarca que “estamos en una democracia y debemos demostrarlo: no puede haber más desaparecidos”. Portando la imagen de Santiago, dijo: “Es vergonzoso que haya medios en contra de la campaña para que aparezca con vida”.
Conoció la palabra desaparecido antes de que se convirtiera en un estigma para nuestra historia. Osvaldo Bayer fue uno de los primeros en convertir ese adjetivo en sustantivo: en darle un valor semántico a la tragedia. Lo hizo cuando escribió sobre la muerte de Joaquín Penina, el primer desaparecido de la Argentina: un obrero anarquista fusilado durante la dictadura de José Félix Uriburu.
Entre la desaparición de Penina --el primero de nuestra historia-- y la de Santiago Maldonado --el último-- pasaron 87 años. En todo ese tiempo, casi su edad, Bayer forjó su destino de imprescindible: fue siempre coherente con sus ideas, fustigó a los verdugos y descubrió a los héroes olvidados. “Estamos en una democracia y debemos demostrarlo: no puede haber más desaparecidos. Santiago debe aparecer con vida. Sino vamos a demostrar que no hemos avanzado un sólo paso”, dice ahora Osvaldo, sentado en una silla de El Tugurio, su casa en Belgrano, mientras merienda un té con galletitas de vainilla y chocolate. “Debemos hacer todo lo posible, como se hizo en la década del 30, para que aparezca este nuevo luchador. Este luchador simple, llano y realmente lleno de espíritu de justicia”, agrega.
El Maestro ya no da entrevistas. Pero cuando habla, cuando suelta toda su historia de lucha, se para en el mismo lugar de siempre.
“Han desaparecido a Santiago Maldonado. Todo el mundo lo sabe, menos el Gobierno, que es responsable y no da información --remarca Bayer--. Exigimos que se informen ya los pasos que se dieron para encontrar a este joven luchador. El Gobierno tiene que decir día a día qué ha hecho y por qué no ha descubierto absolutamente nada todavía. Teniendo tanta policía, teniendo tantas oficinas de información...queremos saber dónde está. Todos los días queremos un parte donde se diga qué pasos se han dado. Y qué es lo que se espera, y qué es lo que se va hacer. Para demostrar realmente que somos un país con seguridad”.
Bayer, el principal promotor para desmonumentar a Julio Argentino Roca, sabe como casi nadie lo que sufrieron los pueblos originarios en los últimos dos siglos. Por eso entiende cuando Facundo Jones Huala habla de una segunda Conquista del Desierto. Por eso pide que el Estado, de una buena vez por todas, deje de castigar a los mismos de siempre. “No sólo importa la búsqueda de este joven sino también qué se hace para proteger al pueblo mapuche. Porque en realidad nada se hace por este pueblo, que es perseguido en forma totalitaria desde siempre. Todas estas cosas hay que hacerlas ya mismo, para demostrar que somos un país auténticamente democrático y plural”, dice.
Por encima de la cabeza de Bayer, en uno de los tantos estantes atiborrados de libros, se lee un cartel que se diferencia de todo lo demás. Parece un resultado de un partido de fútbol, pero no. En ese cartelito, blanco sobre negro, se lee: Cutral Có 2 - Gendarmería 0. Es un recuerdo de las puebladas que se gestaron en esa ciudad petrolera de Neuquén en los noventa, cuando las políticas económicas del menemismo desangraban el país. Esa fuerza de seguridad, aquella vez, también disparaba para el mismo lado: “La Gendarmería, que ha sido creada para defender nuestro territorio y las libertades dentro del país, tiene que defender la tierra y a sus habitantes. No puede suceder que desaparezca una persona y no se diga qué ha pasado”, se lamenta Bayer. Y agrega: “Encima hay medios (diarios, locutores, escritores) que están en contra de esta campaña para que Santiago aparezca con vida. Sinceramente es vergonzoso. Que no se luche por un hombre desaparecido. Hombres como Lanata, o el diario La Nación, que han difundido ideas penosas. No puede justificarse su desaparición. Tiene que aparecer, es nuestro deber que aparezca”.
Son casi 200 y el Estado es responsable
María del Carmen Verdú, abogada y referente de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional, recuerda a las personas desaparecidas por las fuerzas de seguridad estatales en democracia y destaca un factor en común en casi todos los casos: jóvenes pobres, con una historia previa de hostigamiento policial.
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