Detrás de la comedia

por Revista Cítrica
31 de agosto de 2016

Mujer hermosa se ve por allá es una obra de teatro que se la juega. Dentro de una historia cómica sobre detectives afloran el dolor y las injusticias de los abusos infantiles y las redes de trata. Una novela negra de ley.

El dramaturgo Diego Brienza tomó una decisión arriesgada. Muy arriesgada. Para contar una historia sobre trata de personas eligió al género de la comedia. Pudo haberle salido mal. Muy mal. Tuvo dudas. Muchas dudas. Era un tema demasiado delicado, lleno de dolor e injusticias, en donde la risa es muy fácil de malinterpretar. Tuvo miedo. Mucho miedo. Y ese miedo no se le fue hasta el día en que una persona que había sufrido un abuso de pequeño fue a ver a la obra y se emocionó y agradeció.

“Temor tuve siempre. Al tratamiento y a la forma. Pero se me fue cuando vino alguien que tiene una ONG, que fue abusado de pequeño por un pedófilo y le encantó la obra. Ahí se me fue el miedo. Porque una cosa es la persona que está metida en el tema de los abusos pero no los sufrió y otra cosa es un pibe abusado que se animó a contarlo veinte años después, y junto a la justicia consiguió meter en cana al cura que lo violó. Esta persona vio la obra y me hizo unos comentarios superpositivos”, cuenta Diego Brienza director y autor de Mujer hermosa se ve por allá, que tiene funciones en el Teatro Anfitrión (Venezuela 3340) todos los viernes a las 23 horas.

Durante la obra abundan las risas, los chistes, la diversión y el entretenimiento. Sin embargo cuando todo termina, cuando se apagan las luces, terminan los aplausos y llega el momento de procesar lo que uno vio. Lo que nos queda en la cabeza, lo que recordaremos por mucho tiempo de esta pieza teatral, es la escena en la que la actriz Malala González representa cómo su personaje, Ángela, fue abusada. Lo hace jugando y cantando una y otra vez la misma canción infantil: Estaba la Catalina. Pero cada vez que la canta lo hace con otro tono y con otra expresión. Y así en una escena antológica, representa el paso de la niña a la adulta que vivió su adolescencia secuestrada por una red de trata.

“Me llevó más de un año armarla. No sabía cómo representar el abuso. La multiplicidad de abusos sin caer en el contarlo solamente; pensé en cosas básicas como muñecas o en varios hombres que entraban y salían. Lo que quería mostrar es cómo el adulto irrumpe en la vida del niño y lo sacaba de ese lugar de niño y lo ponía en un lugar de adulto. Tenía que representar cómo una chica de 8 años que estaba jugando en la calle de golpe pasa a ser abusada por 200 tipos. Entonces ahí fue la idea del juego y del adulto que interrumpe ese juego y la pone en otro lugar, a mi me gusta mucho cómo queda por la interpretación de Malala, nos costó mucho encontrar la idea y nos costó mucho que funcionara”, relata Brienza, sobre  el detrás de escena.

Los protagonistas de Mujer hermosa se ve por allá no son las chicas abusadas, sino los detectives que investigan el caso. El detective privado que es contratado para encontrar una chica secuestrada cuenta con la ayuda de extraños y divertidos personajes: “Cuando yo veo algo y me embola o se pone muy ceremonioso trato de modificar el barco para otro lado, yo pienso mucho en el público, no para darle las cosas todas digeridas sino todo lo contrario. Pienso en la persona que va al teatro un viernes a las 11 de la noche. El humor surge porque la obra está planteada desde la novela negra, que tiene personajes muy al extremo. Aparecen muchas personas que son básicas en su pensamiento, personajes xenófobos, yo los traté de incorporar para hacer más dinámico el relato y ahí empezó a aparecer el humor”.

Sin embargo la clave para que el humor funcione está en lo bizarro. En un detective privado, depresivo y solitario y con los gajes del oficio que se suelen ver en las películas pero insertado en Buenos Aires. La obra funciona como las ficciones de Bioy Casares: los elementos fantásticos insertados en el mundo real. En este caso los elementos de la novela negra estadounidense puestos en una ciudad en la que no encajan.

Brienza tiene dos escenas favoritas de su obra: una es aquella donde Ángela muestra cómo se transforma en una persona abusada y la otra es la final, donde para resolver el conflicto decidió recurrir a una historieta que complementa a la actuación: “Me gusta cómo un texto arma sentido. Es algo que venía pensando desde 2002 y recién lo pude plasmar ahora. Es la puesta que más me gusta. Me parece muy estética. Costó mucho que las posiciones queden bien con el cómic. Costó mucho laburo porque son cinco cuerpos que tienen que estar sistemáticamente, que tiene que parar y seguir con los movimientos en momentos determinados. La idea de la historieta la tenía hace mucho. Se me ocurrió una vez en un ensayo donde había un actor pensando y se me ocurrió que podía tener un globito atrás tipo historieta que mostrara el pensamiento y me pareció muy respetuoso al origen de la novela negra que viene del papel, traté de cerrar al final con eso”.

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