Una tarde noche en el Centro (de la resistencia)

por Revista Cítrica
20 de abril de 2017

¿Dónde están las cámaras de la televisión?¿Qué dicen los formadores de opinión?¿Cuándo llegan los legisladores?¿Y los periodistas? Vamos, que la calle explota.

Ayer se cortó internet en nuestra redacción. Cuando eso pasa, en cualquier diario, de los grandes o de los chicos, de los fachos o de los progres o de los que se cambian de bando según de dónde sopla el viento; un veterano del oficio, ese que llegó a trabajar sin whats app, sin conexión y dice la leyenda que también redactaba en máquina de escribir, lanza la burla: "El fin del periodismo". Cierta o no la frase, la realidad al menos ayer fue que nada teníamos para hacer entre las cuatro paredes de nuestra oficina en el tercer piso del Hotel Bauen.

Originalmente el plan era otro: defender nuestra segunda casa. La nuestra y de todos los trabajadores de la Ciudad de Buenos Aires. Pensábamos documentar la lucha de los compañeros de la cooperativa del Bauen, a los que una jueza estuvo a punto de desalojar. Pero no pasó, la Cámara Comercial, esta vez estuvo del lado de lo justo, y suspendió el desalojo al menos provisoriamente. Igualmente muchas personas se acercaron al hotel -hubo compañeros que llegaron desde Tierra del Fuego-, donde estaban programadas una vigilia y un festival que habían sido cancelados. Algunas ya estaban alojadas allí, otras ya tenían planeado acercarse y lo hicieron para darles más fuerzas a los trabajadores del Bauen.  Así que paseamos un rato por el hotel, nos encontramos con compañeros de otras luchas, conversamos un rato y después salimos a la calle. Total, el periodismo, aunque los adalides de lo instántaneo y lo urgente nos hagan creer que no es así, puede esperar un rato. Y hasta a veces vale la pena hacerlo esperar.

Salimos a pasear por Corrientes y Callao, por el centro porteño. Sinónimo de librerías, cines, teatro, pizzerías. Sitio de cultura y encuentro. O al menos eso era cuando se redactaba a máquina de escribir, y hace menos tiempo también. Ahora el centro está tomado por los demonios, los atacados por este gobierno: docentes, cineastas, artistas, sindicalistas, autogestionados. Todos los que día a día se esfuerzan colectivamente para que el país sea un poquito menos injusto. Ellos y ellas comparten las calles con la policía.

Ahí estaba un micro colmado de oficiales en la puerta del hotel. No había desalojo, no había festival. Pero vinieron igual. Por las dudas, a marcar presencia. A decirnos que los CEOS no salen a las calles, pero están ellos para controlarlas. En la esquina había una manifestación con poca convocatoria: no más de 30 personas expresaban su apoyo al gobierno de Venezuela. A los policías -más que los manifestantes- igualmente les pareció oportuno vigilar y armaron una fila y marcharon con firmeza desde la puerta del Bauen hasta la esquina. El ridículo de la acción creció cuando a un policía se le cayó la gorra y una compañera la pisó, y se la devolvió. Así se rompió la inútil fila.

Seguimos la caminata para el otro lado. Sobre Rivadavia, enfrente del Congreso están los docentes con su Escuela Itinerante. Y unos metros más hacia el bajo, el mundo del cine se reunía en una asamblea abierta en el cine Gaumont, donde comenzaba el Bafici. Los docentes, en consonancia con las luchas del Bauen y del INCAA no habían programado actividades para la tarde-noche. Pero sí estaban allí, enseñanado a leer y escribir. Intentando que los niños aprendan a ser niños y los adultos menos injustos. 

La entrada al cine Gaumont explota de gente. Que a nadie se le ocurra ir a comprar una entrada, no va a poder pasar. El cine está en lucha. Los cantos y los carteles tienen dos destinarios: el presidente Mauricio Macri y el ministro de Cultura, Pablo Avelluto. El día anterior el ministro fue felicitado por el presidente por "animarse". Animarse es despedir trabajadores. Animarse es recortar presupuesto de una industria que ha crecido en los últimos años y es un orgullo para toda Latinoamérica. Animarse a quitar el canon que la televisión basura de los grandes grupos mediáticos tiene que pagar para que el Estado también le pueda dar lugar a producciones comunitarias y culturales.

Entre zombies del PRO y reposeras amarillas que le dan color a la protesta se escuchan bocinazos: son los motoqueros que también tienen sus reclamos y se acercan a brindar apoyo también a la gente del cine. Hay abrazos, insultos a Macri y un canto: "Unidad de los trabajadores y al que no le justa, se jode, se jode".

Va cayendo la noche. Caminando entre las vallas que abren y cierran las protestas, recordamos cuando decimos que "los políticos no caminan la calle y no ven la realidad". Y nos damos cuenta, porque somos imperfectos y a veces cuando criticamos a los otros nos estamos criticando a nosotros mismos, que los periodistas también necesitamos más calle.

Y mientras volvemos a pasar por la carpa itinerante nos queda más claro. Y nos quedará más claro aún, cuando cada uno de nosotros en sus casas, cometa el error de desinformarse o de sufrir mirando a Santiago del Moro o Alejandro Fantino: ver la resistencia nos hace respirar mejor. Y desconectarnos para compartirla nos vuelve más fuertes. A veces vale la pena no tener internet y que el periodismo espere un ratito.

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