Un profesor de buena madera

por Revista Cítrica
23 de octubre de 2016

Antes del cooperativismo, José Luis trabajó 24 años en una mueblería. Con más de 40, cumplió una deuda pendiente: terminar el secundario. Luego, hizo el profesorado de Historia y armó talleres para capacitar compañeros.

José Luis llegó a Varela cuando tenía tres años. Su papá, tucumano, y su mamá, salteña, vivían en Saldías, un asentamiento cercano a la Villa Güemes, hoy conocida por todos como La 31, en Retiro. “Vengo de familia de migrantes internos, esos que antes del 45 estaban bajo la alfombra”, dice, con orgullo, quien hace 49 años nació en el Hospital Fernández pero que rápidamente encontró su lugar en el mundo: “Mis padres lograron comprar un terreno en Florencio Varela y acá me crié, en un territorio donde se daba el trabajo semirural y había muchas quintas que cultivaban flores. Durante mucho tiempo se lo llamó ‘municipio dormitorio´, porque hay muy pocas industrias instaladas y la mayoría de la gente trabaja afuera, sale muy temprano para el laburo y vuelve a dormir”. Esa también fue su realidad durante 24 años, casi un cuarto de siglo en los que trabajó en una mueblería de la Avenida Belgrano, en Capital.

“Anteriormente, en la adolescencia, había trabajado en una incipiente fábrica de cámaras para bicicletas, que no llegó a prosperar, y terminó cerrando. Durante tres años, trabajé en una bicicletería mayorista, que vendía repuestos y trabajaba al por mayor, en el Cruce de Varela”, recuerda José Luis Albornoz, quien de pibe soñaba con ser mecánico de avión.

Un poco para ir detrás de ese sueño y otro poco porque sus padres ya no podían pagarle más el colegio privado al que asistía, a los 16 años se anotó en la Escuela Mecánica de la Armada: “ A mí me gusta a mucho todo lo manual, porque me formé con mi papá que era mecánico de bicicletas de competición. Todo lo que era tuerca y tornillos me gustaba. Ni hablar los aviones. Y una de las maneras que podía llegar a ser técnico de aviones era alistándome como aspirante a suboficial en la ESMA. Estuve un año, con muy buenos resultados de estudios, y me gustaba mucho la parte técnica, pero no soporté la vida militar. Era 1986, y a nosotros nos hacían formar en la plaza de armas y nos decían: vienen a atacar. Hoy, supongo, que se referían a la militancia de las Madres o de las Abuelas. Nos hacían preparar como si estuviéramos en la guerra”.

Muebles, profesorado y cooperativismo

En 1991 José Luis consiguió trabajo en una mueblería, en la que pasó gran parte de su vida laboral. Y un poco más que eso. “Los dueños eran muy buena gente. Y cuando en 2001 comienza la gran crisis de este país, para no echarnos, nos redujeron los días de trabajo. De los seis días pasamos a tres. Y la verdad que no había mucho por hacer, incluso los días que íbamos había poco trabajo, las ventas se habían derrumbado”.

Lo bueno dentro de lo malo es que José Luis, que siempre había querido terminar la secundaría, aprovechó el tiempo que antes no tenía y con 38 años decidió retomar los estudios. “Había pasado por muchas escuelas. Me faltaron padres que me pusieran un poco más de límites”, dice quien, embalado por una charla con un profesor, decidió seguir estudiando una vez terminado el secundario: se anotó en el Profesorado de Historia, en el Instituto Superior de Formación Docente N° 41, de Adrogué. “Uno de los mejores de la provincia, por el cuerpo docente que tiene. Son formidables. Ahí hice cuatro años completos. Tenía cuarenta y pico de años y un pibe recién nacido, y justo en ese 2005, cierra la mueblería y tuve que salir a buscar otro trabajo”, recuerda José Luis, quien le atribuye a la suerte o al destino haberse cruzado con Christian Miño.

“Él venía con las cooperativas de Florencio Varela, con Fecootraun, y más allá de la cuestión laboral, me enganchó mucho lo que venían propiciando, que no sólo era un trabajo de producción, sino también político. Faltaba mucha formación, y entonces armamos talleres de capacitación. Los hacíamos fuera de horario de trabajo. Los martes y viernes a las 5 de la tarde. Eran talleres sobre historia argentina, pero también de socialismo utópico, las primeras experiencias cooperativas de Europa, y demás. Y como le quisimos dar una impronta nacional, pedí mucha información al Inaes de cómo venían desarrollándose las cooperativas en todo el país. Estaban muy buenos", rememora, mientras ceba otro mate, en su oficina en Fecootraun, donde hoy ocupa un rol más comprometido con la administración. Cuando habla de aquella época, a José Luis le brillan los ojos.

¿Les faltan teóricos e intelectuales al cooperativismo?

Sí, hay pero muy pocos. También existen pocos libros que tengan que ver con cooperativas, y poca difusión sobre lo que representan. ¿Sabés qué pasa? El cooperativismo en la Argentina tiene una particularidad que a  la vez te representa un desafío. Antes del 2003 estaba más tildado de gorila, de ser de una élite, que tenía más que ver con lo agropecuario, con los préstamos, con las mutuales. Y el concepto de cooperativismo quedó reducido a eso durante años. Al gran paradigma del cooperativismo, el Hogar Obrero, lo destruyeron. Algo que fue fabuloso. No fueron contra las agropecuarias ni las mutuales, sino contra eso que era algo popular, organizativo, y que venía a patear el tablero de muchas cosas, inclusive de bancos. Yo no me olvido que en un momento las cajas de ahorro del Hogar Obrero tenían mejor tasa de interés que una bancarizada. Mucha gente trabajadora tenía sus ahorros allí.

¿Cómo ves este momento para el país y para el cooperativismo?

Es una coyuntura bastante compleja. Por un lado, al modelo neoliberal implementado por Menem, para hacerle el primer paro tardaron como seis años. Hoy ya se está planteando un paro antes de cumplirse un año de gestión. Y eso tiene que ver con la organización que dejaron estos doce años. El desafío que nos instala este momento es: pasar el temporal y que cuando pase, sigamos con la misma organización y que no nos encuentre desnudos nuevamente y en la intemperie. Y otro de los desafíos del sector tiene que ver con la formación que se trae de toda la vida, de un mundo capitalista, que se habla de patrón y empleados, y no de compañeros. Y en esta parte del país es muy difícil todavía inculcar a los compañeros que no somos patrones, sino compañeros con más responsabilidades que otros. Ese es uno de nuestros desafíos como sector: sabernos y reconocernos como clase trabajadora.

¿Por qué es tan importante una ley de cooperativas?

Para muchos, estamos a mitad del río. Así como lo plantea el sistema capitalista, también algunos sectores de la izquierda, que dicen: ustedes no son ni trabajadores ni empresarios, ¿qué son? Y el tema de tener obra social, aportes y todas esas cuestiones tienen que depender de un sindicato. Y nosotros podemos organizarnos en ese aspecto si nos dan el marco regulatorio. 

Liberaría a la clase trabajadora y daría otra opción, una tercera vía, que no es ni patronal ni empleado en relación de dependencia. Le daría la libertad de autoorganización. Ya hoy tenemos un montón de trabas con el tema bancario, AFIP y todo el mundo cooperativo, imbuído en un montón de condicionamientos de parte de la burocracia impositiva y bancaria. ¿Y por qué? Porque no tenemos reglas claras que nos permitan tener el mismo tratamiento que una pyme.

Una pyme puede blanquear guita en negro, puede hacer lo que quiera; tirar cheques sin fondo, y son observados hasta ahí nomás. Y de las grandes, ni hablemos. Le deben 8.000 millones de pesos a la AFIP y no los devuelven. A nosotros, nos viene un cheque de vuelta porque se cortó la cadena de pago, y tenemos que pagar multa. Y eso está pasando ahora con cheques de cuatro o cinco mil pesos, a pequeñas cooperativas, que se ven muy afectadas. A nosotros nos cae toda la ley posible, y nos meten todas las resoluciones que pueden. Pero las Pymes y las grandes empresas tienen un tratamiento diferenciado.

¿Por qué en estos años -en los que desde el Estado se apoyó a las cooperativas de trabajo- no se promulgó la ley?

Tiene que ver con el mundo capitalista, que sigue muy a la vanguardia. La ley le otorgaría libertad y autonomía al trabajador cooperativista. Por ejemplo, en 2003 se crean cooperativas especiales, porque están dentro de una resolución en la cual también se crea el monotributo social -que una partecita va a la jubilación y otra a un sindicato establecido- y nosotros no tenemos la posibilidad de armar nuestra propia obra social cooperativa. Hay un montón de cosas que tienen que ver con la regulación. La CNCT presentó un anteproyecto, que hace poco volvimos a presentar, pero está ahí durmiendo el sueño de los justos, buscando algún tratamiento.

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