Umma y los apologistas de la violencia

por Nelson Santacruz
Fotos: Agencia Télam
23 de enero de 2024

La muerte violenta de la hija del custodio de Patricia Bullrich en un episodio delictivo reaviva en el debate público los discursos de mano dura. Mientras la pobreza aumenta y las infancias quedan expuestas a un sistema cada vez más injusto, el caso policial le gana a la crisis estructural del país.

Umma tenía 9 años, hija de un policía, custodio de Patricia Bullrich. Fue asesinada en un intento de robo en Lomas de Zamora. Falleció en el Hospital Churruca. A menudo, cuando corre sangre de niños o adolescentes, emanan los zombies de la doctrina. Siempre y cuando, en el medio, haya un buen relleno de sensacionalismos. No garpan las niñas muertas de desnutrición de Salta cada verano. Tampoco, como anunció la CORREPI, las 35 muertes en manos de las Fuerzas de Seguridad en los primeros 32 días del Gobierno liberal.

No, al contrario, la ultraderecha argentina se cuelga de las muertes para generar empatías selectivas en consonancia con sus propios intereses. Hacen lo que repudian: ideas de políticas públicas con carga ideológica. Solo que en lugar de proponer netbooks para que los adolescentes puedan aprender lo básico en computación, sus diputados comunican, por ejemplo:

"Nosotros queremos impuestos bajos, regulaciones inexistentes y cagar a tiros a los delincuentes. No es muy complicado."

No, no lo dijo un bot o un fanático cualquiera, lo dijo el diputado de la Provincia de Buenos Aires Agustín Romo.

El caso de Umma cobra fuerza en el trending topic de las redes a pocos horas del paro general con movilización. El as bajo la manga, como “contraagenda”, es el Twitter Horror Show que busca más venganza que justicia. Desde políticos libertarios y macristas, hasta influencers como Nik, agitan una “Ley Umma” con intenciones de endurecer condenas, liberar la portación de armas y también bajar la edad de punibilidad a los 14 años. 

Además, la pena de muerte fue parte del discurso liberal: "Para mí si le pegás un balazo en la nuca a una nena de 9 años para robarte un auto merecés morir. No servís más", escribió el diputado Romo. Él, miembros activos de la prensa de Milei como Iñaki Gutiérrez y Eugenia Rolón; el Legislador de la Ciudad de Buenos Aires Ramiro Marra y el "arquitecto de la victoria" de la Libertad Avanza, Santiago Caputo, son los nombres más resonantes de la generación de ultraderecha que tienen mucho futuro en la política argentina. Son los que aplauden el cierre de canales educativos y se revuelcan en el placer de los likes proponiendo leyes violentas con la premisa “anti adoctrinamiento” o el famoso #ConMisHijosNo.

En esta clave, no es la peligrosidad del aparato partidario en sí lo que preocupa, sino la línea inhumana con fuerte uso del amarillismo de los medios de comunicación para lograr sus metas. Metas que no son muy distintas a las que critican: construir su carrera política. Porque, a pesar de ser anti castas, sueñan con crecer en el poder, ser casta, y compiten entre ellos para ver quién es el más representativo del "¡viva la libertad, carajo!".

La Argentina está en emergencia hace rato. El 40% de pobreza que tanta indignación les causaba. Esos niños que no pueden comer, esa educación que criticaban por su mal funcionamiento, la salud poco eficiente, esas villas que un par visitaron parecieran desaparecer de su mapa de gestión.

Porque, después de todo, ¿qué se hizo por la gente sin trabajo, por los comedores que colapsan sin mercaderías para alimentarnos, por los alquileres impagables, por los medicamentos que no soportan los jubilados? A las pruebas nos remitimos, estos derechos empeoraron con saña bajo la cultura del sacrificio por “un futuro mejor”, a causa de “la fiesta K”.

Se supone que es parte de la estrategia, que el mercado se va a regular solo en el libre albedrío de la competencia, que recién lleva un mes de gobierno, que esto y que lo otro. Sin embargo, la realidad no puede esperar las propuestas mesiánicas. Más aun cuando su punta de lanza, la dolarización, hoy se traduce en provincias, como La Rioja, donde ya se aprobó la implementación de una cuasimoneda (“Bono Chacho”) para el pago a estatales y proveedores locales. Buenos Aires y Córdoba también evalúan emitir su propia moneda en el país de la “libertad”.

El discurso de “no la ven” cuando el hambre aprieta no es suficiente. La respuesta que las argentinas y los argentinos hoy precisan giran en cómo comprar los útiles escolares de sus hijos, cuándo dejará de subir la garrafa en los barrios, a cuánto llegará el precio de los colectivos, qué más hacer para llegar a fin de mes, qué se puede comer hoy. Todo esto, mucho más, no puede seguir sosteniéndose culpando al pasado. Más temprano que tarde, a este ritmo, nuestro país se dirige a un estallido social inevitable.

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