Teo Gutiérrez: “Quiero conocer sus villas”

por La Garganta Poderosa
11 de abril de 2014

Con ese pedido y para no dejarse llevar por la estigmatización de los medios, el jugador de River recorrió Zavaleta junto a la Garganta Poderosa.

Desde su crucifixión imprevista, entrevistarlo para la revista parecía pecado, toda una herejía para la moral de mercado, pero como los medios nos volvieron expertos en estigmas de ciencia ficción, quisimos escuchar su propia confesión. Y por primera vez en años, sin caer en la lógica de los rebaños, ni rendirle alabanzas de rodillas, un todopoderoso pagano nos dijo: “Quiero conocer sus villas”. De una, sin condición alguna, enfatizó que su deseo era cierto ante el desconcierto de su compañero Carbonero, que no creía lo que estaba oyendo y hasta pensó que nos estaba jodiendo. ¿Así, de repente? “Es que ahí está mi gente”. Ni mañana, ni la otra semana, ni el día que cambiara el viento: a la salida de ese mismo entrenamiento, el diablo que se suponía sucio, malo y feo nos pidió que lo llamáramos Teo, se sacó la careta y se subió a su auto para seguirnos hasta Zavaleta, porque sabía que sólo le estaban mostrando una mirada parcial, así como nosotros sabemos que Colombia no anda criando Patrones del Mal: “A ustedes y a nosotros, nos demonizan por igual”. Pues a decir verdad, para que no quepan dudas sobre su espontaneidad, ésta no iba a ser la nota más destacada, pero su humildad se ganó la portada en ese increíble encuentro que lo llevó a gambetear cloacas por adentro, recorriendo nuestros pasillos, entre casas de chapa, cartón o ladrillos. Sin aires de mesías arrogante, goleador, provocador y protestante, abandonó su posición de privilegio para cometer el sacrilegio de tirarle un caño a los informes mezquinos, charlando “cara a cara con los vecinos”. ¿Pero quién nos dijo que Gutiérrez era un sorete? La prensa lo liquidó por pelar “un arma de juguete” y, lejos de usarnos para lavar sus culpas, aprovechó para pedir disculpas, aclarándoles a todos sus fieles de la ranchada que “las armas nunca sirven para nada”. Hereje de los mandamientos de la guita, sigue creyendo en su abuelita que todavía vive en La Chinita, un barrio como el nuestro, con la misma fama de siniestro, donde aprendió que se debe luchar por el pan y que, aun jugando en River, se lo puede endiosar a Román. Sí, sin dudar, disfruta del mágico milagro de “jugar”, desde el trágico día que asesinaron al futbolista Andrés Escobar, por el pecado capital de equivocarse en un Mundial? Para que la violencia no venza jamás, de Barranquilla hasta la villa, nos damos la paz.

La entrevista en la última edición impresa de La Garganta Poderosa

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