Resistencia sobre ruedas

por Jésica Farías
14 de septiembre de 2017

A máxima velocidad contra el machismo, vecinxs, docentes y organizaciones sociales se aliaron alrededor de un micro escolar para que la llegada a las aulas sea segura y para que no haya ni una piba menos.

El bondi es naranja y surca las calles del Bajo Flores, barrio porteño en donde otros colectivos escolares no entran y llegar a la escuela se vuelve inseguro. Sobre el frente, se estampa un nombre: Domitila Barrios Chungara, grita en letras negras. Presente dice la máquina feminista que maneja una conductora y que traslada en tres turnos a chicas y chicos hasta donde estudian, unos seis establecimientos educativos. De ese modo garantizan corredores seguros para erradicar la violencia machista.

Cada vez que el motor se enciende, se da un paso más para extirparla del desigual sistema. “Desde 2015 hasta ahora tenemos sistematizados entre 20 y 25 casos de pibas que han desaparecido durante un tiempo. Si esto sucede es porque hay un combo de vulneraciones de derechos que las exponen a estas situaciones, no solo a ellas sino también a sus familias”, remarca Agustina Vidales Agüero, integrante militante del Movimiento Popular La Dignidad (MPD). Ese espacio, junto a madres, padres, hermanxs, tixs, vecinxs y docentes de las escuelas de la zona se organizaron en una red que batalla contra otra: la de la Trata. ¿Cómo luchan para desarticularla? Con La Domitila, que rápida y furiosa avanza por las calles para que no falte ninguna más.

Chicas, chicos, madres, padres, mochilas multicolores, dos o tres coordinadoras y una conductora con carnet profesional entran en el colectivo escolar que recuperó el MPD junto a la Corriente Villera Independiente (CVI) para el barrio. La idea de un medio de transporte autogestionado para hacerle frente a las violencias machistas y desapariciones sistemáticas de las estudiantes data de 2015. “Ese año, en nuestra Casa de la Mujer un día llegó un compañera contándonos que su hija había podido hablar después de mucho tiempo. Ella contó que había sido acosada por una persona a través de Facebook, que la había obligado a tener relaciones sexuales con otra persona, filmarse y mandarle dos videos, todo bajo la amenaza de que si no lo hacía, le harían algo a su familia. Le tiraban datos concretos sobre dónde vivía, el colegio al que iba. Cuando pudo hablar, nombró a otras chicas del barrio. Nos contactamos con ellas, con las madres y con las y los docentes de las escuelas a donde asistían todas. Ahí se empieza a armar la Red de Docentes, Familias y Organizaciones del Bajo Flores para empezar a entender qué estaba pasando, para hacer las denuncias”, recapitula Agustina. Contaron más de 20 casos mientras fueron mejorando la chapa y pintura del bondi, uno que arrancó finalmente en abril de este año y al que no le sobran asientos.

“Duró mucho tiempo organizarnos, comprar los autos. Realizamos un trabajo genuino para hacerle frente a la trata de las adolescentes, queremos tener más medios como éste”, cuenta Aidé, acomodada en el primer asiento. Es la responsable de La Domitila, milita en el MPD y la CVI, motorizó el proyecto del colectivo. Conversamos sobre cómo ese gigante naranja rompe con el patriarcado: mete cambios en las calles, frente a las escuelas; ruge fuerte en las esquinas, mientras el semáforo se pone rojo y quienes están detrás de los volantes de los otros medios de transportes son, mayoritariamente, varones. Al hacer foco en el parabrisas vemos la búsqueda de otra piba: tiene 15, desapareció en agosto, duele. Denuncia, La Domi denuncia en cada uno de los centímetros de la Ciudad que recorre.

La organización popular es la brújula para encontrar a las pibas que el sistema patriarcal desaparece, para meterle un freno. Y mientras La Domitila avanza, el miedo se pierde. 

 

¿Quién fue Domitila Barrios Chungaro? 

Domitila: una luchadora popular de Bolivia, que desde chiquita supo apechugarla. En una charla que mantuvo con María del Carmen Garcés, escritora ecuatoriana y autora de Domitila Chungara. Una vida en lucha, reflexionó: “¿Para qué habré nacido yo mujer? Igual que la mamá vamos a morir”. Lo pensó a los 10 años cuando su madre falleció como producto de una infección post parto, cuando quienes habían ido al velorio le dijeron que lo mejor que podía hacer, al ser niña, era morirse porque para nada servía. Por poco se lo cree, pero no: se empoderó y se convirtió en una referente de los movimientos sociales bolivianos, una clave para voltear la dictadura de Hugo Banzer Suárez y fundamental en la Liga de Amas de Casa de la Mina de Potosí. Y aquí, por el Bajo Flores, se multiplica su historia. Eli, al frente del bondi escolar, rompió con prejuicios: “La verdad, yo me animé porque sabía que iba a poder, si antes había manejado autos grandes. Los chicos, cuando me encuentran por la calle, gritan: ‘Ella es la conductora‘, y eso me alegra mucho”. Sus manos al volante, la sonrisa ancha.

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