La nariz del Dr. Nock
La cooperativa Cae Babylon trabaja en el rubro de alimentos. Pero además distribuye libros y revistas de editoriales independientes.
La cooperativa neuquina Cae Babylon es difícil de encasillar. Natalia Bergman, una de sus integrantes, la define como “un proyecto productivo en el rubro casa de comidas”. Pero además, la cooperativa distribuye libros y revistas de editoriales independientes, produce anualmente un evento cultural de envergadura, auspicia un sin fin de recitales y, como si fuera poco, participa activamente en movilizaciones sociales.
“Lo económico es muy importante, pero también lo complementamos con otras cosas que lo exceden”, explica Natalia que tiene veinticinco años y recuerda que el año pasado hicieron una “maratón cultural” que duró doce horas.
El emprendimiento comenzó en 2005 cuando dos hermanos empezaron a vender de manera ambulante panes rellenos en la Universidad Nacional del Comahue. Eran años de mucha efervescencia estudiantil y los pasillos siempre estaban colmados. Un buen clima de negocios.
Al poco tiempo, alquilaron un local céntrico, pero las dificultades se multiplicaron y no pudieron hacer frente a la inversión que implicó esa decisión. Así, dueños y trabajadores resolvieron conformar una cooperativa.
El cambio no fue fácil. A los problemas propios de cualquier micro emprendimiento se sumaron los de aprender a trabajar sin patrón. “Pretendemos que cada uno trabaje unas treinta horas semanales para que, a diferencia de otros lugares, te quede tiempo para poder utilizarlo en otras cosas: el ocio, el estudio o la militancia”, sostiene Natalia, una de los quince socios de la cooperativa.
“Estamos acostumbrados a trabajar con patrón. Cumplís tu horario, tus tareas y no tenés posibilidad de pensar cómo se organiza la producción”, explica la cooperativista que tuvo experiencia como empleada de comercio. “Nosotros tenemos una estructura asamblearia: una vez por semana nos juntamos y discutimos qué tipo de publicidad necesitamos, si organizamos alguna actividad en la calle, o cómo hacemos para aumentar las ventas”, compara y concluye que “es más trabajo, pero es más gratificante”.
La actualidad encuentra a Cae Babylon en pleno crecimiento. Este año celebró su sexto aniversario y lo festejó con un recital de la banda uruguaya Cuatro pesos de propina.
“Lo económico es muy importante, pero también lo complementamos con otras cosas que lo exceden”, explica Natalia que tiene veinticinco años y recuerda que el año pasado hicieron una “maratón cultural” que duró doce horas.
El emprendimiento comenzó en 2005 cuando dos hermanos empezaron a vender de manera ambulante panes rellenos en la Universidad Nacional del Comahue. Eran años de mucha efervescencia estudiantil y los pasillos siempre estaban colmados. Un buen clima de negocios.
Al poco tiempo, alquilaron un local céntrico, pero las dificultades se multiplicaron y no pudieron hacer frente a la inversión que implicó esa decisión. Así, dueños y trabajadores resolvieron conformar una cooperativa.
El cambio no fue fácil. A los problemas propios de cualquier micro emprendimiento se sumaron los de aprender a trabajar sin patrón. “Pretendemos que cada uno trabaje unas treinta horas semanales para que, a diferencia de otros lugares, te quede tiempo para poder utilizarlo en otras cosas: el ocio, el estudio o la militancia”, sostiene Natalia, una de los quince socios de la cooperativa.
“Estamos acostumbrados a trabajar con patrón. Cumplís tu horario, tus tareas y no tenés posibilidad de pensar cómo se organiza la producción”, explica la cooperativista que tuvo experiencia como empleada de comercio. “Nosotros tenemos una estructura asamblearia: una vez por semana nos juntamos y discutimos qué tipo de publicidad necesitamos, si organizamos alguna actividad en la calle, o cómo hacemos para aumentar las ventas”, compara y concluye que “es más trabajo, pero es más gratificante”.
La actualidad encuentra a Cae Babylon en pleno crecimiento. Este año celebró su sexto aniversario y lo festejó con un recital de la banda uruguaya Cuatro pesos de propina.
Por Fernando Cabrera
Nota publicada en el número 6 de Revista Cítrica.
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