Minicríticas del Bafici: Solos de Johanna Lombardi

por Pablo Bruetman
15 de abril de 2016

Estrenamos la sección con una road movie peruana que se pregunta acerca de las diferencias entre lo que el público latinoamericano quiere ver y lo que los directores quieren filmar.

Tres peruanos, dos chicos y una chica, estrenaron una película en Lima. Estuvo una semana en cartel y no la vio nadie. Esa parte no la vemos, la sabemos por los diálogos. La película empieza ya cuando los protagonistas están ejecutando su decisión tras el fracaso: viajan en una camioneta por la selva peruana pasando cine al aire libre. Llevan la película a los lugares que el cine de Hollywood supuestamente no llegan. Lo hacen con un argentino con experiencia en este tipo de proyecciones. Podría ser un documental. Rigurosamente no lo es. Pero la cámara de Johanna Lombardi documenta. Cuenta el viaje de cuatro personas que aman el cine. Con sus problemas personales, con sus ideas y sus ambiciones. Y la cámara documenta sus improvisaciones. Se trata también de un documental de la improvisación. La directora dejó viajar a los actores y cuando notó que había un tema interesante para mostrar, se los hizo expandir y ensayar y lo documentó.

Solos es una película clásica de festival. Que no está pensada para un gran estreno comercial. Que encuentra su público en lugares como el BAFICI. Los protagonistas se preguntan en una escena si ellos hacen las películas que ellos quieren ver y si ellos son la gente. Una reflexión que definitivamente- y una vez más- encuentra su público en este festival.

El BAFICI es la oportunidad para conocer historias y hermanos de otras latitudes, en este caso sobre lo que viven y sienten las personas que hacen y ven cine en Perú. Una historia que seguramente encajaría en cualquier otro país del continente sudamericano. 

Historias y hermanos. Ser espectador de esta película podrá gustar más o menos. Pero lo que gustaría muchísimo más es compartir el viaje de estos hermanos latinoamericanos. Subirse a la camioneta, conocer la selva peruana, acampar en el medio de la nada, emborracharse en un motel barato, comerse unos hongos y divagar sobre la utilidad del cine, proyectar películas en las plazas de los pueblos, preguntarles cámara en mano a las mozas de los bares qué películas quisieran mirar o escuchar la historia del hombre que actuó hace 50 años en una película y nunca la pudo ver. El rodaje de Solos debió de ser alucinante. 

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