“Hoy hay una impunidad para matar y no rendir cuentas a nadie”

por Laura Litvinoff
Fotos: Nicolás Cardello
18 de marzo de 2018

Griselda Gambaro habla de teatro y literatura, pero también de otros temas que la preocupan: Santiago Maldonado, Rafael Nahuel y un gobierno de “gente que no tiene la menor sensibilidad”.

Ir a conversar con Griselda Gambaro es una aventura un tanto atemporal: su casa es en Don Bosco, una pequeña localidad al sur de la Provincia de Buenos Aires con calles de tierra y horarios de siesta. Afuera hace un calor agobiante; ella nos invita a pasar y nos convida unas cervezas bien frías. Mira con ojos desconfiados a nuestro fotógrafo, porque antes habíamos tenido que convencerla para hacer una breve sesión de imágenes: Gambaro se muestra encantada de que la visitemos, pero no tanto de que la miren a través del lente de la cámara. Apenas comenzamos la nota, la atemporalidad se desvanece cuando ella nos cuenta que está muy preocupada por la actualidad del país y un poco después agrega que le gustaría, como si no lo hubiese hecho ya tantas otras veces, ser capaz de combatirla más frontalmente escribiendo, tal vez, “la novela o la obra de teatro que están pidiendo estos tiempos”. Y así, poco a poco vamos descubriendo en persona a una de las artistas más importantes y más lúcidas del país: su mundo, sus pensamientos, su humor, su visión sobre la escritura; y también su maquina de escribir, esa fiel compañera en la que creó la mayoría de sus textos, y con la que trabaja hace más de 40 años.

¿Dónde buscas información para saber lo qué está pasando? ¿Consumís medios de comunicación?

Sí, me gusta leer los diarios en papel más que mirarlos por internet, pero por como está todo hoy, yo creo que la única manera de saber realmente lo que está pasando es cotejar varios medios, y cotejarlos además con la realidad que te llega, a través de amigos, de las pocas radios... pero creo que siempre, aún con los medios en los que uno coincide más ideológicamente, hay que tratar de comparar con otro tipo de información. Con lo que te dice otra gente, por ejemplo. Después también hay datos que son muy firmes, como la muerte de Maldonado, por ejemplo, o la de Nahuel, y ahí entonces es fácil hacer tu propia apreciación de lo que sucedió en realidad.

La muerte de Nahuel no tuvo la misma repercusión que la de Santiago, ¿por qué pensás que pasó eso?

Es cierto, pero yo creo que fue igual de grave, desde el punto de vista de la tragedia que fue y del avasallamiento de la justicia, fue igual. Pero me parece que ahí falló un poco la sociedad, y los medios del gobierno también. Además esta impunidad para matar y no rendir cuentas a nadie... pero bueno, yo creo que por suerte la sociedad argentina también reacciona, de alguna manera reacciona porque sino ya estaríamos en el fondo del pozo…

¿Y de dónde creés que viene esa reacción de la sociedad?

No viene de ahora sino de la historia, de un largo ejercicio por conseguir los derechos fundamentales. Porque siempre hubo un fondo de barbarie en la llamada civilización, y en la Argentina ese fondo de barbarie ha estado y está ahora muy presente. Por eso hay todavía una gran cantidad de personas que están luchando contra las injusticias que suceden a diario y que hacen una resistencia efectiva frente a lo que proponen estas “instituciones” que tenemos en el gobierno. Y son una gran cantidad de personas, porque por un lado es un núcleo unido, pero por el otro son maestros, obreros, profesionales, científicos, defensores de los derechos humanos... Por supuesto que también están los cretinos, la gente que no tiene ninguna moral y que vemos con claridad como mienten de manera tajante y descarada, como se hacía también en la dictadura.

¿Quién se cree (Durán Barba) para decir eso sobre la pena que merece otro ser humano? La gente lo acepta, y se equivoca, como en otros aspectos. Pasa eso porque hay poco espíritu crítico.

Vos estuviste en ese momento del país y te exiliaste, ¿cómo viviste esa experiencia?

Si, yo me fui, pero a mí no me amenazaron, en realidad fue la prohibición de mi novela lo que cortó todos los lazos con mi público y con los medios. Además acá, por zona sur, la represión era atroz, y como yo no soy una persona valiente, eso me asustaba mucho. Y por otra parte tenía muchas conexiones, amigos que después descubrí que estaban en la guerrilla, o que actuaban de manera más comprometida que yo, así que conseguir mi dirección, o mi número de teléfono era muy fácil, y yo o alguien de mi familia podíamos tener un disgusto. Y la experiencia del exilio siempre es muy traumática, uno no abandona el ambiente donde se crió, o los amigos, o si lo hace voluntariamente bueno, es otra cuestión, pero si uno lo hace por la fuerza es muy duro, no es nada agradable, pero bueno, después uno hace su duelo y hace un trabajo de adaptación, porque sino es imposible vivir.

Cuando fue tu vuelta al país, al tiempo se hizo “Teatro abierto” ¿Qué te pasó cuando viste que se estaban haciendo esas cosas?

Fue muy lindo porque me acuerdo, por ejemplo, cuando volví, que vi una obra de Tito Cosa, y sentí que ahí estaba el lenguaje que yo quería... y después vino “Teatro abierto” y sí, ese era mi mundo. Yo nunca fui muy gregaria, pero el entusiasmo que había ahí era muy conmovedor. Bueno, lo mismo que pasa ahora a veces cuando se ve a la gente joven en las manifestaciones. Es muy conmovedor cuando ves que la gente se compromete, que tiene una utopía, eso mismo que ahora quieren que ya no haya más.

Claro, quieren que no haya más ideales...

Sí, porque así es el capitalismo, el neoliberalismo. Hay gente con mucho egoísmo. El modelo del mundo es horroroso, lo que llamamos civilización es horroroso, lo que pasa es que estamos acostumbrados. Estamos acostumbrados a un trabajo sin placer, a un trabajo amenazado, a luchar por el sustento, a soportar condiciones de vida mínimas, indignantes, y no, no tenemos que estar acostumbrados, tenemos que desacostumbrarnos de esa civilización, de eso que nos presentan como maravilloso. Basta solo con leer el diario. Y yo me pregunto cómo es que aceptamos vivir así.

 

Cuántas veces vemos, tres tipos o tipas que salieron de no sé dónde, hablando unas estupideces frente a la cámara que uno no lo puede creer... y yo creo que todo eso nos come, que todo eso es caníbal.

 

Creo que a los seres humanos les pasa algo, porque el mundo por algo es como es, por algo Estados Unidos tiene semejante ejército, y los países consideran que tener un buen armamento y tener un gran ejército es un signo de grandeza, de poder, de independencia... y en realidad eso es una porquería simple y llana, pero bueno, nosotros estamos como encajonados en ideas atroces. Como lo que dice este señor (por Durán Barba) sobre la pena de muerte... ¿Quién se cree que es para decir eso sobre la pena que merece otro ser humano? Y la gente lo acepta, y ahí se equivoca, se equivoca en eso y en muchos aspectos. Yo creo que pasa eso porque hay poco espíritu crítico. Porque pensar es un trabajo, entonces la gente piensa poco, y piensa poco también por un problema de educación, porque lo que tratan ahora con la educación es que los chicos cada vez piensen menos, o directamente que ni vayan al colegio. Por eso la educación debería ser uno de los primeros factores de cuidado en una sociedad, debería ser lo que primero hay que mirar.

Cuando estuviste en la feria de Frankfurt hablabas un poco de esto también... de que los políticos tengan una renovación en el discurso, así como los escritores... Acá, en la actualidad Argentina ¿cómo ves esa posibilidad?

Y, la veo difícil, pero la veo posible. Yo lo que deseo es eso, que la gente no pierda el espíritu de resistencia, porque eso es apego a la propia dignidad, al propio derecho de vivir una vida que no sea una porquería, porque ¿cuánta gente vive una vida así hoy en Argentina? Y cómo se mira tanta televisión también es preocupante, porque ahí nos meten en la cabeza unos valores que dan espanto... Ayer por ejemplo vi a Juan Grabois, y me pareció tan bien, porque estuvieron hablando de la situación política, y al final el periodista termina la entrevista diciéndole: ¿“me podés decir cuál fue la última vez que hiciste el acto sexual”? Y él le dijo: “no, boludeces no contesto”, o algo así, y el periodista le dice “¿Ah no?” porque todavía estaba como descolocado con esa respuesta, porque se ve que la gente le contesta... Y cuantas veces vemos, tres tipos o tipas que salieron de no sé dónde, hablando unas estupideces frente a la cámara que uno no lo puede creer... y yo creo que todo eso nos come, que todo eso es caníbal. Esos mensajes que dan son caníbales. Un día nos vamos a terminar levantando sin cabeza, vamos a terminar de ver televisión a las doce de la noche y a la una ya no vamos a tener más cabeza.

Esa es una linda idea para un cuento... ¿Qué libros que leíste sentís que te marcaron más?

Creo que todos de alguna manera u otra me marcaron. Algunos que son malos también, todos te dejan algo. Yo he sido, y soy todavía, lectora de obras policiales. El policial es un género que me gusta mucho y también aprendí de eso. Por ejemplo hay algunas descripciones físicas, de Chandler o de Hammett que son muy fuertes, muy precisas, muy exactas, y eso sirve mucho, cómo se tiene que describir un personaje físicamente, o cómo se encara una acción... yo no es que lea y siempre tenga el placer o la obligación de aprender, pero uno inconscientemente lo toma, siempre estás buscando qué te puede servir. El placer de la lectura siempre lo he tenido, pero siempre me daba cuenta que estaba buscando algo, que algo me estaba sirviendo o que algo no me servía; no era una lectura completamente inocente. Ahora creo que me importa menos eso, pero la lectura es una de las grandes razones de vivir, y lamento mucho la gente que no lee. Digo “ay, qué placer se pierden”…pero bueno, seguramente tendrán otros que yo no conozco.

 

Me duele mucho lo que hace este Gobierno, y quisiera poder ser capaz de combatirlo más frontalmente, o de poder, por ejemplo, escribir la novela, o la pieza de teatro que están pidiendo estos tiempos.

La influencia de la tecnología, de las computadoras, de los celulares, a veces pareciera que nos condiciona para mal, que nos hace perder un poco el tiempo...

Y sí, hasta a mí, que soy de las generaciones pasadas, eso también me hace perder el tiempo. Eso de no hacer otra cosa que no sea mirar los mails, por ejemplo... y además que es tóxico, es como algo que uno necesita consumir...y bueno, yo creo que si te pasa eso hay que tener cuidado, hay que estar muy atento...

¿Sentís que algo de eso tiene que ver con cómo está la sociedad hoy?

Sí, porque es una vía de escape maravillosa, tiene tanta fuerza esa imagen...o los chimentos... eso que empieza siendo una observación mínima y mediocre, y se estira... todo eso tiene muchísima fuerza ahora y especialmente en los medios digitales. Y es un medio maravilloso también, como todos los medios, pero el uso a veces los puede hacer aterradores. O el mal uso, mejor dicho, como pasa ahora con todo el tema de los trolls, por ejemplo.

¿Vos seguís trabajando en la máquina de escribir?

Sí, porque bueno, ahora ya no me voy a poner a hacer cambios, porque si es mucho sacrificio no lo amortizás. Entonces sigo, pero pienso que es un error, porque te cansa más que teclear en la computadora. Pero como ese es un mundo en el que me cuesta mucho meterme, solo me meto para lo indispensable. El mundo siempre ha cambiado, no hay que tenerle miedo a eso, lo que pasa es que cada uno en su propia generación tiene que estar atento a lo que esas generaciones te dicen y te piden, y qué es lo que es más necesario hacer. Después esa generación se acaba y viene la otra, y así...

¿Cómo hacés para que escribir sea una rutina diaria?

Y, no hay receta. Es la propia voluntad de trabajo, incluso creo que nadie te puede corregir. Los talleres de escritura sirven para ganar tiempo, pero en mi caso yo siempre digo que el tiempo trabaja conmigo, porque yo si escribía una novela la dejaba por ahí descansar un año y después la miraba y la corregía, y me venía bien hacer eso. Tampoco nadie me corría para editar enseguida. Ahora por ejemplo con el calor escribo menos, pero bueno, me quedo leyendo, que también es una forma de escribir. Yo creo que lo más importante es el empeño. Por ejemplo la otra vez leí una frase de Saccomanno, un escritor estimable, que decía que él podía escribir, pero que si no escribía no se moría. Y bueno, un poco en contraposición con eso está la frase famosa de Rilke, que habla sobre la importancia de la escritura, la esencialidad, y yo soy más bien de creer en eso, porque yo toda mi vida si no escribía, me moría.

Te referís a la necesidad de escribir, a esa idea de que el escritor escribe porque tiene una necesidad fundamental de hacerlo.

Si, porque para mí escribir es uno de los sentidos de la vida, sino escribo todo pierde sentido. Pero para otros no, y no digo que sean mejores ni peores, pero uno tiene que escucharse y saber si para uno es esencial o no, y tomarlo como viene. Yo me acuerdo por ejemplo que cuando venían visitas a casa me escondía para escribir y no salía, no iba ni a los compromisos sociales, ni a los cumpleaños de la familia, ni a ningún lado. Siempre mi disciplina fue adecuar mi tiempo a la escritura y no tomar otros compromisos, pero bueno, yo creo que si tenés disciplina, la vida alcanza para todo. También me pasa que veo a muchos escritores que están desesperados por publicar y no, en realidad todavía les falta... yo publiqué mi primer libro a los 22 años, muy joven, pero después lo terminé quemando. Y cuando me di cuenta, pasaron como diez años que no publiqué nada, porque claro, los jóvenes tienen las ganas, pero bueno, eso es un período, y después basta. Yo veo mucha literatura que ni siquiera existe, es decir, que no tiene ni una imagen, ni una metáfora, ni un lenguaje rico, y eso es medio triste.

Pareciera que una de las cosas que se perdieron ahora es el hecho de tratar de escribir bien. Me refiero por ejemplo a dedicarle un tiempo a cada frase, o a prestarle atención a cada palabra... me da la impresión de que la gente antes buscaba más eso, y  ahora ya no tanto...

Es cierto, porque sí, existe una forma de escribir bien... por supuesto que cada autor tiene la suya, pero creo que lo que molesta un poco es esa inconsistencia del lenguaje, o esa vulgaridad. Yo creo que sería bueno ver un lenguaje un poco más elaborado, porque por ejemplo, para leer un texto en donde todos los personajes hablan como el verdulero de la esquina, yo no lo leo, y no porque el verdulero hable mal, pero no me dan ganas. A mi lo que me gusta es que exista una recreación sobre ese lenguaje, porque el lenguaje no es el de la calle, y yo veo que muchos tienen orgullo de escribir como se habla en la calle, o en la cancha de fútbol, y esa no es la idea, la idea es que sobre ese material vos trabajes, profundices, hagas otra cosa, no que copies las cosas tal cual. A mí por lo menos ese tipo de lenguaje no me interesa. Incluso en el teatro también, cada obra, cada personaje, te pide un lenguaje propio, un lenguaje especial.

¿En qué pensás habitualmente?

La verdad que muchas veces no pienso. Y cuando lo hago, no sé... yo estaba leyendo el libro “Antártida negra”, de Adriana Lestido, y en un momento dice algo así como que "pude meditar". Y bueno, a veces yo también me digo “me gustaría meditar”. Y después me pregunto, ¿qué es meditar? A mí me gusta mucho mirar las plantas, por ejemplo. Y cuando hago eso, ¿estoy meditando? No sé... quizás sí... También pienso que tengo que tratar de no enojarme tanto, porque soy proclive al enojo, con cóleras cortas, porque no soy nada rencorosa, pero me enojo mucho. Y entonces trato de no enojarme, porque con enojarte no hacés nada. Y también, como creo que a más de la mitad de los argentinos, me preocupa mucho la situación del país, porque me parece que es un desguace lo que está pasando, un desguace de todo lo que queremos, de todo lo que merecemos, de todo lo que nos dignifica. Es como una especie de robo alevoso, hecho encima por gente que no tiene ni la menor sensibilidad, ni la menor capacidad intelectual. Y la verdad que eso me duele mucho, y quisiera poder ser capaz de combatirlo más frontalmente, o de poder, por ejemplo, escribir la novela, o la pieza de teatro que están pidiendo estos tiempos.

¿Qué estás escribiendo ahora?

Estoy transcribiendo mis diarios, que llevo desde el año ’57. Podría publicarlos, pero tampoco sé si quiero. Más lo estoy haciendo porque no quiero que nadie los mire así, porque después uno se muere y van todos a los diarios y te lo sacan tal cual, entonces no quiero. Y son diarios apócrifos, nunca es tal cual el diario para mí porque hay cosas o comentarios que no son entendibles, y bueno, hay que hacer un trabajo ahí. Además ahora salió la moda de los diarios ¿viste?, todo el mundo saca diarios... Pero no, el tono que pueden tener mis diarios es completamente distinto a los que estuve leyendo últimamente, porque los diarios son en general paños de lágrimas, cuando te va mal escribís ahí, no digo que siempre, pero generalmente sí. Y en cambio muchos autores que he leído no hacen eso de anotar sus desgracias, algunos más bien ponen mucho pedazos de sus obras, y yo no, yo pongo menos, pongo mi trabajo sí, pero también pongo otras cosas.

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