Hijo del teatro

por Revista Cítrica
15 de octubre de 2016

Entrevistamos a Luciano Cáceres en pleno microcentro porteño. Nos contó sobre la militancia que mamó desde niño, sus laburos antes de ser famoso y la anécdota de cuando, a horas del cierre de listas para las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires, lo llamaron para que fuera candidato.

Fue concebido en un teatro por dos militantes. “Actor comprometido”, dijo la partera. Y así fue. Hace unos años que lo vemos en las novelas del prime time de la televisión argentina pero detrás de eso hay una historia no tan conocida. Luciano Cáceres tiene un oficio: actor. Y está orgulloso de serlo, no de su talento, sino de la capacidad de laburo y del trabajo en equipo.  A los 19 alquiló una casa en ruinas y armó una sala de teatro. Salía con una mochila llena de gacetillas y entradas, recorría la ciudad de punta a punta. Militancia por el teatro. 

La entrevista pautada por el estreno de Las Ineses (ver recuadro) se transformó en otra cosa. Nobleza obliga, el filme de Pablo José Meza fue para nosotros una excusa, queríamos conocer al Luciano Cáceres detrás del actor. Le pusimos una ficha a lo desconocido y allí estábamos. Después de horas de entrevistas con varios medios le resultaba divertido hablar de otros temas. Nos saludó uno a uno: éramos cinco para la nota en una pequeña oficina de la productora. Se sentó sobre un escritorio, y empezamos. 

Nací con un partero amigo de la familia en General Rodríguez porque mi viejo estaba perseguido en la época de los milicos. Por una cuestión de miedo recién con la vuelta de la democracia tuve documento. Mi viejo era parte de la resistencia peronista, en la dictadura estuvo 17 días en un calabozo y después exiliado en Venezuela. Mi vieja, 19 años menor, se formó políticamente con él. Y lo superó ampliamente. Tenía un carisma, una inteligencia natural y emocional única.

Las Ineses trata sobre la identidad ¿Vos también tuviste que buscarla?

A mí me llegó de manera extraña. Yo a los nueve años empecé a estudiar. A los once ya empecé a trabajar en teatro independiente. A los catorce, quince me encuentro con una prima en una fiesta y me dice "Estás haciendo teatro. Y era obvio. Vos no ibas a zafar de eso si fuiste concebido en un escenario". ¿Cómo que fui concebido en un escenario? Y ahí me contó toda una historia que mis padres no me habían contado y que después cuando les pregunté por qué no me lo habían contado, me dijeron: porque vos no preguntaste. Mis viejos se conocieron en la Municipalidad. Mi papá tenía un teatro independiente en la calle Rincón y dormía en el escenario. Se ve que mi vieja no solo vio las obras sino que también pasó por el colchón. Ella llevaba nueve años casada con un ingeniero, no quedaba embarazada y finalmente quedó, pero no del marido sino de mi viejo. Así que yo fui concebido literalmente en un escenario. Eso me hizo entender mucho, porque desde que tengo uso de la razón quiero esto: aprendí a escribir y ya firmaba con nombre artístico. Me quería llamar Victorio Giardino. Victorio por Gassman, que me fascinaba, y Giardino porque era el único apellido italiano de la familia.

¿La política siempre estuvo presente en tu casa?

Sí, claro. Nací con un partero amigo de mi viejo en General Rodríguez porque a él lo perseguían en la época de los milicos. Por una cuestión de miedo recién con la vuelta de la democracia tuve documento. Mi viejo era parte de la resistencia peronista, en la dictadura estuvo 17 días en un calabozo y después exiliado en Venezuela. Mi vieja, 19 años menor, se formó políticamente con él. Y lo superó ampliamente. Tenía un carisma, una inteligencia natural y emocional única. Mujer, naturalmente. Una súper mujer. Era una casa muy política, mi viejo gremialista, y mi mamá fue 30 años oposición de Amadeo Genta, el que todavía sigue al frente del gremio de municipales.  

Y hoy, ¿te sentís identificado con algún proceso o proyecto?

Muchos personajes políticos han pasado por mi casa, muchos: Pino Solanas, Chacho Álvarez, Carlos Grosso, todos esos dirigentes que en algún momento fueron promesa de cambio y después se los fue comiendo el mismo sistema político, según la conveniencia. Yo siempre lo emparento con la dirección. Vos sos el responsable de generar caminos para que todo el equipo de laburo -actores, técnicos, escenógrafos y vestuaristas- transitemos el mismo camino y llegar felices al estreno, con un objetivo común para todos. La dirigencia, en su gran mayoría, construye caminos que los beneficia a ellos solos o a círculos que piensan igual. Creo que ese es el gran problema de todos los partidos, donde la conveniencia no es abarcativa sino personal, simplemente personal.  Entonces todo eso me genera descreimiento. Obviamente comparto muchas de las políticas del anterior gobierno porque se hicieron cosas importantes pero no me siento representado por la totalidad de ese proyecto ni con muchos que estaban ahí adentro. Siento que muchos estaban bollando de otro lugar y de situaciones del país que fueron una mierda como el menemismo y después vinieron a hacer su negocio con la política.

Comparto muchas de las políticas del anterior gobierno porque se hicieron cosas importantes pero no me siento representado por la totalidad de ese proyecto ni con muchos que estaban ahí adentro.

¿Qué cosas ves que se hicieron y ahora no están?

Cantidad de cosas que se han hecho en estos años y faltan ahora. La conducción de ahora va a beneficiar a un sector de la sociedad que tiene mucho poder y no necesita de más beneficios. La gente que más necesita es otra. Igual pienso que la gran falencia es no pensar a futuro en todos los ámbitos. Es la gran argentinidad, lo atamos con alambre pero a futuro no lo resolvemos porque el que viene después lo cambia o lo tacha todo. Por eso la Argentina cada diez años entra en crisis y volvemos a cometer los mismos errores. Ahora, yo no sé ni cómo se hace eso, pero a mí si me hacés dirigir una obra sé hacerlo. Si sos político ponete las pilas.

En los primeros meses de gestión de Cambiemos amplios sectores de la cultura denunciaban la falta de financiamiento para las producciones nacionales. Actualmente, ¿qué situación ves en cuanto a políticas culturales?

En este famoso primer semestre estuvo todo bastante parado, ahora parece que empieza a reactivarse para lo que es la industria cinematográfica y se abrió el concurso para las miniseries. Vamos a ver qué pasa. La verdad es que veníamos de unos años con bastante laburo para el sector. A pesar de que algunos han hecho un negocio con eso para la industria fue una buena época. Incluso para nosotros, los actores. -aunque yo me siento un privilegiado porque siempre tengo laburo y me muevo en todos los ámbitos- . Fue una buena época para una sala de 40 personas y para un teatro de la calle Corrientes. Y también para el cine. Para co-producciones gigantes y para pelis chiquitas. Los concursos del INCAA abrieron las puertas a muchos actores menos conocidos, les dieron la oportunidad de transitar papeles más importantes.

¿En algún momento te pusieron en la grieta?

Yo nunca me puse en ese lugar. Quisieron. Me he comido informes televisivos y he sido cuestionado por estar un lugar u otro.  A mí me llaman para hacer un personaje, para contar una historia y es mi laburo. Además hago personajes donde asesino gente o tengo poderes, como en la novela “Los ricos no piden permiso”. Que esté trabajando para el 13 no tiene nada que ver. Yo trabajo de actor. Al mismo tiempo dirigí una obra en el Cervantes que respondía al gobierno nacional y otra en el San Martín que tiene que ver con el gobierno de la Ciudad.  Yo voy y hago mi oficio, no tengo ninguna bajada de línea. Es muy distinto  tener una función pública.

¿Te tentaron alguna vez para ocupar un cargo público?

Me han ofrecido de todos los partidos pero no. Lo más gracioso fue uno que me llama el jueves a las 12 de la noche, la lista cerraba el sábado, me dice: “Te queremos sumar a la lista de la Ciudad porque sos un tipo representativo de la cultura, dirigís, actúas, además la gente te quiere. Vos no te preocupes, necesitamos que firmes”. Le contesto: yo el año que viene voy a grabar una tira y hacer teatro, no tengo tiempo. ¡Sabés lo que me dice!: Vos ni te preocupes por eso, ni tenés que ir”.  Eso fue terrible.

¿Cómo transitás tu  relación con los medios de comunicación?

Ahí cada uno cuenta la que le conviene. En lo nuestro es distinto porque yo tengo que difundir una película y hablo de esa película. Yo me llevo bien porque a mí la gente me conoce por los personajes que hago. Por más que a veces te quieren meter en otra cosa, eso se cae solo. Y lo llevo con bastante alegría. Al principio me generaba incomodidad por tener que hablar tantas veces pero ahora estoy contento de tener espacio para difundir las cosas que hago.  

Cuesta al principio ingresar a los medios, ¿no?

Antes me costaba un huevo. Durante más de 10 años yo me armaba el recorrido de todas las radios y los diarios y me iba con mi gacetilla, a veces con un par de entradas. Me armaba los sobrecitos de fotocopias pero ponía el nombre del periodista para que parezcan personales. Arrancaba en Palermo, seguía por el Bajo hasta que terminaba en la otra punta de la Ciudad. Hacía el recorrido de los medios con mi mochilita a cuestas. Y ahora uno hace algo y genera interés de entrada. Después esperamos que se contagie a los espectadores, que es para los que nosotros trabajamos.

Lo más gracioso fue uno que me llama el jueves a las 12 de la noche, la lista cerraba el sábado, me dice: “Te queremos sumar a la lista de la Ciudad porque sos un tipo representativo de la cultura, dirigís, actúas, además la gente te quiere. Vos no te preocupes, necesitamos que firmes”. Le contesto: yo el año que viene voy a grabar una tira y hacer teatro, no tengo tiempo. ¡Sabés lo que me dice!: Vos ni te preocupes por eso, ni tenés que ir”. Eso fue terrible.

En los medios se habla mucho de inseguridad y hasta volvió a escucharse lo de justicia por mano propia. ¿Qué te pasa cuando escuchás eso?

Es que todo lleva un poco a la pirotecnia de los titulares y nunca se piensa en lo anterior, en la vida humana. Seguimos siendo individualistas de querer solo lo propio y lo muy cercano, y así estamos. Se habla de la modernidad y de la iluminación y eso lo tienen muy lejos porque si tienen un tipo cagado de hambre al lado con una velita y un mantra no hacés nada. En lo personal intento estar despierto, detectar si me están hablando con la verdad y elegir, y asumir que tengo un lugar de privilegio y que lo que tengo es un oficio, que es lo más noble que puedo tener.

¿La militancia de tus viejos está presente en lo que hacés?

Sí, en lo fundacional está, en mi capacidad por el hacer. Yo nunca esperé que me convoquen, hice.  A los 19 en vez de irme a un departamento, alquilé una casa en ruinas, tiré todas las paredes y armé una sala. Yo vivía en la cabina de luces. Opté por tener un lugar creativo. Yo laburé de todo. En ese momento era cartero a la mañana y kiosquero a la tarde. En  un kiosco de dos por dos donde me movía y tiraba todo de tan chico que era. En un momento dije: estoy perdiendo el tiempo, tengo que focalizar. Fueron tres meses que decidí no laburar de otra cosa y ahí apareció un casting, éramos como 400 actores. Lo tomaba Norma Aleandro. La obra era “Rompiendo códigos”, con Carlos Roffé, Oscar Ferrigno, Arturo Puig y Márgara Alonso. Yo ya hacía teatro, había hecho un montón de obras pero no ganaba un mango. Esa obra la vio Alejandra Boero, fundadora del teatro independiente, y me llamó. Me dijo que estaba muy orgullosa, que era bueno que actores que se habían formado con ella puedan ocupar otros espacios. Desde afuera uno critica mucho no conociendo, pero desde adentro se puede hacer la diferencia.

¿Cuáles fueron tus trabajos más allá de la actuación?

Fui electricista, pintor, albañil, hice muchas changas. Laburé con muchas cosas que tienen que ver con la realización: iluminación, estatua viviente, mimo, clown, de todo. Por eso yo no hablo de que tengo talento si no más bien capacidad de laburo. El oficio se valora con profesionalismo, con respeto por el otro, armando buenos equipos de trabajo. Que sin mi rol los otros roles no son nada. Si  hablás con los que laburaron conmigo no te van a decir otra cosa. Creo que así se vive un poco mejor, no creo en esto como carrera, a mí nadie me corre. No quiero llegar ni primero ni segundo. No quiero llegar a ningún lado, quiero transitarlo, equivocándome, que es lo que me hace aprender.

 

Las Ineses

La película estrenada el jueves 14 de octubre cuenta la historia de dos familias que piensan que les cambiaron a sus hijos al nacer. En 1985. Habla de identidad sin relacionarse con la dictadura. Es una propuesta de comedia blanda, simpática.

¿Qué te interesó de la propuesta de la película?

Lo que me interesó desde el principio es que vinieron a ofrecerme otra cosa de lo que generalmente me ofrecen. Y recuperar un género que tuvo su esplendor en la época del cine de oro, en los cincuenta, sesenta, en donde las comedias blancas provocaban identificación, o fantasía o interés en todo Latinoamérica. Un género poco transitado ahora, que se va más hacia el policial, el thriller erótico o a películas más oscuras. Esta es una comedia, que si bien parte de una catástrofe, que es el error de un partero que cambia las identidades de dos criaturas y después se mata en un accidente, dentro de eso, sobrevive el amor. Eso me interesó.

¿Qué significado le das a la identidad?

La identidad es fundamental y fundacional en cualquier ser. Saber quién sos. He participado desde antes que existiera Teatro por la Identidad  con la lucha de las Abuelas. Y me parecía también interesante que esta película, sin meterse en lo que fue la apropiación de bebes, también toque el tema. Pero también habla de la crianza, un poco recortándose de la historia política, habla de vínculos posibles desde amor, que nada tienen que ver con los apropiadores ni con esos vínculos forzados y esas crianzas mentirosas.

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