"Las caretas se están cayendo por todos lados"

por Revista Cítrica
01 de diciembre de 2013

Pudo haber sido una estrella de Hollywood pero decidió quedarse en la Argentina con su hija. Trabaja en Maswichtz en un proyecto autogestionado y su versatilidad para interpretar personajes históricos, locos o pibes de barrio lo convirtió en uno de los actores más importantes y reconocidos de su generación.

En la vida de Rodrigo De La Serna el tren del destino paró muchas veces en su estación. Fue un afortunado. Y lo admite. Aunque también es cierto que a veces eligió subirse, otras cambiar de vagón y que, hasta alguna vez, prefirió quedarse en el anden. Sin embargo lo más admirable es que siempre , y el presente lo demuestra, optó por la mejor opción. 


Estación teatro


La primera vez que pasó el tren, aquella que marcó su destino para siempre, el vagón que había elegido estaba lleno y debió resignarse a subir a uno contiguo.


Por aquel entonces Rodrigo tenía doce años y quería subirse siempre a la locomotora. “He hecho miles de vandalismos, era un muchacho con demasiadas inquietudes”, recuerda a la distancia el actor De La Serna de ese niño revoltoso, salvaje, repleto de energía y de muy mala conducta. Entonces ese pibe no dudó y cuando tuvo que elegir entre tres talleres, seleccionó el de periodismo. “Anda a saber que tipo de periodista hubiese sido, no se me ocurren buenas preguntas. No me hubiese sentido a gusto”, se alivia ahora de no haber entrado en el mundo de la prensa. El cupo estaba lleno y debió subirse al vagón de al lado: al taller de actuación.


¿Qué te significó el taller? 


Marcó mi vida para siempre, descubrí un oficio hermoso. Toda esa energía que tenía la pude volcar y sublimarla para lugares lindos como obras de teatro. El taller le dio un curso a mi vida. Le pude dar más forma y más sentido a la parte emocional: el teatro es una de las artes en la que uno más expone sus sentimientos. Fue una suerte encontrar lo que quería desde tan chico. 


¿Tus viejos te apoyaron?


Encima ganaba unos mangos en la adolescencia y no era un peso económico para mis viejos. Ellos vieron que disfrutaba de lo que hacía y que había respuesta de la gente de lo que yo hacía. Así que me apoyaron. En definitiva habrán visto que mi vida iba cobrando un sentido y una dirección”.


Estación Latinoamérica


Rodrigo ya había tenido algunos papeles importantes en la televisión. Era un actor en ascenso y le surgió la posibilidad de un casting para interpretar a Ernesto Guevara De La Serna o a “un cordobes, a un tal Alberto Granados”.  El actor pensó se llama De La Serna como yo, me encanta, soy yo, voy a hacer del “Che”. Se concentró en conseguir el papel y realizó una gran audición. Pensó que quedaba pero Walter Salles, el director de la película, le dijo: “Bueno, ahora hace el otro”. Y le salió bárbaro. “Muy bueno su trabajo-dijo Salles- ,hay un inconveniente: tiene que engordar 20 kilos para hacer el personaje, ¿lo hace?” “Por supuesto que sí”, contestó De La Serna.


Aún Rodrigo no tenía conciencia de que este tren lo llevaría al viaje más mágico de su vida. A uno que formaría incluso sus ideas. Uno que le permitiría conocer la realidad latinoamericana y le abriría puertas a lecturas, músicas y artistas impensados.


Así como tampoco Rodrigo tenía idea de que la película le daría una entrañable amistad con Alberto Granados, el amigo del “Che”. “Cuando me dijeron que iba a quedar me mandaron una entrevista en video que Walter(Salles) le había hecho a Alberto y fue increíble. Dije ?este es un pícaro, este es un cordobés de los que conozco yo?. Y listo, romance, me enamoré del viejo, lo entendí en el mínimo gesto. Porque me topé con muchos personajes así en mi vida en Córdoba y lo pude entender a primera vista. Después fuimos a Cuba antes de empezar a filmar y nos alojó en su casa una semana. Después vino a mi casa un mes y no se iba más el viejo, me vaciaba la heladera, era un viejo atorrante. Ya mi mujer me decía basta, que se vaya. Llegaron la mujer, las hijas, eran los Campanelli, un viejo atorrante, fue muy lindo. Alberto era un personaje de  una vitalidad increíble, siempre estaba alegre, de fiesta, celebró la vida hasta su último minuto. Es un ejemplo a seguir, estuve a punto de verlo antes de su muerte, iba a venir para acá, me llamó, hablamos y dos semanas después falleció”, recuerda De La Serna a quien interpretó en Diarios de Motocicleta.


La película le abrió el mundo a Rodrigo, así como el viaje en la famosa “Poderosa” les abrió los ojos de la realidad latinoamericana a Ernesto Guevara y a Alberto Granados.


¿Cómo fueron los viajes del rodaje de Diarios de Motocicleta?


Lo de la experiencia de la película del Che no puedo creer que me haya pasado a mi , parece como un sueño por todo lo que significó esa experiencia. Todos los viajes que tuve por esa película, no solo el rodaje, los meses previos de preparación, después un año y medio de gira por todo el mundo con la película. Conocer a Alberto Granados, a los hijos del Che, que los conocí en la intimidad, me hice casi amigo, me sentí como en familia, además compartimos apellido y eso nos dio la excusa como para entrañar más la relación. Fue como mágico. El laburo con Gael, Walter Salles, toda la gente que conocimos en la película, artistas en Chile, Perú, músicos, actores, el contacto con los pueblos originarios profundísimo ahí en Temuco. Nos hicieron una obra de teatro en un mapuzubum , una comunidad, una noche mágica, increíble. En Machu Pichu con el pueblo quechua, en el Amazonas y decis “loco, no lo puedo creer”. Mucha alegría, me ves ahí en la película y estoy como prendido fuego. Es una suerte increíble la que tuve con eso. Fue muy lindo el contacto con la gente, con artistas, hablar con los mapuches. La selva fue increíble, lo recuerdo y no lo puedo creer, eso en algún lado está pero que lastima que ya pasó, un duelo tremendo de terminar, hacerse cargo de que el viaje se había acabado fue duro.


Estación Maschwitz


“Diarios de Motocicleta” le abrió a Rodrigo De La Serna puertas en todo el mundo. Lo nominaron a todos los premios. Vulgarmente se podría decir que tocó el cielo con las manos. Y lo invitaron a irse a vivir a Los Ángeles para trabajar en Hollywood. Pero optó por no subir al avión, por dejar pasar el tren y quedarse en el anden.


¿Por qué no aceptaste hacer una carrera en Estados Unidos?


No quise, tenía a mi hija y a mi mujer viviendo acá. El único que la manejó muy bien ahí fue Gael(García Bernal), después vino Bardem pero por lo general te estigmatizan mucho como latino. Sos el que baila salsa a la noche y de día limpia los baños o el narco que está a punto de bombardear casa blanca para justificar después invasiones a otros países. Es entrar a un juego peligroso. Me llegan todavía castings que vos decís “loco, estos gringos no pueden hacer esto, basta por favor”.


La decisión de quedarse en la Argentina también le significó conocer y participar del mundo de la autogestión. Por la misma película, que lo querían de Hollywood, lo llamaron de un lugar mucho más humilde pero a la larga más satisfactorio: un grupo de jóvenes lo contactaron para una movida de cine en los barrios en donde querían pasar “Diarios de motocicleta”. Y a Rodrigo le gustó tanto la onda que tenían que se puso a trabajar con ellos en todas las movidas de pintar las escuelas, organizar charlas, proyectar películas y llamar a los invitados. Así el actor de Okupas fue sumándose a un proyecto autogestivo que en el 2009 se convirtió en la ONG Colectivo Cultural y cuyo mayor hito fue la recuperación del viejo cine Gloria de la localidad de Maschwitz.


¿Cómo recuperaron el cine?


Decidimos recuperar ese espacio emblemático del pueblo que estuvo abandonado durante cuarenta años: el viejo cine Gloria. Como somos una ONG y toda la comunidad nos banca, un abogado nos recomendó entrar al lugar. Es hermoso lo de la recuperación. Mi hija participó y fue clave en la primera asamblea, la que decidió convertir al espacio en un centro cultural. Maschwitz es una localidad del partido de Escobar, cuyo municipio fue gobernado por muchos años por Luis Patti, entonces “los colectiveros” más viejos decían que entrar era usurpar la propiedad privada, había mucho miedo en la asamblea. Me acuerdo que en un momento mi hija levantó la mano, con sus diez años, y dijo: “Ustedes tienen mucho miedo, no entiendo por qué, es un cine, queremos hacer un cine, no tiene nada de malo”. Después de esa intervención un poco se inclinó la balanza. 


Una diferencia generacional ?


Sí, ella se crió en otra época. A nosotros todavía hay cosas que nos dan miedo. Yo veo un policía y me da miedo. Pero nos sacamos el temor, de a poco, y pusimos techos, levantamos los escombros, conseguimos guita por distintos lados.  Y no tenemos que olvidar que hay un marco propicio actualmente para estos emprendimientos. Es un poco una consecuencia también lógica después de tantos años con la pata en la cabeza, el día que se olvidaron un poco y la retiraron empezamos a decir “no va más”.


¿Cuán importante es hoy la autogestión?


En este país es fundamental porque sostiene muchas cosas. Por ahí la gente no se da cuenta o no sabe pero por ejemplo Buenos Aires es la capital del teatro independiente del mundo. Hay 300 obras por año o más, sin subvención del Estado, de ningún sponsor, de ningún capitalista, y eso no pasa ni en Londres ni en Nueva York. No lo pueden creer afuera.


Estatación comunicación


Un poco cordobés, otro poco comunicador, simple, un tipo comprometido. Así es el actor que supo encarnar al General San Martin y a Alberto Granados, el amigo del Che Guevara, pero también a Ricardo de Okupas, a Esteban en el unitario de Pol-Ka, Tiempos Compulsivos hacer humor con Francella en Naranja y Media. “Defiendo mucho al payaso que soy”, dice. Personajes tan distintos lo han hecho crecer como actor y como persona: “De todos los personajes he aprendido mucho. Eso es lo lindo de este oficio también. Comprender la psicología, las particularidades de la vida de tus personajes podes tomar cosas de cada uno y ver como vibran o repercuten en tu vida propia, en que se reflejan, que claroscuros deja cada personaje en tu propia vida o vivencia. A partir de ahí cada uno toma conclusiones o elecciones o decisiones en la vida de cada uno”.


Rodrigo no tiene tele en la casa. Por ahora no le dieron ganas de ir a comprar una. No le interesa verse ahí. Solo utiliza la pantalla de la compu para las películas. No mira noticieros. Apenas lee, de vez en cuando, los diarios. “Lo que pasa es que ya no podes leer ninguno. Está tan claro el juego. Es notable cuando te alejas un poco de los medios y de la tele y cuando lo ves después de semanas y ves la tele, o alguna propaganda y no lo podes creer ?como piensan que somos idiotas..que no nos damos cuenta?está todo tan claro. 


¿Qué te parece qué este todo tan claro?


Está buenísimo. Las caretas se están cayendo por todos lados. Y eso es algo interesante. Me parece que es un signo de esta época. A nivel mundial después de las torres gemelas todo quedó muy claro. Después de eso no le podes creer nunca al presidente de ningún país. Aunque a los nuestros, a los latinoamericanos son a los que más esperanza les podemos poner. 


Empezaste en la actuación siendo muy chico, después de tantos años y experiencias en la televisión e intervenciones en la radio y las revistas, ¿Cómo te llevas con los medios?


Yo no me siento parte de los medios de comunicación. Para nada. Hay que saber sobrevivir a los medios. Hay que saber ser utilizado y utilizarlos cuando uno quiere promocionar algo que le interesa, decir algo que de verdad le importa. No quiero ser parte de lo que son hoy los medios de comunicación y lo que están significando comunicando. No me interesa. No me interesa ser un personaje mediático. Me interesa comunicar desde las películas que hago. O sea mi opinión está ahí. Mi opinión profunda y sincera está en mi trabajo, no está en mis declaraciones.


Vos hablas en el escenario?


Yo estoy opinando de muchas cosas cuando trabajo. Pero a veces eso no es con palabras, a veces son sentimientos, pausas, silencios. Las decisiones sobre los trabajos y temas pueden ser una lectura política o no. A veces pueden ser leídas políticamente,  seguramente un comunicador irá más para ese lado. Uno tiene una ideología pero no siempre puede decidir su trabajo desde un lugar ideológico. Me parece que a veces es un poco condicionante para un artista una ideología política muy acérrima. Hay gente que está esperando que uno sea siempre San Martín o el Che Guevara pero yo también elijo hacer a un Lombardo (personaje de la miniserie  El Puntero) o a Esteban (Tiempos Compulsivos), cosa que a mucha gente le dolió. Se sintieron traicionados. Me gritaron “traidor” en la calle y me parece de una mente muy cerrada no ver los problemas, más allá del contexto y la coyuntura política que uno puede acompañar. Duele que una chica de 22 años te diga en la cara ?traidor,  hiciste de San Martín y ahora trabajas para Clarín, para la corpo?.  Es muy doloroso. Yo laburo en los barrios y a esa piba no la vi nunca colaborando. 


Rodrigo insiste una y otra vez con que él comunica a través de su trabajo. Viene de una mala experiencia. En la última nota que dio le pusieron de titulo: “Si te comprometes salís lastimado”. No había dicho eso. Ese titulo lo lastimó. La comunicación falló y representó a un Rodrigo De La Serna frívolo que no tenía nada que ver con el real. Él solo había dicho que en la actuación cuando se metía muy adentro de un personaje, terminaba sufriendo y podía salir lastimado. Y de ahí, lo sacaron de contexto, y le vendieron al público un actor que cuestionaba la militancia. Por eso ahora habla con calma: “Estoy convencido de muchas cosas y quedé atrapado entre dos grupos mediáticos, expuesto, en offside. La actuación debería trascender la coyuntura, y si bien trato de no contaminarme y de entender de que más allá de que uno es un ser social y político, y tiene que participar porque es una responsabilidad ciudadana, yo también soy un artista y para un artista también es importante estar un poco soslayado con la intención de observar algunas cosas desde puntos de vista que como artista te dan alimento o materia para expresar cuestiones, es el laburo de uno”.







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