El suelo herido

por Revista Cítrica
16 de agosto de 2013

Entrevista a GRAIN, asociación internacional autónoma sin fines lucrativos, que denuncia cómo el uso de fertilizantes químicos produce una pérdida de la materia orgánica.

Grain, en inglés, significa grano. Para muchas personas, el suelo es una mezcla de minerales y polvo. En realidad, los suelos son uno de los ecosistemas vivos más asombrosos de la Tierra, donde millones de plantas, hongos, bacterias, insectos y otros organismos vivientes –la mayoría invisibles al ojo humano– están en un cambiante proceso de constante creación, composición y descomposición de materia orgánica (MO) y vida.

¿Cómo visualiza GRAIN este proceso natural?
Los suelos contienen enormes cantidades de carbono, sobre todo en forma de MO. A escala mundial, retienen más del doble del carbono contenido en la vegetación terrestre. El surgimiento de la agricultura industrial en el siglo pasado, por su dependencia de fertilizantes químicos, provocó un desprecio generalizado de la fertilidad natural del suelo y una pérdida masiva de su MO. Mucha de esa materia perdida termina en la atmósfera, en forma de dióxido de carbono –gas con injerencia primordial en el efecto de invernadero–. La forma en que la agricultura industrial ha tratado los suelos, es un factor crucial en la actual crisis climática. Si se le regresara a los suelos agrícolas del mundo la MO perdida a causa de la agricultura industrial, se podría capturar al menos un tercio del exceso de dióxido de carbono que se halla en la atmósfera. Si se le incorporara MO al suelo durante los próximos cincuenta años, dos tercios de todo el actual exceso de dióxido de carbono podría ser tomado por los suelos mundiales. Se podrían formar superficies más sanas, productivas, y abandonar el uso de fertilizantes químicos, que son otro potente productor de gases de cambio climático. Actualmente se está apreciando un neto contraste entre el conocimiento de los pueblos rurales y las políticas mercantiles de la agricultura industrial.

¿Cómo se podrían describir las diferencias más notables?
Los pueblos rurales de todo el mundo tienen un profundo entendimiento de los suelos. Mediante la experiencia han aprendido que al suelo hay que cuidarlo, cultivarlo, alimentarlo y dejarlo descansar. Muchas de las prácticas comunes de la agricultura tradicional reflejan estos saberes. La aplicación de estiércol, residuos de cultivos o compost, nutre el suelo y renueva la MO. La práctica de barbecho, en especial el barbecho cubierto, tiene como fin que el suelo descanse, de modo que el proceso de descomposición pueda realizarse en buena forma. La labranza reducida, las terrazas, el mulch y otras prácticas de conservación protegen al suelo contra la erosión, de forma que la MO no sea arrastrada por el agua. A menudo se deja intacta la cubierta forestal, se altera la lo menos posible, o se la imita, de forma que los árboles protejan el suelo contra la erosión y lo provean de nutrientes adicionales. Cuando históricamente se han olvidado o dejado de lado estas prácticas, se pagó un alto precio por ello. La agricultura industrial incide en la pérdida de MO del suelo. La industrialización agrícola, que empezó en Europa y Norteamérica, y luego fue replicada con la llamada Revolución Verde en otras partes del mundo, partió del supuesto de que la fertilidad del suelo puede mantenerse y mejorarse con el uso de fertilizantes químicos. Se ignoró y menospreció la importancia de contar con la MO del suelo. Décadas de industrializar la agricultura e imponer criterios técnicos de esa índole en la pequeña agricultura, debilitó los procesos que aseguran que los suelos obtengan nuevos procesos orgánicos y que protegen aquella MO que ya está almacenada en el suelo, impidiendo ser arrastrada por el agua o el viento. No se notaron de inmediato los efectos de aplicar fertilizantes químicos y de no renovar las superficies orgánicas, puesto que en los suelos había importantes cantidades almacenadas. Pero con el paso del tiempo, conforme se agotaron estos niveles de materia, tales efectos fueron más visibles –con devastadoras consecuencias en algunas partes del mundo–. Los suelos agrícolas en Europa y Estados Unidos han perdido, en promedio, de 1 a 2 por ciento de MO entre los 20/50 centímetros superiores. Este dato puede ser una subestimación, ya que casi siempre el punto de comparación de datos es aquel nivel registrado a principios del siglo XX, cuando muchos suelos ya estaban sometidos a procesos de industrialización, y por lo tanto podrían haber perdido, en ese entonces, importantes cantidades de materia orgánica. Por su parte, estudios de Chile, Argentina, Brasil, Sudáfrica y España reportan pérdidas de hasta un 10 por ciento.

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