La vida de un revolucionario

por Revista Cítrica
10 de diciembre de 2013

Mientras en La Rioja se desarrolla el juicio oral que le busca justicia al asesinato de Angelelli, hablamos con quienes fueron sus amigos y lo recordamos.

En agosto de 1968 el papa Pablo VI lo designó como obispo titular de la diócesis riojana.Todavía faltaban varios meses para el Cordobazo, pero en la provincia natal de Enrique Angelelli ya se respiraban tiempos convulsos, con gran protagonismo de los sectores populares.Algunos pensaron que lo mandaban al ostracismo, a una provincia más tranquila, a un territorio poco fértil para su prédica, ligada profundamente al espíritu del Concilio Vaticano II.

Pero el pueblo es pueblo en todos lados. Y a veces sólo es cuestión que algo o alguien lo despierte. En su primera homilía, recién llegado a destino, Angelelli dijo que La Rioja había sido a lo largo de la historia un lugar de lucha por la dignidad del pueblo.

El ex sacerdote Pocho Brizuela asegura que Angelelli “movilizó la conciencia colectiva. La Rioja era una provincia apacible, feudal, donde nadie levantaba la voz, donde un tipo que decía que había que luchar contra la injusticia era visto como un bicho raro.Y Angelelli vino a decir que eso no era La Rioja. En su primera homilía aseguró que la provincia entroncaba con la historia de las luchas de las independencia, de la lucha de los pueblos originarios, de la lucha de los caudillos que lucharon por la dignidad y de la lucha de los grandes educadores que trabajaron a destajo en el campo para formar a los jóvenes.

Despertó a La Rioja del letargo. Supo encontrar una sintonía con los riojanos y les hizo descubrir que su historia no tenía nada que ver con el conformismo sino con la rebeldía y la indignación ética”.
Roberto Rojo, autor del libro Angelelli, la vida por los pobres, plantea el mismo escenario para la irrupción del Pelado: “Él llega y se encuentra con una provincia devastada.

Luego de la derrota del proyecto federal del siglo XIX La Rioja quedó marginada del país. Y él les devolvió el autoestima a los riojanos.Movilizó y exhortó con su transparencia. Sacudió todos los cimientos ideológicos, habló de guerrilla, del Che Guevara, de los pobres. De cosas que nunca habían escuchado en boca de un obispo”. Pero sobre todo hizo sentir a todos iguales ante dios y la iglesia.
Antes de su llegada los ricos tenían sus asientos privilegiados en las misas. “Las fuerzas vivas se sentaban adelante; él invirtió las cosas, los mandó atrás y a los pobres adelante”, cuenta el historiador.
Si bien la huella más grande la dejó en La Rioja, Angelelli fue formándose como un hombre del catolicismo con compromiso social desde mucho antes.
“No es una persona a la que un hecho lo cambió de mentalidad y lo convirtió, él venía haciendo un proceso desde la formación y desde su compromiso con el mundo marginal como sacerdote, con los jóvenes, los obreros, los empleados”, relata el riojano Julio Guzmán, secretario del obispo.

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