El infierno de una mujer secuestrada en Córdoba

por Papel Tortuga
12 de febrero de 2014

Una mujer estuvo secuestrada durante cinco días. Apareció golpeada, drogada y presuntamente violada. Desde Ammar denuncian inacción por parte de la Justicia.

Es sábado 25 de enero y una mujer desaparece en Alta Gracia. La familia la busca desesperadamente. Radican la denuncia en la Unidad Judicial 22 de la ciudad de Córdoba. Pasan los días sin novedad. La madre y hermanas se trasladan 35 kilómetros hasta la Comisaría de Alta Gracia para aportar datos. La policía las ignora absolutamente.

 Han pasado cinco días desde la desaparición de la mujer y el sumario con la denuncia no se ha movido del cajón de la Unidad Judicial. La familia tiene elementos muy importantes que podrían ayudar a localizarla, pero en la Comisaría las mandan a investigar por su cuenta. Una asociación civil les ofrece ayuda. Aparecen los medios de comunicación. Ahora sí la familia es recibida para ampliar la declaración y aportar los datos. A la media hora la mujer buscada aparece golpeada y drogada en una plaza céntrica. Fue secuestrada durante 5 días. Las hermanas la trasladan a la comisaría, los policías ni la miran. No les ofrecen contención ni les explican cómo proseguir. La familia decide por su cuenta llevarla al Hospital Arturo Illia, donde pasa la noche. Al otro día, por pura intuición, la trasladan a la Comisaría para radicar una nueva denuncia.


 La humillación continúa. Un uniformado se burla de la víctima y la familia reacciona. Una de las hermanas es esposada y es el Comisario el que interviene para detener la exageración policial. Entre cámaras y grabadores de la prensa dando vueltas, resulta evidente que la presencia de estas mujeres molesta a los oficiales que ahora lucen apurados en terminar de tomar declaración. Por la tarde, recién en el Hospital Rawson de la ciudad de Córdoba, la mujer es tratada como un ser humano. A estas alturas, la policía tiene en su poder direcciones para comenzar a investigar y un número de celular que podría ser del secuestrador. Es viernes. Es sábado. Es domingo. Es lunes. Es martes. La investigación todavía no empezó.

La mujer es Natalia Suarez, tiene 34 años, seis hijos y es trabajadora sexual.

Días de terror
El día de su desaparición, estuvo en una vivienda de la ciudad de Alta Gracia. Fue a comprar cigarrillos a la estación de servicio frente a la Rotonda Fangio, sobre la Ruta 5, y allí un camionero la invitó a subir a su vehículo.

Natalia bebió de una botella de agua que le ofreció su cliente e inmediatamente perdió el conocimiento. De los restantes cinco días, lo único que recuerda es que estaba atada con cinta de embalar, recostada en un lugar con bolsas de residuo negras, con la sensación de estar viajando en el acoplado del camión. Su captor, un sujeto con “tonada rara” que Natalia calcula de unos 37 años, le habría proporcionado agua con clonazepam para mantenerla sedada todo el tiempo. “En un momento intenté abrir los ojos, trataba de rezar y él me dijo no rezara porque mi vida dependía de él en ese momento”, relató la víctima.

Desde un número de celular desconocido, a la familia le llegó un mensaje supuestamente firmado por Natalia que decía “no lloren por mi, estoy bien, no me busquen”. Luego, al intentar contactarse con el mismo celular, una persona les contestó que había prestado el teléfono a una chica que estaba con un camionero en una estación en Río Cuarto. La descripción que desde este teléfono se hizo del supuesto secuestrador, coincide con la versión que dio Natalia al ser liberada.

Con esta información la familia acudió primero a la Unidad Judicial 22 de Córdoba y luego a la Comisaría de Alta Gracia, pero no fue sino hasta la intervención de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (Ammar Córdoba) el día jueves 30 que fueron atendidos.

El jueves aproximadamente a las 23.30, una llamada telefónica dio aviso de la aparición de Natalia. La mujer fue hallada en la esquina de Alfonsín y Libertador, golpeada y drogada. “No se podía mantener en pie”, relataron quienes la hallaron. Fueron los familiares y no la policía quienes trasladaron a Natalia al Hospital Arturo Illia.

“Una vez más se evidencia que ante situaciones de violencia de género que tienen como víctimas a mujeres trabajadoras sexuales, la Justicia y la Policía actúan con indiferencia, dilatando los tiempos, incluso burlándose de la víctima y de su familia”, denunció Ammar en conferencia de prensa y anticiparon que iniciarán acciones legales en contra de los organismos estatales.

Mirando para otro lado
“Creo que me secuestró con intención de trata, pero algo salió mal. Empezó a ver que mi familia me buscaba, que no estaba sola”, razona Natalia consultada por las intensiones de su captor que aún continúa en libertad.

Lamentablemente, el gravísimo hecho que significa un secuestro, sumado a la violencia institucional a la que tanto la víctima como la familia fueron sometidas, no es una situación extraña al sector de las trabajadoras sexuales. Muchas denuncian que cerradas las wiskerías fueron lanzadas al desamparo del trabajo en la calle, sin ninguna contención. Y es que la medida delasotista pega directo sobre la supuesta “moral y buenas costumbres” de una clase media que consume servicios sexuales pero inmediatamente después discrimina a sus trabajadoras.

Al respecto, Natalia tiene bien clara su postura: “No tengo vergüenza de mi trabajo, porque con esto le doy de comer a mis hijos y los crío. Tengo vergüenza de la justicia de este país”, justicia que al cierre de esta edición, no tenía ninguna novedad sobre el paradero del secuestrador.

Por: Sebastián Gualda

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