El futuro ya pasó

por Revista Cítrica
19 de septiembre de 2017

Alumnas y alumnos de una de las 30 escuelas tomadas en la Ciudad, escribieron para Cítrica argumentos y reflexiones sobre la reforma educativa que impulsa el Gobierno y por la cual adoptaron esta medida de fuerza.

Por el Centro de Estudiantes de la Escuela Osvaldo Pugliese

Nos temen. Es lógico que lo hagan cuando nos organizamos contra los intereses del Gobierno y las empresas, cuando somos estudiantes informados y concientes. La información de ellos circula en PowerPoints, el discurso se modifica, los medios nos reducen a vagos y drogadictos. Sin embargo, eran 30 colegios tomados cuando el viernes 15 de septiembre se escuchó el reclamo de los estudiantes desde el Palacio Pizzurno hasta el Ministerio de Educación de la Ciudad. Los pedidos se expresaban en las caras cansadas. En las ojeras y la voz tomada. En el dolor y en la bronca. En un grito unánime: “No a la reforma, no a la reforma”. Y en otro grito, que no tiene que ver con la reforma, pero sí con el país que no queremos: “Patricia Bullrich, decinos ya, ¿el compañero Maldonado dónde está?”.

El fervor que siempre caracterizó a los reclamos de la juventud lo intentan volver oscuro, lo llenan de miedo, lo criminalizan y estigmatizan. Lo quieren controlar, reprimir, suprimir. Lo quieren desaparecer, como a María Claudia Falcone (en el pasado, tan presente) o como a Santiago Maldonado (en el presente, tan pasado).

Nos quieren sumisos, bajando la cabeza ante su concepto de educación como un servicio y no como un derecho.

Tienen sus estrategias mediáticas y sus balas de goma, tienen a Feinmann y a Lanata. Y nosotros tenemos sueños, memoria, derechos conquistados y otros que no. Tenemos la fuerza para defenderlos y reclamarlos. Tenemos víctimas y violadores en las aulas, pero no tenemos un protocolo que garantice la protección a cada una de nuestras compañeras en esta emergencia de género. Tenemos una ley sancionada hace diez años que debería garantizar la Educación Sexual Integral para todas, todos y todes, y tenemos a un ex Ministro de Educación que todavía no entendió ni del género social ni del desarrollo del feto en un embarazo.

Tenemos una “Secundaria del Futuro” que generaría mano de obra gratuita a empresas multinacionales y “desarrollo tecnológico en la educación”, y tenemos al plan Conectar Igualdad recortado, una economía neoliberal que destruye a los sectores populares y a los grandes emprendedores y sus cervezas artesanales. No es que no queramos trabajar o que no nos preocupe la inserción en el mercado laboral. Pero lo que nos ofrecen, más que trabajo, es entrar en el círculo de la explotación empresarial.

Pero por sobre todas las cosas queremos estudiar. Queremos el quinto año entero, queremos aprender idiomas con nuestros profesores, y no ayudantes. Queremos poder decidir sobre nuestra educación y que se nos consulte a nosotrxs, a nuestros profesores, padres y directivos.

Donde el Estado está ausente es donde estamos los estudiantes gritando por respuestas, por la apertura del diálogo. Y ahí es donde deberíamos estar todxs. Porque cuando un colegio es tomado, o cuando marchamos en las calles, el reclamo es de todo el pueblo argentino. Cuando la educación está en riesgo se pone en juego el futuro laboral, a los docentes de hoy y mañana, a los próximos médicos, plomeros, arquitectos o abogados. Un proyecto político y económico que defenestra la educación pública es un proyecto político y económico que recorta, privatiza, reprime y desaparece. Como movimiento estudiantil supimos entender y aceptar nuestra responsabilidad y rol político: en la calle, en las tomas. En la lucha. Y confiamos que así el futuro es nuestro, y no de ellos.

Justo en los días en que se cumplen 41 años de la Noche de Los Lápices, es el movimiento estudiantil el que vuelve a escribir la historia y simboliza la mano que frena a los sectores concentrados.

Y si hace falta hundir la nariz en el plato, lo vamos a hacer.

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