El Barça, un bastión independentista

por Agustín Colombo
26 de octubre de 2013

Te contamos la historia de como el club en el que brillan los argentinos, luchó, desde su nacimiento, por la autonomía de Cataluña.

Detrás de su exitoso presente,de las genialidades de Lionel Messi y la elegancia de Andrés Iniesta y Xavi, Barcelona es, también, la historia de una
resistencia, la misma que forjó en sus primeros años de vida. Edén del fútbol de este tiempo, el Barça tiene un pasado de mártires, héroes y castigos que lo convirtieron en uno de los principales defensores de la autonomía de Cataluña. Reclamo que se avivó en los últimos meses al calor de las medidas antipopulares del gobierno de Mariano Rajoy, vocero tenaz, por otra parte, de la España “constitucionalista” frente a los “alborotados soberanistas”.El club donde actualmente brilla el crack rosarino sufrió, en carne propia, el autoritarismo que se adueñó de España en la primera parte del siglo XX. En junio de 1925, la silbatina al himno español en un partido homenaje al Orfeón Catalán resultó el disparador para
comenzar una persecución continua y sistemática. La dictadura que encabezaba el general Miguel Primo de Rivera clausuró, a modo de escarmiento por soliviantar el sentimiento separatista, el estadio Les Corts (predecesor del Camp Nou) y echó de la península a Joan Gamper, el fundador y presidente de la institución en aquel momento. Así, Primo de Rivera justi?caba su autoproclamada “mano de hierro” para “poner a
España en orden”.






Gamper, exiliado en Suiza, su país de origen, se suicidó un tiempo después,abrumado por deudas imposibles de saldar en el contexto del crack internacional de 1929. Destinado a prologar todos los hitos azulgranas, su muerte fue el inicio de una etapa oscura para el Barcelona, que lo homenajeó de la mejor manera: conservó eternamente su carnet, el número uno del club, y desde 1966 organiza, en cada agosto, un minicampeonato internacional que lleva su nombre.La Segunda República trajo algo de paz. En 1935, Barça, que atravesaba años de penurias económicas y dirigentes golondrinas, condecoró con la presidencia a Josep Sunyol, reconocido militante de la Izquierda Republicana de Cataluña,
un partido político que pugnaba por la independencia catalana. Al mismo tiempo que Sunyol equilibraba las ?nanzas, el equipo recomponía su situación futbolística: se coronó campeón de Cataluña y llegó a la ?nal de la Copa del Presidente de la II República. Pero la gestión de Sunyol resultó breve, efímera, igual que la estadía republicana en el poder. Tres semanas después de comenzada la Guerra Civil española, Sunyol, que intentaba visitar a sus compañeros partidarios en la periferia de Madrid, fue capturado y fusilado por el ejército franquista en la sierra de Guadarrama. Militante por la igualdad, el presidente mártir ?“como se lo conoce hoy en las esferas blaugranas?“ padeció los antagonismos de su
país, caldo de cultivo para el estallido de la Segunda Guerra Mundial. 






El antídoto para superar la muerte de Sunyol lo llevó a cabo un grupo de empleados, que organizó una gira de cinco meses por América para darles
rodaje y tranquilidad a los jugadores, muchos de los cuales permanecieron exiliados en México y Estados Unidos por temor a represalias. Jugar en Barcelona, en aquella época, era casi una ofensa para los adláteres del dictador Francisco Franco.En esos años de guerra, la liga española, como le sucedió a todo el país, estuvo detenida. Pero como contestación, y también para no perder el ritmo de competencia, Barcelona participó y ganó buena parte de los torneos no o?ciales que se crearon en Cataluña y en la zona mediterránea, donde los republicanos resistían el dominio franquista. 






En 1938, ya en el desenlace del con?icto interno, una bomba destruyó la sede social de la calle Consell de Cent, el recinto donde el club guardaba toda su gloria: trofeos, la documentación desde el primer día y libros. Se hubiera perdido o quemado casi todo si no fuera por el conserje Josep Cubells, quien se dedicó a salvar buena parte de esa historia arrasada. Con la victoria ?nal de Franco, Barcelona siguió pagando por su condición
de ícono independentista. El gobierno intervino a la institución a través de una comisión, y dictaminó dos medidas propias del autoritarismo reinante: suprimió dos barras de la señera (la bandera autonómica de Cataluña), que se había incluido en el escudo del club a modo de homenaje a la comunidad y obligó a castellanizar su nombre o?cial: de Foot-ball Club Barcelona pasó a denominarse Club de Fútbol Barcelona.






Paradoja del destino y del balón, Barcelona, seis años después de que asesinaran a su presidente por republicano, obtuvo la Copa del Rey en 1942, cuando se llamaba Copa del Generalísimo.A medida que pasó el tiempo, el régimen atenuó su persecución contra los catalanes. Barcelona recompuso su situación institucional, reinició su protagonismo en múltiples deportes y consolidó su importancia social dentro de la ciudad hasta convertirse en algo “más que un club”, como reza su eslogan actual.






Ahora, y desde hace varios años, Barcelona es sinónimo del mejor fútbol del mundo. La cuna del fútbol arte. Batió records en cada temporada, obtuvo tres Champions League y tres Mundiales de clubes en un lustro y sus hinchas siguen gozando, cada ?n de semana, de Messi, el mejor futbolista de la actualidad. Sin embargo, a pesar de las mieles deportivas, la visión y concientización política sigue siendo la misma de siempre.Quedó demostrado en uno de los últimos clásicos contra el Real Madrid, cuando 98.000 mil cartelitos convirtieron al Camp Nou en una gigante bandera catalana. Ahí, el mundo se enteró de que detrás del éxito, hay también una historia de reivindicaciones y resistencias. 



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