Crónica de una detención policial

por Revista Cítrica
18 de noviembre de 2016

Un cronista cayó preso en Córdoba y tuvo la oportunidad de ver cómo la policía de esa provincia acciona sobre las libertades individuales de los ciudadanos, casi como en la dictadura.

Miércoles 30 de abril 5.25 A.M:

Con apenas diez minutos de retraso, arriba a la terminal de Villa María, Córdoba, la unidad de la empresa El Práctico que partiera en horario de la Terminal de Retiro a las 22.30 del día anterior y se anunciara oportunamente con destino a Capilla del Monte. Con anterioridad a los hechos que se van a narrar, a los pasajeros les sirven una cena que incluye sándwiches de miga, un caldo, ensalada de arroz, pan, milanesa de pollo, papas, cebolla, postre de chocolate, gaseosa con posibilidad de repetición, té o café y un vaso de whisky. A continuación se emite la película Somos los Miller. No mucho después, los pasajeros se quedan dormidos. El micro de la empresa El Práctico casi no detiene su marcha durante el transcurso de la noche. A las 5.25 A.M estaciona en la terminal y el N.N que ocupa la solitaria butaca 35 desciende, recibe su equipaje, se dirige al baño a lavarse los dientes, y finalmente se acuesta en un sector apartado. Utiliza el bolso como almohada y, a pesar del frío del piso y sus recurrentes dolores lumbares, logra descansar un rato.

Miércoles 30 de abril. 07:25 A.M

Un hombre con una campera de seguridad se acerca al N.N y con amabilidad le solicita que se levante. El N.N suele despertarse fastidioso y ésta no es la excepción. El oficial le explica que la terminal está privatizada y que los dueños han prohibido las siestas porque“quedan mal para la gente”. Estas palabras fastidian aún más al N.N. Mira alrededor y no ve a nadie con ganas de perder el tiempo cuestionando a una persona por dormir. El N.N recuerda los aeropuertos y terminales del mundo en las que durmió. Su mente se detiene con especial cariño en la terminal de Potosí, Bolivia. Rememora que pudo descansar con comodidad. Y piensa que aquí en Villa María, Córdoba, es la primera vez en su vida que como pasajero en tránsito le quitan el derecho a una siesta. Tal vez exagere. Pero está fastidioso. El oficial le sugiere que vaya a dormir afuera, a un espacio público o bien utilice las sillas. El N.N ya lleva unos minutos despierto y se encuentra más amistoso ante la autoridad. Le explica que tanto afuera como en las sillas no puede dormir por los mosquitos. El oficial, por último, comprende la situación del N.N pero le solicita que se mueva de allí porque lo ven en las cámaras y pueden venir a sacarlo. El oficial se retira. El N.N queda indignado unos minutos. Comprueba con su vista que no hay ninguna cámara pero igualmente no quiere comprometer al amable hombre y se dirige hacia las sillas donde reinan los mosquitos. Mira la hora. No le queda tanto tiempo. A las 10 lo esperan para acompañarlo al hotel donde pasará la estadía.

Miércoles 30 de abril 09:02 A.M.

El N.N ya lleva más de una hora durmiendo. Se presume que ha olvidado sus problemas lumbares. Otro N.N duerme a unas sillas de distancia. Nuestro N.N se siente acompañado. Una mujer morocha con campera de una fuerza policial se aproxima.Tiene ganas de ejercer su autoridad y lo hace: les pide a los durmientes N.N que rectifiquen su posición. El N.N desconocido obedece de inmediato; nuestro N.N, ya lo sabemos, no tiene el mejor humor cuando lo despiertan y pregunta a la mujer con campera cuál es el problema. Nuestro N.N alcanza a escuchar algo así como que “la terminal es un lugar público y que no se puede dormir, que hay que mantener la compostura por respeto a la gente”. Al N.N le cuesta incorporarse, la mujer de campera le solicita violentamente que se pare y que se identifique. El N.N busca el documento en su billetera, mientras lidia con el desorden pregunta qué delito está cometiendo. La mujer de campera lo considera un rebelde y llama a un móvil por el handy. El N.N parece dispuesto a identificarse. Se despabila, mira la hora en su celular y piensa que ya es hora de dirigirse al hotel. Se incorpora. La mujer le pregunta adonde va. El N.N contesta: “Al hotel”. Cree que con su decisión de marcharse puede cerrarse el altercado. Su presunción es errónea. La mujer quiere hacer cumplir la ley a pesar de que admite desconocer qué figura legal se está violando. “Eso te lo van a decir en la comisaría adentro”, explica la morocha y procede a reutilizar su handy: “¿Le falta mucho al móvil? Apresúrese que el N.N se está poniendo espeso”. El N.N mira a la mujer desconcertado. Insiste en mostrarle el documento. Finalmente se lo aceptan: “Tarde, te vamos a llevar por cancherito”.

Miércoles 30 de abril 09:15 A.M

El otro N.N, el obediente, le da una recomendación al nuestro: “Hace caso sino te van a meter”. El N.N obediente se marcha. Llega el móvil, bajan presurosos dos oficiales. Prontos ingresan a la terminal para combatir el crimen. La mujer con campera los pone en situación: “Estaba acostado en la terminal y se negó a identificarse”. El N.N explica a los oficiales que sólo quiere irse, que estaba haciendo tiempo, que no tiene problemas en identificarse. Los policías le dicen que los va a tener que acompañar. El N.N insiste en que tiene que dirigirse al hotel, que tiene una reserva. Los policías interpretan que el N.N otra vez se está resistiendo a la autoridad. Lo toman de los brazos, lo empujan, le pegan, y con unos golpes lo llevan hacia el exterior donde lo esposan y lo suben al patrullero. Segundos después le tiran encima su bolso.

Miércoles 30 de abril 09:20 A.M

Interior del patrullero: El N.N sigue los consejos del N.N obediente y alcanza a la autoridad su documento nacional de identidad para identificarse. Uno de los policías interroga al 31.25x.xxx.

Oficial: ¿De dónde es?

31.25x.xxx.: Buenos Aires

Oficial: ¿De qué parte?

31.25x.xxx.: Capital Federal.

Oficial: ¿De qué barrio?

31.25x.xxx.: Almagro.

Oficial: ¿Qué viene a hacer a Villa María?

31.25x.xxx: Una reunión de trabajo en el Diario del Centro del País.

Oficial: ¿A qué se dedica?

31.25x.xxx: Soy periodista.

El resto del trayecto a la comisaría transcurre en absoluto silencio.

Miércoles 30 de abril 09.42 A.M

Interior de la comisaría de Villa María: la primera orden que recibe 31.25x.xxx es que debe quitarse los cordones y dejar billetera, llaves y teléfono. De inmediato, le quitan las esposas. Los oficiales lo ponen en situación: ha cometido una infracción en el Código de Faltas de la provincia. Ahora tendrá que hacer un descargo y el juez tendrá tres días para expedirse. El periodista luce sorprendido, creía que lo demorarían un rato y lo dejarían en libertad. Ignora que la provincia de Córdoba tiene las leyes de una dictadura.  Absorto, piensa en las películas y recuerda que tiene derecho a una llamada. Las autoridades le otorgan el derecho. Le recomiendan comunicarse con alguien que pueda contratar un abogado y llevarle algo de comer. 31.25x.xxx llama desde su celular a un compañero del Diario del Centro del País. Raúl, del otro lado de la línea, no se sorprende. Dice:“Que cagada” y promete ponerse en contacto con un abogado. 31.25x.xxx entrega el teléfono, la billetera y las llaves. Le sacan la plata de la billetera. Antes la cuentan: 640 pesos. Los guardan en un sobre al que le escriben dicho número en su solapa. Lo cierran y lo dejan al lado de otros sobres cuyas solapas portan cifras como 24,35 o 6,40. Es el primer indicio que tenemos de que nuestro antiguo N.N es un preso VIP. 31.25x.xxx ha conseguido tras un largo proceso quitarse los cordones de las zapatillas y éstos van a parar al mismo locker que el resto de sus pertenencias.

La comisaría es tal cual 31.25x.xxx las ha visto en las películas y un poco más pequeña que a la que concurre asiduamente en Buenos Aires cuando extravía su DNI. Desde la entrada a la derecha hay una mesa cuadrada con un mate y un termo, pegadito están los lockers, más hacia el centro tiene su espacio el escritorio principal lleno de polvo y con algunos pocos expedientes. Todo es de un color verde oscuro idéntico al de los atuendos que usaban los chicos argentinos en Malvinas. Un verde Ford Falcón. Finalmente a la izquierda del escritorio se ubican una cartelera de corcho que informa las últimas reglamentaciones y un calabozo, con rejas color verde Falcón, por el momento vacío. La comisaría no termina allí; al costado del calabozo y la cartelera se abre un pequeño pasillo que conduce a un sitio que 31.25x.xxx por el momento desconoce.

Ahora los policías llenan formularios, le preguntan cómo se llama, cómo se escribe el apellido, dónde vive y otros datos de identificación. Lo hacen dos o tres veces. 31.25x.xxx  hace rato que ha dejado de ser un N.N. Proceden a revisarle el bolso. Antes le preguntan qué tiene. Ropa contesta. Ropa y libros se corrige. Sin desordenarle el equipaje lo revisan minuciosamente. Les resulta sospechosa una servilleta. 31.25x.xxx –explica- ha envuelto un sandwichito de miga del micro. Ellos comprueban la veracidad de la afirmación y vuelven a guardarlo. Él recuerda que aún no desayuno y ahora sí tiene hambre. No lo piensa ahora pero días más tarde sacará una conclusión: ha tenido mucha suerte de no llevar marihuana.

Aún resta el final de la revisión. Un policía lo invita al pasillo misterioso de al lado del calabozo y le ordena desvestirse allí mismo. Se quita el buzo, el pantalón y con algo de frío también la remera. El policía, con timidez, le pide que también se quite lo que le falta. 31.25x.xxx  muestra sus testículos.. El policía le pide que se vista. 31.25x.xxx  ya está listo para ingresar al calabozo. Pero antes pide un favor: llevarse un libro a la celda. El beneficio le es otorgado.

Miércoles 30 de abril 10:10 A.M

31.25x.xxx  pregunta si debe ingresar al calabozo; se ha convertido en un preso de excelente conducta. Su celda tiene una ubicación privilegiada: al lado de la cartelera y de todo el movimiento de los uniformados. Un oficial le informa que en el mundo exterior han preguntado por su situación. Eso tranquiliza a 31.25x.xxx , cuya mayor preocupación ahora pasa por cómo desplazarse en zapatillas sin cordones. Piensa en Maradona. El Diego se entrenaba sin cordones. Él, por el contrario, apenas puede mantenerse en pie. 31.25x.xxx admira a Maradona y esta revelación le hace subir aún más la consideración hacia su persona. Casi tanto como cuando consiguió que Napolés hinchara en contra de Italia en las semifinales del Mundial 90. Como preso reciente, 31.25x.xxx  prueba hacer pasar el tiempo con divagues futbolísticos. Compara a Maradona con Messi. Sostiene que el fútbol es un juego colectivo. El tiempo no pasa. Intenta leer pero está cansado y con hambre. El mismo oficial que le revisó los testículos le pregunta qué tal el libro. 31.25x.xxx agradece la charla. Piensa si en algún momento tendrá un compañero de celda. Lo hace sentir culpable la buena relación que está tejiendo con los oficiales. “Voy por la tercera página, es de algo sobre la segunda guerra mundial”, responde y recuerda que en el bolso hay otro libro más interesante: “La casa de los conejos”, sobre una nena hija de una pareja de militantes de Montoneros. Los tiempos han cambiado pero igual duda de si un libro sobre Montoneros es lo más apropiado para una cárcel. Lo han metido preso por dormir en una terminal, ese tipo de leyes existían en la dictadura y aunque parezca increíble, en la provincia de Córdoba siguen vigentes.

Epílogo:

31.25x.xxx  fue liberado apenas unas horas después. Tuvo miedo. Le dijeron que podía pasar cuatro o cinco días en la cárcel. Al momento de llenar la ficha de ingreso debió acercarse a las celdas internas. Quince personas en una celda. Le pidieron de todo: cigarrillos, droga, comida. Pero no le quedaba ni el sándwich de miga. Tuvo suerte. La suerte de ser un preso VIP, de ser periodista y mencionarlo, de no ser un pibe carenciado.

Más tarde supo que estuvo preso por merodeo, la figura legal que tenía la policía de Córdoba para demostrar su poder y meter en cana a cualquiera que estuviera dando vueltas. Un año después de esta historia, el Código de Faltas pasó a llamarse Código de Convivencia y a la figura de merodeo se la reemplazó por la más amable “actitud sospechosa”. Sin embargo la persecución a los pibes y el abuso de poder de la policía no disminuyeron en lo más mínimo.

 

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