Comunicación desde las rejas

por Jésica Farías
30 de noviembre de 2013

Este martes en el Teatro Maipo de Capital Federal la radio comunitaria AIRE LIBRE recibió una distinción de ARGENTORES por ser el nexo entre la cárcel y la sociedad. Recibieron el premio Graciela Rojas junto a otros tres compañeros.

Este martes en el Teatro Maipo de Capital Federal la radio comunitaria AIRE LIBRE recibió una distinción de ARGENTORES por ser el nexo entre la cárcel y la sociedad. Recibieron el premio Graciela Rojas junto a otros tres compañeros.La Unidad Penal N°5 de Rosario, en Santa Fe, es incómoda. La casona de dos plantas es inhabitable y sin embargo, allí conviven treinta y seis detenidas, entre procesadas y condenadas. Todas con un pasado similar de familias disgregadas; de pobreza económica, sanitaria y educativa.   Repasamos la nota que le hicimos a las chicas hace un tiempito.





“La vida en encierro para la mujer tiene aristas más dramáticas, complejas y difíciles que la del hombre en la misma situación. En esta cultura machista, a la mujer recluida se la castiga doblemente: jurídica y socialmente.La sociedad les da la espalda porque se atreven a delinquir y eso es visto por el patriarcado como un abandono de su lugar de madre y esposa abnegada. Además, es difícil porque en su gran mayoría, las detenidas son madres y jefas de familia, entonces cuando caen  presas, sus niñas y niños quedan desparramados”, explica Graciela Rojas coordinadora de la ONG Mujeres tras las rejas que ha ayudado a las presas del penal rosarino a poder comunicarse a través de la radio.





Las voces traspasan los muros, con la ayuda de la FM 91.3 Aire Libre (www.airelibre.org.ar), todos los jueves, durante una hora. Mientras el sistema penal despersonaliza, la ONG hace lo posible para romper con esa aberrante práctica.

Con un teléfono móvil y muchas ganas, las detenidas salen al aire. Organizan los temas y le ponen pasión a cada emisión. Con la ayuda de dos operadores, charlan y analizan una posibilidad: si no estuvieran detenidas no habrían probado el amable oficio de poner las voces en el éter. “Se descubrieron en una faceta impensada”, celebra Graciela.





Lejos del río, adentro de esa casona inhabitable pero repleta, la ansiedad abunda. No aguantan el tiempo entre programa y programa. Extrañan el poder comunicar. Y divertirse. “Un día preguntamos sobre cuál era el lugar más insólito en donde habían tenido relaciones”, rememoran. Ganó Mari: en un patrullero,  con el mismo policía que la detuvo.










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