"Buenos Aires me hace acordar a aquella Nueva York"

por Revista Cítrica
14 de octubre de 2015

Entrevista beatnik a Miguel Grinberg

La excusa era hablar de su último libro, Memoria de los ritos paralelos, un diario que escribió hace cincuenta años, cuando le tocó ser protagonista y testigo de una Nueva York donde los Beatles empezaban a ser los Beatles, el movimiento hippie irrumpía en el mundo y las protestas contra la Guerra de Vietnam y la defensa de los derechos civiles del pueblo negro eran cotidianas y masivas. Ahí estaba un joven Miguel Grimberg, que pasaba las noches en vela, escribiendo en una máquina de escribir prestada. Y aquí está, medio siglo más tarde, delante de un grabador para hablar de esos tiempos y de poesía, por supuesto, pero fundamentalmente de lo que viene. Porque además de poeta, periodista, traductor, profesor universitario, pionero del rock nacional y creador de dos revistas que marcaron a una generación - Eco contemporáneo y Mutantia-, Grinberg fue de los primeros en nuestro país que empezó a preocuparse por eso que hoy se conoce como ecología.

¿Ya en ese entonces se veía hacia donde nos podía llevar la maquinaria del progreso, no?

Lo que yo viví en Nueva York hace 50 años lo estoy visualizando actualmente entre nosotros, una cosa particular, el cielo y el infierno juntos. Los ángeles y los demonios juntos. Como decía el tango, todos en el mismo lodo. Pero yo no cultivo el cambalache. Algunos lo cultivan porque creen que esa es una manera de lucrar. Pero lo importante ahora es ver en qué medida, con los recursos y los conocimientos que tenemos, tratar de atenuar lo máximo posible el impacto, porque sino, ya estamos viendo que los polos se están descongelando. No va a ser repentino, pero las aguas van a subir, las zonas ribereñas se van a inundar, los deltas van a tener expansión. Dos tercios de la humanidad hoy viven en zonas costeras. No hay que tener mucha imaginación para ver que muchas películas de ciencia ficción y de cine catástrofe se van a convertir en vida cotidiana real. ¿Adónde va a ir esa gente? Nadie sabe.

En términos históricos esa realidad está a la vuelta de la esquina. Sin embargo de eso no se habla lo suficiente.

Los ecologistas tenemos fama de pájaros de mal agüero porque estamos siempre denunciando y advirtiendo que vienen malos tiempos. No es exactamente así. Estamos atravesando una crisis ambiental, que todo el mundo ya la conoce como cambio climático. Que no es un invento de los ecologistas, que existe, preexiste. Cuando empezaron en ONU (Organización de las Naciones Unidas) a tratar de este problema, las partes por millón, que es como se mide el gas carbónico en la atmósfera, estaban aproximadamente en 320 partes por millón. Y decían que había que establecer como tope 350 partes por millón, anticipando que si eso no se conseguía la temperatura media del planeta iba a ascender más de 2 grados centígrados, con lo cual se iban a producir grandes inundaciones, sequías, grandes olas de frío y de calor, tornados, incendios de bosques y todo ese tipo de cosas que ya están sucediendo todos los días. Pero qué ocurre. Hay que desarrollar la economía, hay que desarrollar los negocios, hay que desarrollar a la especie humana y el desarrollo requiere energía eléctrica, movilidad, producción masiva de alimentos, transportes y quemar más petróleo. Entonces por un lado se está hablando en reducir las emisiones de gases carbónicos, que se llaman gases de invernadero, porque recalientan. Y por otro se está hablando de producir más petróleo, más y más para qué. No para guardarlo en una vitrina, sino para quemarlo y seguir llevando los negocios como de costumbre. ¿Qué significó esto? Que a principios de mayo de este año las mediciones de Naciones Unidas dan 400 partes por millón en la atmósfera de gases carbónicos, de gases de invernadero. Con lo cual podemos prever que esto se va agudizar. Y va a traer cáos y confusión. Ya se habla de la crisis del agua potable, del encarecimiento constante de los alimentos porque están las sequías liquidando cosechas necesarias para darle de comer a la gente. Los ecologistas tenemos la mala costumbre de estudiar historia. La historia se divide en eras. Sabemos que hubo una Edad Antigua, una Edad Moderna y que en el medio, como el queso podrido de un sándwich, hubo algo llamado Edad Media, el medioevo, una época oscura, peligrosa, beligerante, criminal, llena de epidemias. Murieron millones de personas durante la Edad Media. Y desde hace veinte o treinta años hay historiadores que están viendo señales de que la Edad Moderna, la modernidad, está en descomposición y que estamos entrando en una nueva Edad Media, que va a hacer también caótica, confusa y trágica. ¿Pero qué pasó después de la edad media primera? Vino el Renacimiento, que trajo todas las invenciones maravillosas de la modernidad. No es que la modernidad no sirve, es que llegó a su límite. Y es necesario re-formular la vida social, económica e ideológica. Y re-formular no significa cancelar las cosas que funcionan, sino incorporar novedades. Así como el Renacimiento incorporó grandes novedades que llevaron a los avances maravillosos de la ciencia y la tecnología se trata de que ahora la consigna para la sociedad del futuro sea hacer más con menos. No es que será una época de carencia y escasez. Será una era culturalmente frugal. Cada cual va a consumir lo necesario. La época del derroche, del desperdicio que ha signado los últimos años del capitalismo -por eso estamos en crisis-, ha llegado a su límite

-¿Y eso cuando empezaría?

Ya lo estamos atravesando. Sólo que nadie quiere levantar la perdiz porque va arruinar algunos negocios. Hay gente que lucra con las épocas de cáos, de escasez y de confusión. Lucran los grandes consorcios que comercian alimentos. Nunca se consumió tanta agua embotellada en Argentina como ahora y cada vez hay más marcas. Hay señales muy concretas de cómo se está dando la crisis. Pero todo eso es accesible para los que tienen dinero. Los que no tienen dinero o tienen poco, tienen que ir trabajando en el día a día para resolver los problemas inmediatos. No pueden pensar en la historia, no pueden pensar en el nuevo medioevo, no pueden pensar en la necesidad de re-modelar la educación, el consumo, la economía.

¿Hay países que estén trabajando seriamente al respecto?

Hay países que están experimentando. Curiosamente uno que está experimentando una nueva fórmula es Nepal, en el Himalaya. Ya no hablan del producto bruto interno (PBI) sino que hablan de la felicidad promedio. Y están tratando precisamente, como nunca fueron capitalistas, de evitar el paso por el capitalismo. Evitan cortar todos los bosques para producir muebles de lujo, y están practicando el consumo básico, producen sus alimentos, fabrican sus implementos. No niegan internet, porque no hay que volver a la era de las cavernas para vivir en el futuro. Aprovechan los elementos de las nuevas tecnologías y de las nuevas herramientas de comunicación, pero no derrochando, no contaminando, y ante todo, tratando de ser felices. No de ser más ricos, no de ser más gloriosos conquistando países, no teniendo grandes cuentas en paraísos fiscales, sino literalmente siendo felices, que para eso hemos nacido. De ahí que una editorial se interesó en publicar Mitos de los ritos paralelos,porque es absolutamente vigente, donde yo desarrollo mis experiencias espirituales, poéticas, en función de lo que en aquella época se empezó a llamar contra-cultural. Que no era para la destrucción de la sociedad, sino para que evitar que una sociedad agónica nos destruya a nosotros como seres humanos. Y es por eso que acepté publicar el libro. No es una plataforma política, yo no estoy haciendo campaña para hacer candidato de nada. Estoy diciendo algo que antes se me mataban de risa cuando lo decía. Hoy lo dicen muchos pensadores. Que la vida tiene que ser considerada como una especie de obra de arte, de obra de calidad. El trato humano tiene que tener calidad artística. La cría de los hijos tiene que tener calidad artística. Eso lo saben las mamás, que lo hacen naturalmente.

-El tema es que son millones los que nacen condicionados por su entorno, su clase social o una realidad que no permite pensar en esas cosas. Hay otras urgencias.

Pero eso no impide que uno asuma que es necesario. Alguien tiene que hacerlo. Y el que puede hacerlo porque está en una situación más desahogada, lo tiene que hacer como un deber, no como un privilegio. Estamos todos convidados a convertir nuestro cotidiano en un acto bello. No tiene por qué ser la vida un sacrificio constante, ¿por qué tiene que ser una privación constante? Hay gente que -esto lo digo con enorme dolor del alma- no está en condiciones de resistir esta transición de este nuevo medioevo. Pero que estamos atravesándolo ya, lo vemos día a día. ¿Y qué sucede? La gente que antaño vivía del suelo, de lo que producía, de sus animalitos y plantitas, ahora se encuentra con sequías espantosas que les impide cultivar un choclo siquiera y con inundaciones terribles, donde no solo queda cubierto el suelo sino que queda cubierta la hierva que comían sus animales. Quiere decir que la posibilidad de alimentarse de toda esa gente, se reduce a cero. Y va haber, como parte de este cáos y esta confusión -y está empezando a suceder-, grandes migraciones desde las zonas rurales inundadas o secas a las grandes ciudades. Y las ciudades van a tener aún más gente, más aglomeración. Y lo peor, que ya pasó en la edad media, es que cuando se produce un excedente de población en un espacio reducido aparecen las epidemias. Y lo que han comprobado los científicos en este tiempo es que los antibióticos no dan resultado porque las bacterias y los virus han evolucionado, han creado resistencia a los antibióticos. Y eso está todo los días en las agencias noticiosas, y nadie se detiene a considerarlo. Y para mí el rito paralelo es esta artesanía de la relación humana, esta artesanía del trabajo. La educación va a tener que ser reinventada. De tomar cada cosa como fundamental para la vida cotidiana. Y si no me sirve a mí le puede servir a otra persona. Eso requiere formas efectivas de solidaridad, de autonomía, de tolerancia, de inventiva, de imaginación. Y yo soy un sembrador de eso.

¿Cuál es el lugar de la poesía hoy?

Hay una frase de Confucio que me gusta citar, que viene de la antigua China: “En vez de maldecir la oscuridad es preferible encender una vela”. Y yo creo que la poesía es esa vela, que indica que uno puede vivir sencillamente, sin necesidad de levantar imperios y sin necesidad de enrolarse en los ejércitos que los imperios reclutan. Para tratar de dar vuelta la página de una vez por todas, porque la nuestra es una especie privilegiada, tiene la capacidad de hacer uso consciente de la conciencia.

¿Y ves con esperanza a las nuevas generaciones?

Hay una juventud en este momento en el planeta que se está movilizando. No usan las mismas denominaciones, pero hay muchos movimientos de cuestionamiento del sistema, y se van dando en prácticamente todos los países. Todos los “indignados” que están apareciendo en el planeta, son síntomas de esta transición. Que no quieren ir al matadero. Ya no hace falta parar una guerra, no hace falta ir a una guerra para que te maten. Te podés morir de inanición o de frío. Si yo tuviera la fórmula la escribiría en un libro que se transformaría en best seller, pero todavía no llegué. Hay gente que está tratando de imaginar la forma de que la transición sea lo menos trágica posible. Especialmente para los más débiles. No puede ser que 600 tipos tengan el noventa por ciento de las riquezas del planeta. Eso está comprobado, con nombre y apellido. Y eso tiene que cambiar.

RECUADRO

“BUENOS AIRES ME HACE ACORDAR A AQUELLA NUEVA YORK”

Mi vida en Nueva York -recuerda Grinberg- fue muy inspiradora porque el año 64 fue un año en que pasó todo. Yo crucé la frontera desde México el día que se hacía el tercer concierto de los Beatles en televisión. Me encontré allí y en todos los lugares donde estuve en los Estados Unidos con miembros del movimiento Poder Negro, que estaba luchando por la reivindicación de los derechos civiles de los ciudadanos de color. Gracias a esos pioneros, que eran poquitos, hoy hay un presidente negro en Estados Unidos. Con muchas corrientes diferentes, había las más activas y más conformistas, pero todos los negros estaban en la calle. Estaba creciendo un movimiento pacifista porque estaba tomando forma la guerra de Vietnam. En agosto del 64, después de que completé este diario, fue el primer ataque aeronaval de Estados Unidos que detonó la guerra de Vietnam. Al mismo tiempo aparecieron los primeros hippies y empezaron a fructificar los autores y poetas de la contra-cultura. Conocí tipos que eran realizadores de cine, directores teatrales, poetas, novelistas, clérigos de distintas iglesias protestantes, que ya captaban que estaban en una era de transición. Por momentos andar en Buenos Aires me hace acordar a aquella Nueva York de hace cincuenta años.

-¿En qué cosas?

En la acumulación de la basura. Se veía en las calles, en las grandes tiendas de la Quinta Avenida donde la mitad de las cosas que la gente compraba era packaging para tirarlo a la basura. Veía al final del día los contenedores, que ahora están de moda acá. Es un déjà vu. Yo ya vi esto hace 50 años en Nueva York. Los contenedores con grandes cantidades de cartón y papel y plástico de empaques de todos colores. Y un lugar que se llamaba Fresh Kills, que era una especie de isla frente del puerto, donde se acumulaba la basura. Como los suburbios de Nueva York está todo poblado, no es como la provincia de Buenos Aires que podés ir a enterrar basura. Así que la tiraban en el medio del océano.

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