Ahora es anoche

por Revista Cítrica
18 de octubre de 2014

Villa Crespo, libros de Caparrós y Fabián Casas, bicicletas, subtes, celulares, aeropuertos. Te presentamos el mundo literario de Leonardo Gudiño.

Ahora es anoche
Por Leonardo Gudiño

1. Vuelvo y ocurre mi reencuentro con Villa Crespo. Acá está. En el lavadero el amigo Cao me pregunta por la ausencia; le dejo una bolsa con tres pantalones, dos bermudas y un atado de cigarrillos que va escondido entre la vestimenta. Antes de despedirme el amigo Cao me enseña a su hijo que ya camina, le enciende el televisor al tiempo que le señala la pantalla al niño y me pide cambio de cien pesos, todo con timidez oriental. Lo saludo y vuelco a la esquina. Aterrizo en la plaza. Ahora miro al parquecito. Pasa una bicicleta marrón, arriba de ella, desde el asiento, un pibe pedalea envuelto en una bufanda y abrazado por una mochila. En su mochila, que es celeste, lleva el libro Amor y Anarquía de Caparrós. En un rato llegará a su trabajo y hará su gracia en cada una de las clases que le toque durante la tarde. Yo vuelvo a casa con más fuerza. Atrás queda el amigo Cao con la compañía de la sonrisa inquieta de su hijo menor. Camino, pateo, soplo y llego. Busco el libro, lo encuentro, lo abro: ahora Soledad y Gabriela están tocando la puerta del nuevo mundo, están ahí, en la puerta del Asilo y en un rato Soledad empezará a volar para siempre.

2. En el subte crucé un pibe idéntico a vos.

3. Ahora estoy en un avión. Desde el año pasado estoy adentro de una pulsión de ruta que me hace dar vueltas por otro barrio. Sigo en el aire. Un caribeño me ofrece vino, le acepto y él sigue su ruta por el pasillo. Me duermo. Sueño que bailo. Sueño que bailo cuarteto. Sueño que bailo cuarteto con un muchacho que resultó ser un amor. Sueño que bailo cuarteto con un muchacho que también resultó ser cordobés, un morocho, con rulos, con barba, con whatsapp. Con gracia en las vueltas de su coreografía de baile. Me despierta el caribeño que me pregunta cómo le dicen a mis pantalones en Buenos Aires. Chupines, le dicen chupines. Me sonríe. Tiene dientes grandes y blancos, grandes y airosos. Ahora estoy en el barrio Montrose. Es una plaza. Ahora es Houston. El verano transcurre metido en cuarenta grados distribuidos en la avenida Westheimer, en el 102 B, en Blur. Traigo en la mochila un libro de Fabián Casas que me hace gritar. Son las cuatro y cuarenta y seis de la tarde, el sol está rompiendo a los amarillos y nada, absolutamente nada, ocurrió desde que me llegó el último mensaje.

4. Ahora estoy arriba, en la terraza de un edificio de tres plantas de Villa Crespo. A la vuelta, se ve, hay otra terraza. Ahora que el tiempo es marcha atrás veo para abajo: otro pibe con otra bufanda y con zapatillas de cuerina blanca con el logo de Puma. Miro que camina, que se despeina, que aplasta el cigarrillo con la planta de la zapatilla izquierda. Irrumpe, nos divide, corre, pasa el cuarenta y dos que se dirige con fuerza hacia Caballito pero al final de ese lapso él sigue ahí. Ahora entra a mi casa, y entonces Celine le dice algo hermoso a Jesse y éste le jura que volverá, y casi se lo jura por algo. Ahora es anoche: le dejo los hielos amontonados y cae en la trampa. Con tres dedos agarra cubos deformes de agua congelada y los tira en mi vaso, después en el suyo. Completa el protocolo con una ración generosa del líquido negro, y destapa el otro envase, el gas explota en una minúscula intención de chillido mientras él continúa diciéndome que nuestros viejos debieron de haberse conocido. Al rato van a llegar mis amigxs a celebrar mi despedida y a comer guiso de lentejas porque acá, en Villa Crespo, es invierno. Y vamos a hablar de nuestros primeros trabajos. Vamos a confirmar que pertenecemos a la generación de los trabajos de mierda. Nos saludaremos en la esquina, cuando les baje a abrir, nos abrazaremos y prometeremos jamás perder el contacto.

5. Estoy en un aeropuerto luchando con una conexión de wifi. Actualizo el whatsapp y te doy respuesta. Estoy sentado en un bar de madera porque afuera llueve y las líneas aéreas guardaron sus naves. Me preguntan si me sirvo algo, si estoy solo. Le dije que no, que estaba con un pibe que se fue hasta el baño, te imagino meando, en calzoncillos, cagado de frío, un poco borracho, preguntándome a espaldas del inodoro, con un grito que llega hasta mi pieza, con un sonido que rebota en los azulejos verdes; cuándo mierda el aborto será legal.  

Leonardo Gudiño nació en Salta, un 14 de Septiembre de 1983, en donde vivió hasta que se graduó de adolescente. Allí estudió en un colegio católico, le enseñaron modales de higiene, inglés británico y educación cívica. A los 17 años ya vivía en Córdoba, estudiaba en una universidad pública, rumbeaba hacia la adultez pero se tropezaba, afortunadamente, con esa pretensión impuesta y también falaz de adultez, progreso y responsabilidad. En 2008 egresó de la academia, nada cambió. Desde hacía ya un tiempo que venía sanamente preocupado por la Comunicación Popular, los medios alternativos, la fotografía, las letras y la Educación Popular. Escribe y tiene un blog: http://subitelabragueta.wordpress.com/

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