ADQUISICIÓN CRECIENTE DE SUELOS FÉRTILES

por Miguel Grinberg
26 de agosto de 2011

Como continuación de un estudio centrado en una situación verificada en territorio africano –el acaparamiento masivo de tierras agrícolas–, la FAO (Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación) promovió una investigación en 17 países de América Latina y el Caribe, en el que se destaca la adquisición creciente de enormes extensiones de suelos fértiles necesarios localmente para producir alimentos.

Los datos recopilados en dicha región documentan compras de alrededor de 71 millones de hectáreas para la explotación minera, la producción de biocombustibles, la tala de bosques madereros, la radicación de industrias y los reservorios de agua potable.

El término técnico utilizada por la FAO para encuadrar la situación es en inglés land grabbibng (acaparamiento territorial), y resalta que “el fenómeno de concentración y extranjerización de la tierra y de las cadenas de valor del sector silvoagropecuario es un asunto que afecta a gran parte de la región”.

Pablo Groppo, especialista de la División de Tierras y Agua de la FAO, resaltó que “la cantidad de hectáreas de los suelos de Clase A (los de mayor capacidad productiva) está limitada y es cada vez menor, por la expansión de zonas urbanas.”

El técnico se manifestó a favor de la extensión a la mayor parte del mundo del programa Sistema Imaginativo del Patrimonio Agrícola Mundial, sobre comunidades rurales, que desde hace varios años se está desarrollando en algunos países de África, Asia e Iberoamérica.

Otro documento, titulado “Los derechos de la tierra y la fiebre por ella”, fue publicado por el Instituto Internacional del Medio Ambiente (IIED), el Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo (CIRAD) y la International Land Coalition (ILC).

Sus investigaciones han revelado que un amplio segmento de las transacciones de tierras no ha sido informado ampliamente por los medios locales de comunicación social, con frecuencia vinculados a élites nacionales que coparticipan de las adquisiciones.

Los analistas estiman que de los 71 millones de hectáreas así acaparadas, un 22 por ciento tiene por finalidad la minería y la forestería, mientras que tres cuartas partes del 78 por ciento restante se destina a la producción de biocombustibles.

Los expertos que intervinieron en este estudio sostienen que “el reto es detener el desposeimiento y las asignaciones de tierras que no respondan a un genuino interés público, reconocer legalmente los derechos de los pobres de las áreas rurales y asimismo generar modelos más equitativos que doten a los actuales usuarios de la tierra de un modelo clave que cubra las demandas de alimentos y recursos”.

La introducción a “Los derechos de la tierra y la fiebre por ella” indica que “la desposesión y la marginación de los pobres de las áreas rurales no son nada nuevo: más bien, la actual fiebre por la tierra representa una aceleración de procesos en marcha, y parece seguro que continuará”.

La conclusión del informe “es que nos encontramos en muchas áreas del Sur global en una encrucijada con respecto del futuro de las sociedades rurales, la producción basada en la tierra y los ecosistemas.”

Y añade que “los flujos de capital trasnacional e internacional están presionando la tenencia de la tierra y los sistemas de producción basados en la tierra en una dirección que parece alejarse cada vez más de lo que puede considerarse como una alternativa óptima”.

Todo indica que la fiebre por la tierra está induciendo cambios considerables en los ecosistemas, con pérdidas conexas de servicios ecosistémicos y biodiversidad, donde no sólo los bosques son afectados: los estudios revelan que las tierras de pastoreo, los pantanos y los manglares son también objetivos de la conversión del uso territorial

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