¿Qué onda con el Papa?

por Agustín Colombo
07 de septiembre de 2015

A días de visitar Cuba y Estados Unidos, y tras el anuncio de cambios en la nulidad de los matrimonios, el debate sobre el ex cardenal de la Ciudad de Buenos Aires vuelve a escena: ¿sólo gestos o el inicio de una transformación profunda?

A principios de julio, mientras el Papa Francisco iniciaba su gira latinoamericana por Ecuador, varios medios masivos anunciaban que un millón de argentinos iba a cruzar a Paraguay con la única intención de tenerlo cerca. En cada uno de los países, Bergoglio fue dejando mensajes que valieron el análisis y el asombro de sus exegetas, algunos más improvisados que otros. 

 

Pero cuando partió de Asunción a Roma, una semana después de su arribo a Quito y tras su visita a Bolivia y a la Virgen de Caacupé, en Paraguay, ese millón de feligreses que iba a desbordar las fronteras de Formosa y Misiones se había reducido a 83.645 personas, según le informó la Dirección Nacional de Migraciones a esta revista. Once veces menos de lo anunciado.

El dato revela dos cuestiones. Que una persona -por más de que sea el máximo representante de la Iglesia Católica en el mundo- sea capaz de movilizar a esa cantidad de personas resulta significativo. Pero el yerro numérico también da cuenta de algo: la figura de Francisco muchas veces queda sometida a exageraciones desmesuradas.

Una nueva grieta

Desde el 13 de marzo de 2013, aquella tarde en la que todos nos sorprendimos con su asunción como Papa, Bergoglio viene generando una ambivalencia. Algunos, aprovechando un término tan de moda en estos años, podrían definirlo como una grieta. Una más. Lo cierto es que el Papa argentino se mueve cada día entre esa suerte de mito y de barro; entre palabras que seducen a algunos pero no conforman a otros; entre los que creen que aspira a cambiar la Iglesia, y los que creen que sólo aporta gestos que no resolverán -ni ahora ni nunca- las oscuridades del poder eclesiástico.

El discurso que Bergoglio brindó en Bolivia, en el que se refirió a los asesinatos de pueblos originarios con el rol activo y/o cómplice de la Iglesia; y su reacción en la entrega de un crucifijo con la hoz y el martillo que le dio Evo Morales, como homenaje al cura Luis Espinal, asesinado por paramilitares en 1980, actuaron como nuevos disparadores del debate en torno a su papado. El ex cura Adrián Vitali, quien abandonó la Iglesia para casarse y tener hijos, marca una diferencia entre la persona que conoció y la que ahora ve por televisión: “Los lugares de poder determinan conductas. Queda claro que Bergoglio no es Francisco y que Francisco cada vez se aleja más de Bergoglio. Difícilmente puedan encontrarse”.

El filósofo y teólogo Rubén Dri, uno de los creadores del Movimiento de los Sacerdotes del Tercer Mundo en los sesenta y acaso el mayor exponente en Argentina de la Teología de la Liberación, relativiza las dichos del Papa en Bolivia. “La Iglesia debería hacer una autocritica a fondo. Y para eso tiene que revisar su teología. Porque los crímenes que cometió fueron legitimados teológicamente. Si no re revisa volverá a ocurrir”, sostuvo ante la pregunta de Cítrica. Juan Carlos Scanonne, referente de la Teología del Pueblo y uno de los maestros de Bergoglio, recuerda que en esos siglos de “luces y sombras” en América, varios sacerdotes como Bartolomé de las Casas o Roque González de Santa Cruz pelearon por los derechos indígenas.

Con una visión opuesta a la de Dri, a pesar de ser considerado uno de los creadores de la Teología de la Liberación, el brasileño Leonardo Boff elogió a Francisco por ponerse del lado de las “víctimas del sistema”, algo que -analiza Boff- concretó por haber nacido en esta parte del mundo. “El Papa fue innovador. Tiene un discurso muy claro: la posición de la Iglesia tiene que estar siempre al lado de las víctimas, de los pobres, de los oprimidos. Esta fue la elección de Jesús y el Papa la asumió personalmente”, le dijo Boff al diario Perfil en diciembre del 2014.

Venas abiertas

El origen latinoamericano del Papa es, paradójicamente, un punto en el que convergen rechazos y adhesiones. Su reciente encíclica Laudato Si', en que hace hincapié en la necesidad de preservar la naturaleza y frenar el consumismo, sedujo enormemente a los líderes y movimientos políticos de la región, muchos de los cuales procuran -al menos en lo discursivo- lograr una armonía entre la Tierra y el Hombre.

El ex ministro de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Zaffaroni, recientemente elegido juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, celebró ese documento y criticó “las declaraciones histéricas de voceros de la derecha norteamericana”, en alusión a los cuestionamientos del sector más conservador del Partido Republicano, especialmente Jeb Bush, hermano del ex presidente.

En Argentina, en el espectro político que va de derecha a izquierda -más allá de las críticas circunstanciales de cierta oposición por sus encuentros con la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner y de la fascinación papal repentina en un sector del oficialismo-, la figura de Francisco reúne un consenso mayoritario. Hay excepciones, por supuesto. Una de ellas es Alejandro Bodart, legislador porteño y precandidato a presidente del MST. “Su surgimiento es producto del desgaste de la Iglesia, que necesitaba un Papa más atractivo. Y no es casual que sea latinoamericano: es de una zona muy convulsionada, con movimientos y líderes emparentados con la izquierda. Entonces él empezó a tomar algunas de esas banderas, que sólo son parte de un cambio de lenguaje, y no de un cambio de verdad. Porque su objetivo es mantener el statu quo”, le dice Bodart a esta revista. Y agrega: “Yo cambiaría mi visión del Papa el día que diga que su Iglesia va a renunciar a los millonarios subsidios que recibe”.

Scannone enfatiza en que lo de Francisco no sólo son gestos, sino palabras y acciones: “Creó la comisión de cardenales para la reforma de la curia romana, hizo cambios en las finanzas del Vaticano, promocionó el diálogo ecuménico interreligioso, visitó el parlamento europeo e intervino en la relación de Estados Unidos con Cuba”, enumera.

Para Dri, la única manera que tiene la Iglesia de recuperar el poder perdido es a través de América Latina y de sus movimientos populares. “Benedicto quiso recuperar ese poder mirando a Europa -recuerda-. Pero es precisamente en Europa donde se produce la muerte del neoliberalismo y la debacle de la Iglesia. En América Latina, en cambio, es donde existe la sustancia viva cristiana: donde los pueblos le pueden dar la carnadura que la Iglesia necesita. Y atención, porque si eso sucede, son esos mismos pueblos y Estados los que van a sufrir de ese poder recuperado. Sobre todo en la esfera moral, que tiene que ver con el sexo; ahí la iglesia quiere poner un candado: especialmente en lo que es aborto y fertilización asistida. Y también en la educación, porque la Iglesia siempre intentará ser la educadora”, dice Dri. Su opinión contrasta con la de Scannone, que pide paciencia porque “los cambios son lentos” y remata con una frase que, según él, el Papa repite como un mantra: “Es preferible iniciar procesos para el bien que ocupar espacios de poder”. 

 

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En Estados Unidos y en Cuba, como Hemingway

 

Fue en el Vaticano, en octubre del 2014, durante un encuentro que recién se conoció meses más tarde. Allí, funcionarios de los gobiernos de Cuba y Estados Unidos sentaron las bases para retomar sus relaciones diplomáticas tras más de medio siglo de tensión. Con las embajadas de La Habana y Washington reabiertas en julio, ahora, el Papa Francisco visitará ambos países en septiembre. Algunos especulan que entre su lista de temas esté pedir el fin del bloqueo asesino -comercial, financiero, alimentario y medicinal- que perpetúa el gigante del Norte contra la isla.

 

Lo cierto es que a ambos países, el Papa argentino arribará entre alegrías y desconfianzas, y con algunos objetivos claros. En Cuba, donde luego de la revolución las prácticas católicas se redujeron sustancialmente, aspira a recuperar fieles con sus ya conocidas críticas al capitalismo. ¡Si hasta el presidente Raúl Castro dijo que “si sigue así, volveré a rezar y a la Iglesia”!

 

En Estados Unidos, el Papa empezó a molestarle al Tea Party y a los sectores ultraconservadores. Será cuestión de observar qué correlación de fuerzas hay entre ese poder, real y concentrado, y su poder simbólico. 

 

 

 

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