El secreto es seguir siendo un niño

por Revista Cítrica
03 de mayo de 2015

Entrevista íntima en su casa de Balvanera al autor de clásicos del folclore como el Mensú, el Cosechero o el Jangadero, recién hace unos pocos años, Ramón Ayala empezó a gozar del reconocimiento que se merece.


Está empeñado en hacer un centro cultural en su casa. A todo el que se cruza, le cuenta su proyecto. Y cuando le toca ser anfitrión, lo primero que hace es pedirle a sus visitas que lo acompañen escalera arriba para mostrarles ese amplio salón que para él ya es un auditorio. 

-Acá se podría armar un escenario redondo, y acá estaría el público. Y aquí el aire que le va a dar frescura al artista. Esto va a ser un lugar de encuentro, de músicos, de poetas, de yoga a lo mejor, de enseñanza de mapuche, de toba, de guaraní, de quichua.

A la compañera de Ramón Ayala no la convence demasiado la idea. Es el hogar que comparten, un paraíso íntimo que fueron construyendo con mucho trabajo; una casa antigua que se venía abajo y que lograron levantar. Entonces ella pone caras, y hasta habla por lo bajo pero con clara intención de que la escuchen. Hace que no, con la cabeza. Pero hay mucho de complicidad en ese gesto. Ramón, que hace que la ignora, como parte de ese mismo juego, sigue relatando su sueño.
- Mirá, acá hay lugar como setenta u ochenta personas. Éste va a ser un lugar esencialmente argentinolatinoamericanista. Nada que tenga que ver con la cosa extranjera. Toda la música argentina, todo el arte argentino estará aquí. Porque ya bastante desvío hay en la calle. Yo conozco una cantidad de gente que vive con un envase argentino y un contenido extranjero.

-¿Cómo es eso?


Hay pendejos que no saben quién es Atahualpa Yupanqui. No saben quién es Ramón Ayala. No saben quién es Tejada Gómez, Lima Quintana. No saben quién es Gardel inclusive. Entonces esos tipos son extranjeros. Pero saben qué calzoncillos usa Michael Jackson o qué lentes usa John Lennon o Paul Mc Cartney. Están enterados de todo pero no saben nada de su país. Lo ignoran. Y deliberadamente le dan la espalda a su país. Son extranjeros dentro de su propia tierra. Vos te das cuenta lo triste que es esto. Porque cualquiera puede comprar un documento, pero la identidad del alma... esa no se compra jamás. Esa se siente, se lleva en la carne. ¿Qué es lo que nos pasa a nosotros? ¿Por qué deliberada e intituivamente estamos detrás de nuestra cultura? Estamos proyectándola, recreándola. ¿Por qué es el Mensú, el Jangadero, el Cosechero? Esas obras, que dicen que son columnas de la identidad argentina, son por el amor que se siente por la tierra y por un estado de conciencia de devolverle algo a este país maravilloso que nos ha tocado por una putísima casualidad. Purísima, quise decir.

Entrar a la casa, y sobre todo al mundo de Ramón Ayala, es como entrar en otro tiempo. El hombre, una institución viviente de nuestro folclore, ni nos conoce pero ya nos trata como amigos. Nos muestra los cuadros que pinta, en medio de una pregunta se pone a cantar, nos recita poemas. Lo vimos desde abajo de un escenario, en algunos videos y entrevistas, pero ahora que lo tenemos enfrente nos parece mucho más joven. ¿Es posible que no tenga arrugas? Lo escuchamos hablar, sea de cualquier tema, y lo hace con el entusiasmo del que acaba de descubrir algo. Algo pasa con el tiempo en el mundo de Ramón Ayala. Recién, por ejemplo, se refería a Michael Jackson o a los Beatles en presente.

¿Usted cuántos años tiene?

Pero no quiero que lo pongas, eh. Acabo de cumplir.... No lo podés creer, viste. Si casi somos parecidos. Vos tendrás treinta y pico y si alguien nos ve, entre vos y yo no hay mucha diferencia.

¿Cuál es el secreto?

Ser un niño, producto del asombro. Si hablaras con mi mujer ella te contaría cosas inverosímiles. Es que la vida es asombro. Y el que no se asombra es porque tiene muerto el niño que todos tenemos dentro. Y después cuidar la carcaza, cuidar el motor. Y gozar de la vida porque la vida es un acontecimiento único y maravilloso.

¿Siempre se sintió artista?

Desde que me siento. Desde el colegio primario. A mí la maestra me decía, por ejemplo, cuántas monedas de oro tendría usted si llevara diez en la mano y hubiera perdido cuatro. Y entonces yo dibujaba un cuerno blanco, con monedas de oro en la mesa, en una mesa roja, y las paredes de alrededor eran beidge o verdes. Y entonces yo dibujaba el origen del oro. Una carroza y unas vías que se meten en la minas de oro, con tipos con linternas que se metían a cavar la tierra para sacar el dorado metal. Toda la historia del oro dibujaba yo. En vez de una solución matemática, lo mío era una solución plástica.

¿El dibujo viene de familia?

Mi madre era una mujer muy especial. Era campesina. Ella decía: "Alguien pasa cantando con sonido de campana". Mirá qué cosa hermosa. Decía: "Soy como el clavel del aire, que se mece allá en lo alto. Envidia del caminante que va cruzando el agua ahí". Qué imagen. Esa era mi madre. Una mujer muy primaria.

¿Y poeta desde cuándo?

De chiquito más que nada dibujada, pintaba y tocaba la guitarra. Después descubrí la palabra. Ya tenía andado bastante, entre los 18 y 20 años, cuando empecé a escribir. Me fui a Salta y me encontré con Manuel J. Castilla, con Don Juan Carlos Dávalos, con el Cuchi Leguizamón, me encontré con todas esas bestias y ellos me miraban con cierta deferencia, porque yo era un pendejo al lado de ellos que eran unos próceres. Pero yo tampoco sabía la dimensión que tenían ellos.

¿En algún momento ha dudado de su música, de su poesía, de su pintura?

No, yo nunca dudé. Lo que dudé es del camino que había emprendido, porque no estaba seguro. Esta voz que escuchás la busqué por arriba, por abajo, por el páncreas, por el hígado, por los riñones. Es una voz diagrafagmática. Algooo se mueve en el fooondo del Chaco boreaaaal.

En el último tiempo se hizo justicia con usted a partir de la película que filmó con Marcos López y los homenajes que le realizaron. ¿Por qué cree que recién ahora es reconocido?

Mirá, todo madura en la vida. Y todo tiene su tiempo. Yo agradezco que no me hayan descubierto antes porque yo no estaba ni tenía esa voz, ni tenía la capacidad mental que tengo ahora de tener esta coordinación luminosa de las cosas, y verdadera. Este es el tiempo. Soy un hombre consciente y sé a qué cumbre quiero trepar. Pero uno no puede trepar si no tiene buenos pies. Hay que saber esperar. Hay grandes artistas como Neruda o Lorca que han querido correr a comprar libros primarios que han tenido porque los consideraban de menor calidad. Entonces yo no quería que me pasara eso. Yo me guardé, y ahora parece que me están descubriendo.

 

 

SUS MAESTROS


En la poesía son Neruda, Nicolás Guillén, Machado. Me gusta más Machado que García Lorca, que me parece más chisporroteante. El otro no, tiene una luz sombría, profunda. Ahí voy yo. En la pintura me gusta Cezane, que cambió la pintura. El tipo salió del impresionismo que era una cosa disuelta y le dio la geometría que habita en todos lados en la naturaleza. Y también Leonardo Da Vinci y Luca Paccioli, que descubrieron la obsesión dorada, que es aquello que habita en el dedo del hombre. Esta parte menor, con la parte mayor, es lo mismo que lo mayor con el todo. La sección aurea. Y todo ese desarrollo de la naturaleza que está en las plantas, en el aire, que está en la luz y está en el hombre.




EL ENCUENTRO CON EL CHE

Yo sabía quién era el Che pero no comprendía la magnitud de su persona. No estaba capacitado todavía para ver la magnitud planetaria de su gesta ni de su persona. Yo fui invitado por el Instituto de amistad por los pueblos debido a que mi obra tiene ribetes sociales. Y ahí aparecí en Cuba. Y estaba Salvador Allende, que era un político y aún no era presidente. Estaba Rodolfo Walsh. Rigoberta Menchú, y otras personalidades. Y yo entre todos ellos. El Che Guevara estaba sentado ahí, y yo estaba donde estabas vos, ahí. Y de repente dice: Ramón Ayala, yo he cantado tu canción el Mensú, en los fogones de la Sierra Maestra. Que bien, Comandante, le digo, le agradezco tanto. Pero uno es muy joven y ve las cosas un poco así, cosas que pasan. Tenía una magnitud todo eso. Me dio vergüenza sacarme una foto con él, para que no creyeran que era un cholulo. Después me arrepentí.

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